La pastelería Solla es uno de los negocios más antiguos de la calle Michelena y se encuentra en el medio de la misma. El local fue abierto al público por el hombre que le da su nombre, Ernesto Solla Tobío, al que aún es frecuente ver en su interior leyendo la prensa.

"Recuerdo perfectamente el día en que abrí la pastelería, porque era un domingo de las fiestas de A Peregrina y ya tuvimos mucha gente. Muchos de ellos siguen viniendo hoy día", explica.

Era el mes de agosto del año 1967 y Ernesto Solla había adquirido unos metros de local que, con el tiempo, amplió hasta convertirlo en la que es la confitería actual, "tras comprar el de un sastre que había aquí al lado y que se jubiló".