"No recuerdo la primera vez que oí hablar de mi abuelo", señala Valentín García Bóveda, "lo que si recuerdo ya con 7 u 8 años no era hablar de mi abuelo en casa, que era normal, sino de ir por la calle con mi abuela y que le hablaban de él, e incluso hablaba mucho de él la hija de Filgueira, Tere Filgueira, que era mi profesora de gallego y siempre decía que era un orgullo tener un Bóveda en su clase".

-Con poco más de 30 años su abuelo era capaz de disertar 5 horas seguidas sobre el Estatuto sin consultar sus notas ¿cómo era más allá de la eminencia que conocemos?

-Entonces no se hacían las pruebas para determinar si era un superdotado, pero viendo empíricamente lo que consiguió hacer hasta los 33 años, la creación de la Caja, el Estatuto etc, lo era, tristemente a Bóveda se le conoce más por su martirio que por sus numerosos logros en vida, es algo que intentamos cambiar. Pero más allá de esa gigantesca habilidad para los números tenía muy claro su objetivo, de modo que podía hablar de ello muy bien e irrefutablemente. Y se conoce poco su carácter conciliador, de hecho esa subida del Partido Galeguista de 300 a 3.000 afiliados en meses se debió a eso, cuando hablaba era extremadamente dialogante, incluso con la escisión de Filgueira. Los jóvenes de entonces, como Avelino Pousa Antelo o Isaac Díaz Pardo, recordaban como hablaba y, sobre todo, como conseguía unir en el partido diferentes opiniones, conciliarlas para que todos trabajasen con un objetivo común, dejando de lado las ambiciones personales, justamente lo contrario de lo que ocurre ahora en la política gallega.

-Un talante diferente del que se estila en la política actual, tan bronca

-Indudablemente, no se si es porque eran gentes con vidas más sacrificadas, las condiciones de vida en los años veinte y treinta eran duras y fue una generación, porque no fue solo el caso de Bóveda, capaz de ceder muchísimo personalmente, de hacer cesiones absolutas de si mismos para conseguir un objetivo común, lograr una Galicia como nación y sobre todo pensando en la sociedad. Eso sorprende porque ahora muchas veces vemos como funciona la política y nos damos cuenta de que casi en lo último que piensan es en la sociedad, después lo venderán como quieran, pero esa es la percepción que tenemos los ciudadanos.

-Era una persona muy religiosa.

-Totalmente, era un cristiano de base, profundamente creyente, pero siempre dejó claro que la religión es algo personal, no algo que pudiese imponerse sino un tema privado. Nos dio poco tiempo a conocerlo, incluso sus coetáneos, pero pienso que esa base cristiana pudo ayudarle cuando tenía que conciliar distintas perspectivas, estoy convencido de que esa práctica de cesión de la persona, que es una práctica cristiana absoluta, le sirvió; mezclando esa clave y sus ideales de mejorar la vida de las personas y de amor por Galicia, explican por qué Bóveda era como era.

-¿Estaba muerto antes de empezar la farsa de consejo de guerra?

-Sí, lo estaba, con él no tuvieron esa tolerancia cristiana. Estaba efectivamente muerto antes, cuando como abogado defensor le asignan un militar que pertenecía a los militares alzados ya se puede anticipar que las garantías de defensa jurídica son absurdas. A mayores ya conocemos hoy en día que había una directriz del general Mola de que había que sembrar el terror, es una táctica militar, coger a los cabecillas y sin darles oportunidad, con una farsa de juicio, acabar con ellos. ¿Qué se lograba con eso? Que todos pensasen, si a Bóveda que lo era todo en la Pontevedra de entonces no tuvo oportunidad, qué será de un ciudadano cualquiera.

-¿Cómo recibe la familia la rehabilitación?

-Por un lado nos emociona porque mi abuela Amalia murió sin verlo, y ella tenía dos objetivos en los últimos años de su vida, que algún día se anulase el proceso, estaba muy dolida de que hubiese llegado la democracia y su marido siguiese figurando como muerto por traidor a la patria, y después conseguir un 17 de agosto unitario, unido al lado de las víctimas, fuera de partidismos. Estamos en el camino de conseguir los dos, la rehabilitación no anula el proceso sumarísimo, que es un canal judicial que tenemos que seguir, pero si es un paso. Por lo demás ¿perdonar a Bóveda? Tendríamos que ser las víctimas quienes perdonásemos al Estado por habernos abandonado.

-¿Tuvo oportunidad de escapar?

-La tuvo, el día en que lo detuvieron durmió en casa de su suegro en la calle Oliva, no estaba vigilado y pudo huir efectivamente, pero nos quedamos con la duda de si se quedó porque como no había hecho nada creía que tendría un juicio y saldría no inocente pero al menos sin pena de muerte o, sabedor de que le caería la pena de muerte, se quedó igual. En una entrevista que le hizo Xosé Fortes a Filgueira éste cuenta que lo avisó de que Sánchez Cantón se había puesto en contacto para advertir que lo iban a asesinar y a pesar de todo se quedó. Es otra de las grandezas y también la relaciono con su ser cristiano, esa idea de yo no hice nada y tengo que asumir que si me matan por una causa tendré que morir por ella, eso es un martirio, morir por tu causa.

-"Fixen canto puiden por Galicia e mais faría se poidese, se non podo, ata gustaría de morrer con ela". Conmueve oír su declaración y estremece su valor...

-Si, lo oigo y aún me emociona, realmente si lo ponemos en el contexto es de una valentía supina, siempre digo que de todos los que vivimos actualmente en Pontevedra volvería a salir un único Bóveda, el resto nos acobardamos y empezaríamos a suplicar por favor que no me maten. En cambio asumir esa pena, con esa injusticia además, sorprende, pero no tanto si analizas la trayectoria de Bóveda y comprendes que su coherencia lo llevó toda su vida por un camino, por ejemplo, a abandonar la dirección de la Caja de Pontevedra porque el consejo se politiza. ¿Quién hoy renunciaría a un gran sueldo por coherencia?