José Antonio Lusquiños Bustelo, el vecino de Soutomaior de 34 años y autor confeso de la muerte de la vecina de Pontesampaio Concepción Reguera Peón, ya había sido denunciado anteriormente por supuestos malos tratos por una anterior pareja sentimental, según confirmaron fuentes policiales y judiciales. De hecho, a la Policía Nacional le llamó la atención este hecho del que deja constancia expresa en el atestado que remitió al juzgado de guardia el mismo día que puso a disposición al detenido.

Las fuentes consultadas señalaron, no obstante, que no hay constancia de que aquella denuncia hubiera derivado en algún tipo de condena por asuntos de violencia de género contra el detenido, dado que inicialmente José Antonio Lusquiños tiene su expediente de antecedentes penales "completamente limpio". Esta denuncia sí quedó reflejada en los archivos policiales de tal forma que los agentes enseguida incorporaron este hecho a la investigación por si pudiera tener relevancia para el caso. Lusquiños Bustelo tiene una hija fruto de una relación anterior con otra mujer.

Allegados y vecinos de Pontesampaio explicaban en los últimos días que José Antonio Lusquiños había iniciado una relación con Concepción Reguera a principios de este mismo año pero dicho noviazgo se rompió en verano. Distintas versiones apuntan a que el presunto homicida no habría encajado bien este final de la relación y siguió presionando a Conchi para que volviesen con distintos mensajes que llegaron incluso a incomodarla, aunque no hasta el punto de presagiar el fatal desenlace que se produjo el sábado.

Lo que sí dejó claro el Tribunal Superior de Justicia de Galicia desde que se conoció la muerte a puñaladas de Conchi Reguera por parte de su exnovio (según él mismo confesó), es que no había ningún tipo de denuncia previa por malos tratos por parte de la vecina de Pontesampaio a la que supuestamente su expareja "cosió a puñaladas" en la madrugada del pasado sábado, según manifestó un testigo de los hechos.

Pocos datos más van trascendiendo de una investigación que, aunque se da casi por cerrada en el aspecto policial, se sigue llevando con secretismo. La localización de la navaja que habría utilizado José Antonio Lusquiños para cometer el crimen es uno de los pocos cabos sin atar, aunque su aparición no se considera un hecho decisivo para la investigación tras la confesión del autor de los hechos y otro material probatorio existente. A pesar de que Lusquiños indicó una zona de monte en la que se habría desecho del arma, esta sigue sin aparecer.

En cuanto a la instrucción judicial, el caso está pendiente ahora de la declaración de los testigos ante la magistrada especializada en violencia de género y la elaboración de los informes psicológicos del acusado, de quien se sabe que solicitó ser examinado por un médico después de ser detenido. También habrá que esperar a los resultados de los distintos laboratorios de las numerosas pruebas e indicios hallados, como las prendas manchadas de sangre que fueron localizadas por la Policía Nacional en los registros e inspecciones practicadas.