Composteros individuales o familiares en aquellas viviendas que dispongan de al menos 500 metros cuadrados de huerta o jardín en la que instalar el recipiente y utilizar después el compost obtenido. Composteros colectivos, para agrupaciones de un máximo de 700 personas en determinados barrios y parroquias del municipio, que se instalarían en suelo público y bajo la coordinación de un maestro compostero. Y, por último, la futura planta de compostaje de Canicouva para tratar un máximo de 6.000 toneladas al año de materia orgánica, toda aquella que no sea tratada mediante los dos primeros sistemas.

Esta es la fórmula en la que trabaja el Concello para su plan de recogida de basuras a partir de 2017, un sistema ideado en la Diputación por su vicepresidente, César Mosquera, y que, por supuesto, ha sido plenamente asumido por el gobierno local. De hecho, entre sus planes a corto plazo ya figura la convocatoria de un plazo para que aquellos colectivos interesados puedan hacerse cargo de estos composteros comunitarios. El objetivo es que mediante estos modelos de gestión directa de los propios vecinos, se elimine del circuito un notable porcentaje de materia orgánica, de modo que no sea necesario proceder a su recogida y transporte hasta Canicouva, la parte más cara del proceso.

El concejal y vicepresidente de la Diputación, César Mosquera, señala que los informes sobre la materia aconsejan "descentralizar todo lo posible el tratamiento para evitar que la basura se lleve de un lado a otro por Galicia o la provincia", como ocurre ahora con el modelo de Sogama, centrado en la planta de Cerceda y que obliga a los municipios a pagar 80 euros por tonelada tratada. Según sus cálculos, un compostero individual "cuenta cien euros, y su supervisión, 20 euros al año, por lo que se amortiza enseguida". El sistema colectivo, para agrupaciones entre 300 y 700 habitantes, "es más caro" ya que precisa de un maestro compostero (como los que quiere formar la Diputación en los próximos meses), suelo disponible y otras condiciones, pero el coste "es muy asumible". La pretensión es que de las 15.000 toneladas de materia orgánica que genera actualmente cada año la ciudad, al menos la mitad se reutilicen por estas dos vías de compostaje, por lo que se trabaja con comunidades de montes y asociaciones de vecinos para que impulsen directamente esas instalaciones comunitarias. En municipios como Moraña, Caldas y Barro ya hay planes en marcha, según Mosquera.

Recogida

La planta de Canicouva quedaría como tercera y última vía, con una previsión de tratar unas 6.000 toneladas al año, una cifra aún provisional ya que podrían sumarse dos o tres municipios próximos. Al margen de la ejecución y gestión de esa instalación, el principal problema sería la separación en origen de la materia orgánica y su recogida en la calle. En el primer casi se aboga por la concienciación de los ciudadanos, pero en el segundo todavía se estudia cual puede ser la mejor fórmula, sobre la base de modelos ya asentados como en Cataluña, Navarra, Italia o Austria, algunos de ellos visitados ya por técnicos y políticos de toda la provincia. Una opción es colocar un contenedor más, de color marrón, en la calle, pero tiene desventajas, por lo que también se baraja la recogida puerta a puerta a puerta, que es más cara.

Mosquera insiste en que la planta de Canicouva no es la única que se baraja y ya están sobre la mesa soluciones parecidas en comarcas como Baixo Miño, Morrazo, Ponteareas, Salnés y Deza, entre otras.