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Rafael Fontoira Surís: "Cuando empecé, el patrimonio era el enemigo; todo era derribar y construir, y así nos fue"

La Escola de Canteiros homenajea a su gran benefactor, que durante 3 años pagó todos los gastos del centro

Rafael Fontoira Surís: "Cuando empecé, el patrimonio era el enemigo; todo era derribar y construir, y así nos fue"

La Escola de Canteiros será escenario mañana del homenaje de profesores, alumnos y responsables políticos al que fue uno de sus grandes promotores e impulsores, un reconocimiento al que se suman numerosos colectivos culturales y vecinales que han contado con el apoyo de Rafael Fontoira para poner en marcha iniciativas y publicaciones con las que divulgar el patrimonio, el arte y los oficios tradicionales.

-Es usted pontevedrés?

-Hombre claro, no cabe duda, aunque la mitad de mi familia desciende de emigrantes vigueses en Argentina, pero yo soy nacido aquí, mi abuelo y mi bisabuelo y tatarabuelo eran de aquí.

-Procede de una familia de una larguísima tradición vinculada a la medicina ¿por qué decidió optar por la arquitectura?

-No lo se, creo que fue porque mi padre siempre decía en casa "yo siempre quise ser arquitecto", era muy buen médico pero decía eso, que le hubiese gustado ser arquitecto, y como en mi familia todos eran médicos, todos, hasta mi familia de Argentina son médicos, pues pensé que debía hacer otra cosa, me presenté al examen y tuve la suerte de aprobar, porque en aquel entonces era difícil el ingreso, y me quedé, pero hubiese podido hacer cualquier otra cosa y de hecho a veces me arrepiento de no haber sido médico, creo que hubiese sido uno bueno, pero, bueno, me ha ido bien en la vida (risas).

-Se ha interesado especialmente por el patrimonio histórico y ha realizado numerosas obras de restauración

-Muchas obras, entre en tiempos de Franco en el entonces Ministerio de Educación y Cultura, creo que se llamaba así, y nos pagaban dándonos obras de restauración.

-¿No tenían sueldo?

-No, no teníamos un sueldo, porque había un arquitecto de Patrimonio en cada provincia, entonces a los arquitectos provinciales nos querían para hacer la Comisión de Patrimonio, que era imprescindible para dar los permisos de obras; entonces nos pagaban dándonos obras de restauración, entonces he hecho algo así como 400 restauraciones, no son tres o cuatro sino 400, porque he estado cerca de 30 años como arquitecto de Patrimonio.

-¿Hemos ganado en sensibilidad con respecto al patrimonio?

-Mucho, se ha destruido muchísimo pero ahora creo que todo ha mejorado, el funcionamiento de Patrimonio en la Xunta no sé si habrá mejorado, porque la gente se queja de que los expedientes van con mucha lentitud, es lo que me cuentan porque yo estoy jubilado, pero por lo que respecta a sensibilidad creo que si, que ahora hay mucha más concienciación en la gente de la importancia de conservar, no solamente hay esa percepción entre los profesionales sino entre los periodistas, en toda la gente en general, de conservar lo nuestro, es un mundo muy distinto a cuando yo empecé, cuando empecé el patrimonio era el enemigo público número 1 y todo era derribar y construir nuevo, y así nos fue; el patrimonio entonces era visto como algo nocivo.

-Ha dedicado varias obras al patrimonio ¿qué lamenta especialmente?

-Esto de lo que estamos hablando, por ejemplo, por esa idea del patrimonio es por la que ha desaparecido de Pontevedra toda la parte modernista, todo el ensanche de la ciudad, la calle Benito Corbal que era preciosa, preciosa, toda con casas modernistas preciosas. También había otras zonas desaparecidas, como Rosalía de Castro, que eran ya casas señoriales, chalés, pero no era una arquitectura modernista importante, queda de ella la calle Riestra , para que se vea como era la ciudad en el siglo XIX, aunque no sea modernista, quedan parte de las casas de la Oliva, algunas de Benito Corbal, pero el gran ensanche se lo han cargado. Por no hablar de A Moureira.

-Un mal alcalde destruye para 500 años

-Claro, destruye para 500 años, buena frase.

-¿Cómo es que se interesó por la cantería?

-Es una historia muy curiosa: de repente vino la Transición, se había muerto Franco, yo era arquitecto de Patrimonio y entonces crearon el Ministerio de Cultura, que antes no existía, era algo así como Educación y Ciencia o Educación y Cultura, pero se creó ese ministerio y el primer ministro con Adolfo Suárez fue Pío Cabanillas, pontevedrés. Pío Cabanillas quería hacerse un pazo, tenía una casa antigua y pretendía ampliarla, llegó a hacerse un pazo muy bonito, pero no encontraba canteros.

-¿No encontraba canteros?

-Sabía que se preguntaría cómo es posible, pues es que en aquel momento se había perdido por completo la tradición de la cantería, no les pagaban, cobraba más cualquier albañil que un cantero. Ante este escenario en el que había desaparecido el oficio se le ocurrió montar una escola de canteiros, me llamó al Ministerio, allí fui y me dijo "Fontoira, entre tus funciones como arquitecto de Patrimonio a va estar la de dirigir la Escola de Canteiros", entonces formó un equipo de sabios en el que estaba don Antonio Rodríguez Fraiz, cura de Campañó, y Olimpio Liste Regueiro, profesor, ambos fallecidos, y Manuel Crespo Alfaya como delegado del Ministerio de Cultura recién creado, además de mi claro.

-¿Cómo la diseñaron?

-Vimos lo que se podía hacer, Pío Cabanillas buscó que el Monasteiro de Poio nos cediese los sótanos, yo hice el plan de estudios de acuerdo con aquellos señores, que todavía está en vigor, tuve que hacer el logotipo, que también sigue en vigor, y echamos a andar con 25 alumnos. Compramos herramientas, compramos piedra, arcilla, nombramos a unos profesores, los mejores que nos fue posible, y echamos a andar. Ah! Pero un año después Pío Cabanillas se fue del Ministerio.

-¿Qué efectos produjo esa salida?

-Que dejaron de mandar dinero para la escuela, un desastre, claro yo no podía cortar el curso por la mitad porque qué iba a hacer con los alumnos, a los que hay que darles la formación entera, por lo menos los 3 primeros años, porque el plan era de 5 años. Así que tuve que hacerme cargo personalmente durante casi tres años de todos los gastos de la Escola de Canteiros.

-¿Está diciendo que pagaba usted nóminas, materiales etc?

-Pagaba yo todo, todo, porque, claro, es que no podía dejar a los alumnos en la calle, la Delegación de Educación no tenía dinero y me dediqué a ir a la Diputación para que me cogieran pero las cosas de palacio van despacio, no cogieron a la Escuela enseguida, les interesó pero durante tres años yo tuve, si, que pagar a los profesores, no era mucho dinero en realidad, la herramienta, la piedra y la arcilla.

-¿Por qué lo hizo?

-Porque me sentía comprometido, obligado, qué responsabilidad es esa de dejar a unos alumnos en la calle, no hay derecho a que se tome una decisión así, piense también que eran otros tiempos. Y después la Diputación se hizo cargo de la escuela, creó una fundación pública con un patronato y echamos a andar con ella hasta hace dos años.

-Le duele especialmente el procedimiento por el que fue apartado ¿cómo fue su cese?

-No tuve ni siquiera la ventaja que tenían las personas como yo en la época franquista, que era que le mandaban un motorista (risas), a mi ni eso, de repente me llegó una carta de la Diputación de que la Escola de Canteiros pasaba a ser un servicio más y que le director iba a ser un jefe de servicio funcionario de la Diputación.

-El mismo proceso que también haría la institución con el Museo.

-El mismo, a mi también me echaron a la calle del Museo sin mandarme un motorista, de repente aparecí en la calle después de 30 años trabajando gratuitamente para el Museo, hice muchos viajes a Madrid, yo era de la comisión directiva del Museo y habíamos realizado muchísimas gestiones para la institución, pues no recibí ni una carta de agradecimiento, ni siquiera una carta donde me comunicasen el cese. Pues así fueron las cosas, pero me queda la satisfacción de ver que la Escola de Canteiros sigue en marcha, el logo, el plan, que hay alumnos y además hemos hecho muchas obras. Y, sobre todo, me enorgullece que vuelve a haber canteros, que se ha mantenido el oficio más senlleiro de Galicia, ahora hay canteros, por todas partes se ven talleres, y eso creo yo es en gran medida gracias a la escuela y también a mi esfuerzo personal

-Tras dos años que han sido muy duros recibirá mañana el homenaje de la Escola de Canteiros...

-No han sido duros, porque a pesar de que estoy jubilado hay que mirar hacia adelante, guardar rencor no sirve para nada, y el homenaje lo recibo con mucho agrado.

-En este tiempo ha estado haciendo libros.

-Si, tengo más trabajo ahora que antes (sonríe) me piden de todo, hace 15 días presenté un libro de poesías en Sanxenxo, fue una sesión literaria encantadora, ahora acabo de hacer un libro de fotografías sobre A Moureira que ha supuesto mucho trabajo, me pasé todo el verano recopilando y ordenando fotos, pero también lo veo como mi contribución para que los errores que cometimos con el patrimonio no se repitan; lo que no conoces no puedes defenderlo, por eso lo primero es dar a conocer todo lo que tenemos, que la gente no sabe la gran riqueza que tenemos en nuestra tierra, la gente sigue sin saber el gran patrimonio que tenemos, de todo tipo, en Galicia, y todo lo que sea mostrarlo me encanta, por eso las fotos de A Moureira pido que la gente las vea despacio, porque son pura historia, ver despacito el puente de O Burgo en 1910 y fijarse que encima tiene un tranvía, no el trole, el tranvía, porque mucha gente no sabe que había un tranvía que iba hasta Alba y hasta Marín por la carretera vieja, hay que conocer para valorar y proteger.

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