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El pontevedrés de 95 años que vivió a lo "Marco"

Los miembros del Centro Sociocomunitario homenajean a Eduardo Veiga

Eduardo Veiga Solla, soplando la vela por sus "95" años en el Centro Sociocomunitario. // Rafa Vázquez

"Con el espíritu de cuando tenía 20 años", así se levanta cada mañana Eduardo Veiga, justo antes de hacer las cosas del hogar, leer el periódico (sin gafas), disfrutar de un par de horas de informática en el Centro Sociocomunitario de la Alameda en donde aseguran que es el "hacker" del grupo y que a veces ejerce de profesor con sus compañeros, para caminar todos los días por la PO-11. Así es el día a día, de Eduardo, que ayer se vio alterado por la celebración de su 95 aniversario rodeado de sus compañeros.

Aunque nacido en Salcedo, la historia de Eduardo transcurre principalmente en Bueno Aires, de donde se siente "hijo adoptivo". Su vida parece inspirar la Marco, el nostálgico dibujo animado que se veía obligado a viajar a Argentina en busca de su madre. Eduardo se quedó a cargo de su abuelo, hasta que a los 7 años se subió al barco "Weser" para volver a reunirse con su madre en Buenos Aires.

"Me llevó mi abuelo a Vilagarcía. Me tuvieron que acercar en un barco más pequeño. Dieciocho días duró el viaje e iba a cargo de una camarera de la compañía del trasatlántico para volver a ver a mi madre después de dos años". Allí llegó apenas unos meses después de la revolución para acabar el colegio. "Mi madre me preguntó si quería estudiar o trabajar, pero le dije que no valía para estudiar así que con 12 años me metí a trabajar en una panadería y mientras fue al colegio industrial para aprender electrotécnica hasta que me independicé y trabajé como electricista autónomo" comenta Eduardo.

Tras la Guerra Civil, Eduardo perdió el contacto con su familia gallega. Tampoco tuvo mujer e hijos en Argentina y que ahora "lamenta" haber dejado "varias oportunidades para hacerlo", explica. Entre medias, una historia inconfesable enterrada por el tiempo y que sacaba a la luz ayer: el de un amor que no pudo ser. "Ella era maestra y dentista, en las reuniones yo sería un 0. No me casé con ella porque sentía que no iba a estar a la altura", comenta con un tono melancólico. No fue hasta que un comercial pontevedrés investigó que conocía a una parienta suya hasta que descubrió que tenía familia en Pontevedra y, tras mucho insistir, se volvió a Pontevedra, donde sigue disfrutando del fútbol del Madrid y, sobre todo, del River Plate.

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