"Senso Sublime" es el título de la exposición que Sergio Portela tiene en el Sexto Edificio de Pontevedra hasta el 8 de noviembre. Son más de 70 obras fruto del trabajo de toda una vida. Escultura, pintura, fotografía para mostrar a un artista autodidacta que ha recorrido medio mundo.

-Su gran exposición... ¿Qué deberíamos destacar de esta muestra?

-Bueno, primero que es una satisfacción enorme y una bendición el hecho de poder exponer mi trabajo de 27 años en la ciudad en la que resido. El algo fantástico también por la gran cantidad de personas amigas que van a poder verlo.

-De todas las disciplinas que muestra aquí, ¿con cuál se siente más cómodo?

-No. Esa disciplina no está aquí. No se puede exponer. Es la de la sanación, a la que me he dedicado mucho tiempo. Es la que más me reconforta porque supone saber que a partir de un daño se puede hacer un bien.

-¿Cómo se inició en ello?

-Durante dos años y medio estuve estudiando el tema de la sanación con médicos cubanos, que me enseñaron a saber sobre lo que se ve y sobre lo que no se ve y, sobre todo, sobre cómo funcionan las energías internas del cuerpo.

-¿Reiki?

-En su momento se llamaba biopsónica. Es una reinterpretación del cuerpo humano y cómo equilibrarlo hacia una sanación.

-Esos conocimientos le influirían a la hora de crear...

-Por supuesto. Te das cuenta de que la materia es visible. Al ojo humano le llega, además de todas las gamas del espectro, una amplitud de conciencia.

-Después de esto, solo queda pensar que lleva una vida muy sana...

-Lo que intento es llevar una vida equilibrada, porque lo que es sano, sano es imposible. Uno trata de vivir dentro de ese equilibro. Si vives en un sitio donde hay mucho veneno, tienes que ir poquito a poco tomando veneno para acostumbrarte, si no te morirías rápido.

-¿Y en Pontevedra? ¿Cree que se puede vivir bien?

-Pontevedra es una ciudad muy pequeña que nada tiene que ver con ciudades como Madrid, Valencia o Barcelona. Yo he visto ciudades en el mundo que tienen más de veinte millones de personas, como México DF o São Paulo. El estar aquí te permite un acercamiento a las personas con las que convives habitualmente. Es como una familia grande.

-¿Cómo se lleva regresar a una ciudad de este tamaño después de haber viajado tanto? ¿Le agobia o lo agradece?

-En la India todos los ojos se te llenan de gente, casi no ves espacio libre. Cuando llegas aquí notas un vacío enorme. Pero te adaptas, porque el ser humano se adapta a todo.

-Hace unos días dijo que la solidaridad de la India le recordaba a la de España...

-En España se han visto sistemáticamente gestos de solidaridad, que demuestran que la gente se vuelca con los demás. Lo vimos con el 11-M, con el accidente de Angrois... Eso no ocurre en muchos sitios del mundo. En lugares como Sudáfrica, lo primero que haría la gente sería escaparse y encerrarse en sus casas. En Estados Unidos también pasaría lo mismo.

-Todas esas vivencias las habrá reflejado en esta exposición. ¿Cómo la ha estructurado?

-La primera parte está dedicada a procesos sin terminar. La segunda, a pintura y la tercera, a fotografía y escultura.

-¿Cuál puede ser la parte mejor entendida por el gran público?

-Cualquiera de ellas. Las personas entienden mucho más de lo que se cree. Aquí no hay nada abstracto. En una figura humana, todo el mundo sabe donde queda el ombligo. Y si tu colocas un ombligo fuera de lugar, hasta un niño te llamaría la atención.

-Alguna obra en concreto que sea su favorita...

-No. Hay unas mejor hechas, otras peor hechas. Unas más acertadas, otras que no... Pero, en definitiva, todo lo que está aquí tiene una mínima calidad para ser expuesto.

-¿Dónde guarda tal cantidad de obras?

-Hay algunas que son de particulares, que se han vendido, y otras las tengo yo en el taller.

-¿Le molesta que se asocie su nombre al de su padre?

-En absoluto. Como ya he dicho en otras ocasiones, no me molesta. Sobre todo si se reconoce que uno es hijo de dos personas. En mi caso de mi madre, Pascuala, y de mi padre, César. Yo soy padre de Alán y Candela.

-¿Cree que Pontevedra ha reconocido en todo este tiempo su obra?

-Siempre he sido muy bien tratado. El Concello me encargó la escultura en honor a los mártires a los fusilados del 12 de noviembre. Lo agradecí mucho porque era un tema muy serio, de un calado emocional muy profundo.

-¿Fue difícil?

-Mucho, porque es un espacio lúdico, abierto, al que tienen acceso los niños. La gente tiene derecho a convivir todo el año con un recuerdo, con la memoria, pero no que les resulte triste.

-¿Qué tiene en mente ahora? ¿Algún proyecto? ¿Algún viaje?

-A mí lo que me gustaría es poder llegar a hacer un parque, como el Vigeland de Oslo, con esculturas, en el que la gente va allí a disfrutarlo. Yo soy un defensor de la obra pública, y eso que en estos momentos es muy difícil de hacer.

-Aquí ya tenemos la Illa das Esculturas...

-Sí... no quiero entrar a criticarla. La idea es muy buena, porque puso un espacio a disposición de la cultura. De hecho, hay que reconocer que en estos últimos años ha cambiado mucho para bien, porque antes era algo cochambroso, un lugar peligroso. Ahora, por fin, se puede disfrutar. Tenemos que aprender de los ingleses y disfrutar de los espacios públicos. El país es nuestro, pese a que las grandes multinacionales se lo quieran comer con patatas.

-¿Qué espera de esta exposición?

-Que todo el mundo pueda disfrutarla. Ver que, con esfuerzo y cariño, se puede hacer algo para hacer disfrutar a los demás.