Mi amigo Felipe ya es historia en Pontevedra; así ha de mandarlo nuestra memoria. Porque sus méritos han sido muchos, personales y profesionales. Porque siempre ha sido persona de bien; porque ha sido siempre buena persona.

Recuerdo sus últimos días paseando con su mujer, o sentado en la terraza de una cafetería en La Oliva. Jadeando o no, se levantaba siempre para saludarme; me preguntaba por mi madre y, lo sé, se sentaba después, mas relajado, porque las noticias eran buenas.

La historia de amistad entre nuestra familia y la suya viene de largo. Fueron mi padre y él grandes amigos, y colaboradores. Supieron, entre los dos, que el sentimiento de respeto y cariño se trasladara de manera natural a sus predecesores.

Con ellos, dese aquí, quiero compartir su duelo. Se ha ido un padre, un abuelo, un amigo de muchos. Pontevedra esta de duelo.