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Apuntalando la igualdad también en el marisqueo

Josefa Moreira y María del Carmen Costado, primeras mujeres en formar parte de un gobierno de la cofradía de San Telmo

Josefa Moreira y María del Carmen Costado en Lourido, con la ría al fondo. // Gustavo Santos

Llevan 30 años luchando por mejorar la situación laboral del sector del mar y más concretamente el de las mariscadoras. Dos mujeres que lograron en 1986 romper con la hegemonía de los hombres en el sector del mar al presentarse a las elecciones y conseguir formar parte del órgano de gobierno de la cofradía de San Telmo, "solo" para hacer algo tan importante como conseguir labrar más derechos para las mariscadoras a pie, totalmente desprotegidas laboralmente entonces, para convertir este trabajo en un oficio y permitir una mayor conciliación familiar. Por ello Poio homenajeará a Josefa Moreira Torres y María del Carmen Costado Castro "Maruchi" el próximo viernes a las 20:15 horas en el Casal de Ferreirós por el Día Internacional da Muller, en un acto en el que compartirán el protagonismo con Susa Rial y Carmela Torres.

"Fuimos pioneras. Hace treinta años la cofradía era un mundo de hombres", explica Maruchi. "Nos presentamos al órgano de gobierno de la cofradía por iniciativa propia por cómo estaban las cosas. Nosotras entonces ya estábamos por medio de una embarcación dadas de alta en la Seguridad Social, pero veíamos la situación de las demás, sobre todo cuando tenían a un hijo o cuando estaban embarazadas, y tenían que ir a mariscar para que entrase el dinero a casa", continúa Josefa. "Eran hombres todos y decidimos defender el sector de la mujer, las mariscadoras de a pie también teníamos que tener voz", afirma con determinación Maruchi.

Por entonces la precariedad laboral estaba a la orden del día en el sector y más concretamente en el de las mariscadoras de pie, una parcela del sector del mar donde predominan las mujeres, mientras que los hombres participaban más en el marisqueo a flote. "La cofradía era un mundo de hombres en el que la mujer no estaba ni asegurada, ni siquiera te escuchaban. Los hombres gobernaban lo de flote y también lo de a pie", comenta Maruchi al tiempo que explica Josefa que las mariscadoras no tenían poder de decisión entonces.

"Nos decían que 'hoy no podéis ir a mariscar', por la razón que fuese, y no tenías donde protestar ni te escuchaban. A veces se producían injusticias porque tú no podías trabajar por conveniencia de los de a flote, para que su mercancía tuviera mejores precios? y lo peor es que muchas mujeres tampoco te apoyaban porque tenían a sus maridos trabajando a flote, pero nuestro maridos y el de otras muchas no viven del mar y también teníamos que trabajar".

Si bien con el paso del tiempo se fue normalizando la presencia de mujeres en el gobierno de las cofradías, su entrada en 1986 fue chocante e incluso complicado de asimilar para los más tradicionalistas. "De hecho, en las próximas elecciones no nos presentamos y creo que hubo quien echó fuegos artificiales. Nosotras luchamos por defender nuestro sector con dientes y uñas. Al principio la mujer estaba muy mal vista", comenta Maruchi. "Al principio les dábamos nuestra opinión a los hombres y se reían, pero sí que llegamos lejos. La consellería empezó a apoyarnos un poco", explica Josefa. San Telmo también fue de cofradías pioneras en crear la Agrupación de Mariscadoras de a pie, que se fue normalizando en el resto de las rías para defender más exclusivamente el trabajo de esta parte del sector del mar.

Y es que, como señalan las dos protagonistas, el de mariscadora pasó de ser un mero trabajo de sustento a un oficio. "Jamás pensamos que podríamos llegar a vivir del mar", exclaman las dos casi al unísono aunque defienden con orgullo la dureza del sector. "En invierno hay días muy duros por el frío, la lluvia, temporales? pero si te gusta vas tan campante", afirman. Hoy en día sí lo consideran un oficio y todo gracias a las grandes conquistas laborales que les permitió equiparar su trabajo al que realizaban los hombres.

"Las de antes eran condiciones laborales muy distintas a las de ahora. Había marisqueo libre, trabajo sin controlar. Íbamos de octubre a febrero y cada uno traía cuanto más mejor", recuerda Josefa. Y es que en los últimos treinta años y gracias a su empeño, junto con el otras mujeres, el sector sufrió una importante modernización. Entre los mayores logros sitúan la construcción y funcionamiento de la lonja de Campelo, la imposición de cuotas y puestos de control o la entrada de las mariscadoras a pie dentro de la Seguridad Social.

La propia Josefa participó en el tercer Encontro de Mulleres Mariscadoras de Galicia en 1998, donde pudo defender la situación laboral de la mujer, ayudando a dar un paso importantísimo en la igualdad laboral con los hombres en el sector. "Antes tenías a un hijo y no te guardabas nada, tenías que ir a la playa porque el dinero hacía falta. Ahora tiene las baja de cuatro meses para poder amamantar al crío y poder recuperarte", dice Josefa.

Falta de bibalvos

"En todos estos años se consiguió que el mal fuese una profesión. Antes solo con cinco meses de trabajo no puedes vivir. Somos autónomos y mal que bien, vivimos del mar, con sus parones por toxina, sus bajas", señala Maruchi. Reconoce que nunca pensó en llegar a vivir del mar, de hecho, quería ser peluquera. Pero lo cierto es que tanto Maruchi como Josefa están viviendo el presente del sector con mucha incertidumbre.

"Nunca pensamos en coger tan poca cuota como ahora. Estamos quitando un quilo de almeja fina cuando en el 85-86 quitábamos a lo mejor entre 10 y 20", señala Maruchi. El problema: no hay producto. El desafío actual que mantienen es la falta de bibalvos tras la desaparición por la alta mortandad de la almeja fina, el berberecho y el caramuxo. Consideran que el futuro del marisqueo, si se soluciona el problema de la elevada mortandad por la contaminación de la ría. "La gente joven ve el oficio de mariscador, hay 400 solicitudes para entrar y solo entraron 30 personas. Con la crises los jóvenes ven en el mar una salida porque en tierra no hay", señala Josefa. Un oficio, asentado bajo mimbres puestos por mujeres como Marichi y Josefa.

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