Cuando el 13 de enero de 1925 los hermanos Justo y Bernardo Ureta Domazaen inauguraban un almacén de vinos navarros en la calle Princesa de Pontevedra, quizás no eran conscientes de que abrían algo más que una bodega. Emprendían una actividad que pasaría a ser testigo y parte de la historia de la ciudad. Estos hermanos procedentes de Puente la Reina, Navarra, abrían en Pontevedra un bar que 90 años después se ha convertido en una plaza pública de la ciudad. Una plaza con paredes de piedra y puerta, pero un punto de encuentro tan popular como A Ferrería, A Verdura o A Leña. Así lo ven los muchos pontevedreses y visitantes para quienes quedar en La Navarra es como hacerlo en uno de los principales ágoras del centro histórico.

Fue el hijo de Justo Ureta, José María Ureta, quien comenzó a escribir la historia de La Navarra y de la ciudad en el año 1933. La escribiría, literalmente, en unos anuarios que hoy se conservan en una bodeguilla privada del establecimiento y que la matriarca de la familia Ureta, Milagros Guzmán, relee y resume en notas, "por si algún día alguno de mis hijos quiere escribir algo con ellas".

En estos dietarios José María Ureta recoge, día a día, no solo los litros de vino que entran y salen del establecimiento, o las pesetas que se ingresaban y gastaban en las transacciones diarias del negocio, sino también todas las anécdotas y vivencias del bar y sus gentes, que el propietario quiso conservar para la posteridad a través de sus anotaciones. Crónicas de partidos de fútbol, incidentes u ocurrencias protagonizadas por los clientes, defunciones en la ciudad, visitas destacadas, corridas de toros en el coso de San Roque y apuntes personales de todo tipo, como el menú de la comida familiar, o la visita con sus hijos a María la del Carrillo.

Así se comenzó a escribir una intrahistoria de La Navarra, de Pontevedra y sus gentes, que la cuarta generación de la familia Ureta guarda ahora como un tesoro.

La "mater familias" de La Navarra, Milagros Guzmán, es nuera del autor de estos dietarios, viuda del anterior titular del negocio, José María Ureta (el popular "Pepe Mari", fallecido en 2008) y madre del actual propietario, también José María Ureta, químico, enólogo y tabernero de cuarta generación.

Aunque nunca ha estado profesionalmente vinculada a la bodega -ha sido maestra hasta su jubilación, hace diez años-, Milagros Guzmán es ahora la cara visible del establecimiento, porque en él pasa buena parte de su tiempo, repasando los dietarios escritos por su suegro, entreteniéndose con distintas manualidades, o compartiendo tertulia con algunos de sus clientes, que desde hace 18 años atiende Rafa, el camarero.

Además de estos dietarios, que para sus estanterías los quisiera el Museo de Pontevedra, los muebles y estantes de La Navarra guardan muchos otros tesoros, como botellas de vino de Rioja de las mejores añadas. Conserva algunas de 1925, para recordar la apertura del establecimiento, o vinos envasados para ocasiones especiales como bodas reales. Si bien estas botellas no se venden, porque "no tienen precio" -explica Guzmán- la bodega puede presumir de recibir visitas de algunos clientes procedentes de otros lugares de España y del mundo, para degustar los buenos caldos que sirve la casa, principalmente riojas, acompañados de los fiambres seleccionados de los mejores productores de chorizos, cecinas, morcillas o quesos de toda la geografía peninsular.

A diez años de su centenario, La Navarra celebra ahora sus 90 primeros años de existencia y para ello invitará mañana a sus clientes a un vino y "algún taquito", porque -como explica su titular- "el negocio se mantiene abierto más por cariño, por tradición y por historia que por rentabilidad; los tiempos, en el sentido económico, ya no son los mismos", indica Milagros Guzmán.