Atrás quedan aquellos tiempos en los que los que los pisos para estudiantes eran los de peor calidad en el mercado de los alquileres. Ahora, los chavales se han vuelto "más exigentes" y no se conforman con cualquier vivienda y reclaman un mínimo de calidad para los meses que van a pasar en Pontevedra durante el desarrollo del curso. Además, no están dispuestos a pagar más de lo que ellos consideran justo, de ahí que la media del precio de una habitación al mes sea de 130 euros, más los gastos derivados de los recibos del agua, la electricidad y el gas.

Así lo aseguran las inmobiliarias de la ciudad, que todavía reciben peticiones de alquiler de los más rezagados.

"Se alquila habitación amueblada en la Avenida de Vigo. Toda exterior y con derecho a cocina equipada. Céntrica. Cerca de las estaciones de tren y bus. Con Wi-fi", reza un cartel con tres números de teléfono móvil de contacto en el tablón de anuncios de la Facultad de Bellas Artes.

No es el único, en la calle Afonso XIII se ofrecen dos pisos, uno de tres habitaciones por 300 euros al mes y otro de cuatro por 400.

"Ahora son bastante más exigentes que hace años, cuando aceptaban cualquier cosa. Ahora piden ascensor y un piso céntrico, si es posible", aseguran desde la inmobiliaria Pedrosa, una afirmación que comparten en Pontehabitat. "La situación ha cambiado porque los estudiantes estaban hartos de vivir en pisos incómodos. Los propietarios no cuidaban nada el mobiliario de estas viviendas, y ahora han tenido que empezar a hacerlo". Entre estas exigencias destaca la de colchones nuevos o pisos con ascensor. Asimismo, se demandan escritorios para el estudio en cada cuarto.

"En realidad, no se puede considerar que sean exigencias en sí, ya que están en su derecho de pedir un mínimo de calidad, como el resto de inquilinos", aseguran, por su parte desde la inmobiliaria Lagar.

Más rentable

Los estudiantes suelen pedir pisos de tres o cuatro dormitorios para compartir, "porque cuantas más habitaciones, más económico les sale", señala una empleada de la inmobiliaria Michelena.

Los precios de este tipo de viviendas suelen oscilar entre los 450 y los 550 euros al mes, aunque también los hay de cerca de 600, los más nuevos y céntricos.

Por lo general, la media que paga un estudiante en un piso compartido es de 130 euros al mes. "Lo mínimo son 115 euros", indican desde Pedrosa.

Son pisos que tienen entre 85 y algo más de 100 metros cuadrados, aunque también hay excepciones y "desde hace un par de años nos llegan estudiantes que quieren pisos para compartir con menos gente, de dos habitaciones", según Lagar.

"Al final, y contrariamente a la mala fama que puedan tener, los estudiantes son los mejores pagadores. El propietario se queda contento porque le pagan todos los meses del curso y en junio la vivienda le queda libre", indican en Michelena.

Normalmente, las inmobiliarias utilizan la figura de los "fiadores solidarios" con los estudiantes, consistente en que los padres de los chavales son los avales de sus hijos. Así, en caso de que uno de ellos falle, el resto tienen la obligación de responder por él.

Además, se exige un mes de alquiler por adelantado y otro de fianza.

La mala fama

"Muchas veces no se fían de los estudiantes porque son gente joven. Además, en nuestro caso, solo por ser de la Facultad de Bellas Artes, ya nos ganamos la mala fama. Los propietarios piensan que les puedes destrozar los muebles", explica la lucense Lúa Pérez, matriculada en segundo curso.

Ella es de las afortunadas que han conseguido una habitación en un piso compartido por 85 euros al mes. Son cuatro chicas en una vivienda de cinco habitaciones de cierta antigüedad en la zona de la Plaza de Toros.

La joven justifica el precio porque "no tenemos ascensor ni calefacción". "Ya tenemos asumido que tendremos que pasar el invierno a base de muchas mantas y calefactores", reconoce.

"Conseguimos esta oportunidad porque una de las compañeras había vivido ya en este piso, y lo dejó apalabrado para este curso también", dice.

En su opinión, vivir fuera de casa tiene sus ventajas, como "sentirte independiente de la familia", pero también su lado menos agradable: "el reparto de las tareas como la limpieza".

Ella y sus compañeras no han tenido problemas con sus vecinos. "Son gente mayor, pero nunca nos han dicho nada por el momento, ni por cuestiones de ruido ni por otros motivos", afirma.

No puede decir lo mismo Diego del Río, de Ferrol, que junto con sus compañeros de piso ya ha recibido el primer toque de atención del curso por parte del resto de inquilinos del edificio.

"Hacíamos fiestas y nos pidieron que no hiciésemos ruido, pero también es cierto que los pisos donde hay chicos tienen peor fama", se queja.

Él paga 137,5 euros al mes por una habitación en un piso de cuatro habitaciones en Loureiro Crespo compartido con otros dos jóvenes y una estudiante. En su caso, no tienen calefacción, pero sí ascensor.

"Dimos con esto después de buscar intensamente en junio. Fueron tres días continuados de búsqueda. Por lo general, tienes que dejarlo ya apalabrado por esa época, al acabar el curso anterior, si no después te puedes volver loco", concluye.