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Carmen Rozados Villaverde: "Cada vez hay más trastornos alimentarios y en personas cada vez más jóvenes"

"Las conductas de riesgo relacionadas con la alimentación están muy extendidas en la población en general, como las dietas restrictivas comerciales sin supervisión o los ayunos"

La psiquiatra Carmen Rozados.

Bulimia, anorexia, megarexia, ebriorexia, permarexia, trastorno por atracón, diabulimia... Los expertos apuntan a una combinación de factores socioculturales, familiares, económicos e individuales para explicar el aumento de los trastornos de la conducta alimentaria, un incremento que también observan los profesionales del área sanitaria de Pontevedra. "Cada vez hay más trastornos alimentarios y en personas cada vez más jóvenes, incluso de 12 o 13 años, es la sensación que tenemos", señala Carmen Rozados, psiquiatra que atiende los casos de trastornos alimentarios en la Unidad de Salud Mental Infanto Juvenil de Pontevedra.

-¿A qué llamamos trastornos alimentarios?

-Es un espectro muy amplio, cuando hacemos alusión a ello englobamos una serie de actitudes o conductas que van desde el rechazo a alimentarse, el miedo obsesivo a engordar, provocarse vómitos, en general todo lo que interfiera y que suponga también conductas de riesgo relacionadas con la alimentación. Pero en general los trastornos de la conducta alimentaria los definimos como un grupo de trastornos mentales caracterizados por una conducta alterada ante la ingesta alimentaria o la aparición de comportamientos de control sobre el peso, esta alteración lleva como consecuencia problemas físicos o de funcionamiento psicosocial del individuo.

-¿A qué porcentaje de población afectan estos problemas?

-Es difícil dar un dato exacto con un número, no disponemos de esos datos para empezar porque por ejemplo en esta consulta yo solo atiendo a pacientes hasta los 16 años; pero si que observamos una tendencia ascendente en el número de casos que tradicionalmente se atienden o cuyos datos figuran en los estudios clínicos tradicionales. En paralelo también hay cambios en la presentación, porque si habitualmente se habla de que lo diagnósticos se realizan en la adolescencia o en los adultos jóvenes cada vez observamos una tendencia descendente, aunque la adolescencia sigue siendo el periodo de referencia para el inicio lo cierto es que los trastornos alimentarios ya no son exclusivos de esa franja de edad sino que cada vez son más los niños que nos llegan a las consultas con un trastorno de la alimentación, es lo que llamamos desarrollo temprano, con una irrupción anterior a los 13 años.

-¿Cada vez ven también más casos de adultos?

-Si, en los trastornos de la conducta alimentaria se habla de un porcentaje que se puede recuperar y de otro en el que es muy probable que se cronifique, por ejemplo los estudios en anorexia nerviosa apuntan a que en un 50% de los casos se puede caminar hacia una remisión competa del trastorno, en un 20-30% habrá una remisión parcial en la que persisten algunas distorsiones a nivel cognitivo y mecanismos de control del peso, y un 10-20% evolucionaría hacia la cronificación, son los casos más peligrosos porque, claro, pueden conducir incluso a la muerte en algunos casos, no obstante, existen datos contradictorios pero esa es más o menos la incidencia general.

-Una vez que aparecen estas enfermedades ¿cómo se tratan?

-El tratamiento no es nada sencillo, de hecho es un tratamiento integral que en casos más complicados, sobre todo cuando hablamos de complicaciones a nivel físico, cuando la inanición es severa y el Índice de Masa Corporal baja de un determinado punto, se recurre incluso a la hospitalización en régimen cerrado. Lo importante es realizar un abordaje integral que debe iniciarse con una valoración médica del estado de salud del paciente que presenta un trastorno de la conducta alimentaria, a partir de ahí se pondrán en marcha acciones para restaurar un peso saludable, un equilibrio hormonal y restablecer los efectos de la nutrición; y también reestablecer los hábitos, la actitud del paciente en cuanto a la alimentación, corregir las distorsiones cognitivas sobre la imagen corporal, el miedo intenso a engordar, identificar síntomas emocionales muchas veces activos, o psicopatologías comórbidas, porque muchas veces estos trastornos aparecen con otras dolencia psicológica. Y luego lo que intentamos en los casos de niños y adolescentes también es una abordaje de patrones de comunicación en el sistema familiar, como ve el tratamiento es muy complejo y requiere de muchos profesionales de la salud y a lo largo de mucho tiempo, porque son trastornos que se extienden en el tiempo.

-¿A qué los atribuyen?

-Confluyen muchas causas, las exigencias actuales, los parámetros de belleza impuestos por la sociedad, y después también hay salvedades entre los trastornos de alimentación en niños y en los adultos.

-¿Qué los diferencia?

-Por ejemplo, es más raro el diagnóstico de bulimia por debajo de los 14 años, en la infancia es más frecuente identificar otros trastornos como la selección y evitación de alimentos, el rechazo general a comer presentando con frecuencia una gran especialización en los tipos de comida, y no solo por motivos de gusto sino muchas veces por ideas erróneas en relación a los alimentos que ya se empiezan a gestar en la infancia. Es importante recalcar estos porque algunos de estos problemas de la alimentación infantil podrían ser antecedentes de desarrollos posteriores de trastornos de la alimentación, tanto en la adolescencia como en el periodo adulto.

-¿Hay una higiene de la conducta alimentaria? ¿Puede hablarse de una educación alimentaria?

-Ahí debería de empezar todo, pero hay que darse cuenta de que las conductas de riesgo relacionadas con la alimentación están muy extendidas en la población general, son conductas poco saludables pero frecuentes, por ejemplo dietas restrictivas de carácter comercial que son autoadministradas sin la supervisión de un profesional, ayunos de 24 horas, uso de alimentos sustitutivos, del tabaco para evitar comer, saltarse comidas... Todo ello no es infrecuente en la población en general; y luego hablamos de conductas más extremas, como el uso de diuréticos, laxantes, purgas tras las ingestas en forma de vómitos, y no necesariamente hablamos en estos casos de trastornos de la conducta alimentaria, sino de conductas de riesgo relacionadas con la alimentación.

-¿Son peligrosas?

-Pueden llegar a serlo, nosotros vemos los casos más extremos, la mayoría de esas consultas no llegan a las consultas pero si que hay gente que las practica y son especialmente peligrosas alrededor de la adolescencia, una etapa de cambio continuo, de profundas transformaciones psicológicas y físicas, es un momento en el que se produce una redistribución de la grasa corporal, un cambio que puede ser una fuente de estrés añadido para los jóvenes, y a mayores está la inseguridad, de modo que todo puede confluir en el desarrollo de pautas de alimentación disfuncionales ya que estar delgado puede identificarse con belleza, éxito, y de esta forma la valía personal se liga al atractivo físico, a una talla.

-Un alto porcentaje de la población está en desacuerdo con su físico

-La insatisfacción con la imagen corporal es algo también muy presente, sobre todo en las mujeres jóvenes; la imagen es clave, cómo nos ven los demás, incluso más que cómo nos vemos nosotros, y esa autoimagen además muy influenciada, solo hay que coger una revista para comprobar el bombardeo constante de información acerca del físico, del peso, del verse bien.

-¿Se pueden prevenir los trastornos alimentarios?

-Podría hacerse, y de hecho existen algunos programas de prevención enfocados a esto, pero la prevención debería iniciarse en la propia sociedad. En la sociedad actual la presión por estar delgado procede de diversas fuentes, influyen factores socioculturales, la presión del grupo de iguales, las imágenes de los medios de comunicación, factores familiares, porque no nos damos cuenta de ello pero aquí vemos como hay familias en las que hay una crítica permanente o una excesiva atención al peso de ese adolescente; y después están factores psicológicos, aquí influye la personalidad, ciertos rasgos como el perfeccionismo, el sentimiento de ineficacia, la inseguridad etc, todo ello puede contribuir a la génesis de ese trastorno de conducta.

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