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A Moureira: pudimos fracasar mejor

El arquitecto Rafael Fontoira Surís reúne en un libro más de un centenar de imágenes de la desaparecida ribera del Lérez recopiladas por vecinos, coleccionistas e instituciones

Calle San Roque de Abaixo en una imagen captada por Novás Rarís en 1920. // Lorenzo Novás Rarís (Colección de José Pidre Novás)/ As Moureiras dos nosos abós.

A Moureira ejemplifica nuestras historias de fracaso, especializados como estamos en echarlo todo a perder, vaya por Dios. El argumento no convence al arquitecto Rafael Fontoira Surís, que recibió el encargo de la Asociación de Vecinos San Roque de reunir en un libro las imágenes que durante los últimos 30 años han coleccionado socios, vecinos de A Moureira y también instituciones públicas como la Diputación o el Museo: "No basta con lamentarlo como una pérdida no", protesta, "hay que recordar como era, divulgarlo y denunciar que hasta hace pocos años, muy pocos, la ribera todavía conservaba la misma imagen que en el siglo XVI".

De alrededor de 400 imágenes el arquitecto seleccionó unas 115. Destacan las procedentes de la colección de José Pidre Novás, nieto del pionero de la fotografía Lorenzo Novás Rarís, varias de las cuales ilustran estas páginas.

Otras las aportó Rafael Fontoira tras recopilarlas en la Hispanic Society of America, aunque también fueron captadas por Novás Rarís.

A través de las fotografías el observador puede comprobar la singularidad de todo el borde del río y los sucesivos rellenos y derribos que acabaron con su patrimonio.

"Recomiendo ver las fotos muy despacio, especialmente por la historia que tiene dentro cada una de ellas; por ejemplo, cuántos pontevedreses saben que trajeron a esta ciudad a principios del siglo XX una ballena para despiezarla".

Era un cachalote macho que llevaron a la fábrica de Jabones Santa Justa para ser despiezado y fabricar jabones con la grasa. Dos imágenes atestiguan la llegada de la ballena a la ciudad.

"Quién sabe en Pontevedra que hubo dos puentes de hierro en el ferrocarril, pues hubo dos, y también conservamos un par de fotos de esos dos puentes de hierro, situados uno al lado del otro", continúa Rafael Fontoira.

Éste atribuye la construcción de un segundo puente a la necesidad de disponer de un paso que resistiese el traslado de mercancías más pesadas. "El primero no creo que fuese de sufiente calidad y se vieron obligados a levantar otro, más fuerte, del que quedan todavía los pilotes de hierro en el río", indica.

Fontoira Surís propone en "A Moureira dos nosos abós" un recorrido por el río divido en tres tramos: A Moureira de Arriba, la de Abaixo y As Corbaceiras y A Ribeira dos Peiraos y Mollabao.

"La primera conclusión que saco al repasar el libro es la pena que da ver todo lo que hemos perdido, porque hasta hace muy pocos años A Moureira se conservaba íntegramente, exactamente igual que en el siglo XVI".

Se mantenían los 3 grandes peiraos de A Moureira de Arriba que fueron utilizados en el siglo XVI para el transporte de mercancías, que no de pesca ya que era una zona portuaria mercantil.

Desde ella se embarcaban los barriles de vino de O Ribeiro y los productos de hierro con destino a Inglaterra y Flandes, la salazón a todo el arco mediterráneo, especialmente a la entonces Sicilia española...

La Moureira de Arriba estaba situada entre el puente de O Burgo hasta casi A Barca, en la actual avenida de Uruguay. Los peiraos "se conservan bajo tierra, a un metro de profundidad, los he visto y no hay nada encima, de modo que se pueden recuperar arqueológicamente los peiraos".

La destrucción arrancó en 1902, cuando empiezan los rellenos con una escollera a partir de la que se ocupó con tierra la Moureira de Arriba. "Quedó soterrada toda la ribeira pero no las casas, que se mantuvieron hasta bien entrado el siglo XX", detalla el arquitecto.

En este espacio de la ciudad todavía se conservan algunas casas de los siglos XV y XVI, especialmente en el entorno del Chalé Fontoira, de la calle Xan Guillerme y de la fuente de A Moureira.

Este primer ensanche duró hasta 1920 y se prolongó por As Corbaceiras. Es el momento en el que se rellenan las grandes escaleras que daban salida a los barcos pesqueros de A Moureira de pescadores, que era la de Abaixo (las actuales Corbaceiras y la Ribeira dos Peiraos en la desembocadura del río Gafos).

Construyeron unas escaleras más pequeñas, las de Carrascal, en el sitio que antes ocupaban las medievales.

Al repasar las fotos de finales del siglo XIX y principios del XX sorprende la intensa actividad que caracterizaba al barrio. "Había un gran movimiento mercantil y económico de barcos", explica a este respecto el responsable de la obra, "a pesar de que se cerraron los muelles medievales era una zona muy industrial y trabajadora".

Y es que A Moureira seguía teniendo a principios del siglo XX una intensísima actividad relacionada con la pesca. Varias imágenes testimonian los trabajos relacionados con el arte del xeito, fotos en las que aparecen hasta 20 embarcaciones de este tipo en A Moureira.

A mayores de la pesca, el barrio vivía de su no menos intensa actividad industrial. En Mollabao estaba la citada fábrica de jabones de Santa Justa, pero también la ribera del Lérez se asentaba la conservera de Uzal, una fábrica de juguetes de madera o la gran industria de Pazó que fabricaba motores y aprovechó muy oportunamente el momento en que se produce la gran transformación y se pasa de los barcos de vela y remo a los de vapor y posteriormente a los de gasoil.

También orilladas, la empresa de gaseosas de Feijoo y la de maderas de Fonseca, una importante factoría a la que llegaban barcos del extranjero cargados de maderas.

Y justo enfrente, al fábrica del marqués de Riestra, que acabaría sellando el destino de la ensenada del Rons. Era una industria de ladrillos y tejas ubicada en A Caeira.

"Al señor marqués de Riestra para dar salida a sus ladrillos no se le ocurrió mejor cosa que construir una carretera tapando la salida del río Rons, que es la que existe aún actualmente en la zona donde está el cuartel de la Guardia Civil", explica el responsable de "A Moureira dos nosos abós".

La carretera hasta el puente con la que se canalizó el tráfico de camiones y la consiguiente escollera bloqueó la gran ensenada en la que durante la Edad Media atracaron los barcos.

Era un espacio natural de una enorme belleza pero, especialmente, de una gran riqueza medioambiental. "En ella se hacían las grandes entalladas y conviene pensar que para hacer una carretera se destruyó esa gran ensenada que era una preciosidad y de gran riqueza piscícola", lamenta el experto antes de detallar otros rellenos o un plan de urbanismo que acabaron por dar la puntilla al barrio.

Al contrario que ese ejercicio de destrucción, "A Moureira dos nosos abós" es un homenaje al esfuerzo de siglos de marineros, obreros que construyeron casas y peiraos, operarios de fábricas, visionarios que levantaron empresas e industrias... Y también a los vecinos y coleccionistas que atesoraron su memoria en forma de imágenes; promesa que la próxima vez fracasaremos mejor.

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