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Juan Vaca: "El Monasterio tiene pocos secretos, pero tiene muchos rincones por descubrir"

"No sé si nuestro albariño está inspirado por el Espíritu Santo", bromea en su despedida

Padre Juan Vaca, prior del Monasterio. // Gustavo Santos

Tras nueve años al cargo de la sede más importante de los mercedarios gallegos, Juan Vaca, el prior del Monasterio de Poio deja el municipio. Organizado con dos de las asociaciones con las que más colaboró, San Cristóbal y la Coral Polifónica de Poio, los vecinos rinden homenaje a su párroco este domingo, con una misa oficiada por el propio homenajeado y cantada por la coral y una comida a las 14.45 horas en Casa Otilio para el que se abre el plazo de reserva en el teléfono 986 770 292 con el coste de 25 euros por persona.

-¿Por qué puesto deja Poio?

-Me destinan a Madrid de superior de la comunidad y párroco en la Basílica Hispanoamérica de la Merced. Es más o menos como Poio, con siete religiosos. Hoy en día es un número normal.

- Estos días ya está con medio pie en Madrid ¿Ha tenido tiempo para saber lo que más echará de menos de Poio?

-Claro que lo echaré de menos. Pero vendré de vacaciones. Poio deja huella. Echaré de menos Galicia, sus paisajes, su gastronomía... pero sobre todo su gente. Lo que no echaré tanto de menos es la lluvia.

-¿Cómo es el estar a cargo del Monasterio de Poio? ¿Sería la sede mercedaria en Galicia?

-En Galicia es donde está la mayoría de las casas mercedarias de España. Muchos estudian aquí, hacen el noviciario como es mi caso y es donde se celebran reuniones. Es la casa común de muchos más mercedarios que los que están en Poio todo el año y se le tiene un especial cariño porque aquí puede hablar con mercedarios que no ves, que estuvieron en África o América. Ha significado mucho estar en la casa de Poio, en lo religioso, pero también en el resto.

-Además compaginaba su labor como párroco...

-Llevé San Xoán en el último año también Campañó y Curro. La conexión con todos es muy buena. Estoy encantado de haber sido su párroco. Le tengo especial cariño a Campelo (donde tiene más feligreses), por como me trató en general, pero también en toda la parroquia.

-¿Cómo fue el día a día en la parroquia?

-Intentamos que sea muy colaborativo. Puedo decir que participó mucha gente y eso es bueno.

-La Coral de Poio y la asociación San Cristóbal siempre destacan su especial colaboración...

-La relación es especial, de mucha cercanía y con los dos colectivos conectamos con mucha facilidad. Me hice sacerdote para servir.

-Antes de dejar el priorato, cuente, ¿qué secretos guarda el monasterio de Poio?

-El Monasterio tiene pocos secretos, pero tiene muchos rincones por descubrir. Es una suerte que esté totalmente abierto a la gente, todos pueden disfrutar de este tesoro. Tenemos una gran biblioteca, que por desgracia no viene mucha gente porque es muy especializada, es sobre todo para investigadores. Lo de la huerta se comparte, tenemos el vivero de castañas...

-Los vecinos de Poio que lo probaron dicen que el albariño del monasterio está especialmente rico. ¿Es cierto, lo que dice la gente de que está tan bueno por lo mucho que le rezan?

-Se intenta que salga bueno, pero no sé si nuestro albariño está inspirado por el Espíritu Santo (se ríe). Creo que el truco es el cariño y el tesón a la hora de hacerlo.

-¿Qué espina le queda por hacer en el Monasterio?

-Me voy satisfecho totalmente. Con la gente he estado muy unido, muy cercano. Esa conexión hace que todo sea fácil. No dejo ninguna espina pero la puerta siempre está abierta a volver.

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