Entre 1917 y 1935 el pontevedrés Ramón Sobrino Buigas recorre Galicia documentando petroglifos, una ingente labor que culminaría con el monumental "Corpus Petroglyphorum Gallaeciae", en el que por primera vez se dan a conocer al público los petroglifos de Campo Lameiro. En el siglo siguiente, decenas de investigadores han profundizado en este extraordinario legado que nos habla de nuestros antepasados de hace 4.000 años y que hoy aspira a convertirse en Patrimonio de la Humanidad.

"Reúne totalmente las condiciones de excelencia y gran singularidad que exige la Unesco", señala Jordi Treserras, consultor cultural internacional encargado de diseñar las nuevas lineas de trabajo del parque. Éste nació para ser un centro de difusión, pero también de investigación, transferencia de conocimientos e intercambios de experiencias con otros centros culturales.

A ello contribuye decisivamente desde 2010 el hecho de que el parque haya sido incluido en el Itinerario Cultural Camiños da Arte Rupestre Prehistórica, reconocido como Itinerario Cultural del Consello de Europa. Pasaba así a formar parte de una red internacional de centros que basan su oferta en el arte prehistórico.

En el caso del parque de Campo Lameiro, la oferta se reparte en cerca de 22 hectáreas de terrenos de titularidad pública, el epicentro de lo que en principio se llamó arte rupestre "gallego" y que especialistas como De la Peña Santos y Aparicio piensan en rebautizar como "arte rupestre de las Rías Baixas", dado que aquí se concentran las manifestaciones más espectaculares.

Y para verlas, se propone un itinerario "por un espacio caracterizado por la alta densidad de petroglifos", resumen los responsables del parque, "de lo que se trata es de observar algunos de los más relevantes ejemplos de arte rupestre, de comprender sus patrones de distribución y su vinculación a determinados mitos del paisaje, en definitiva, de pasear, observar y de gozar".

"Todos los petroglifos están en su emplazamiento original", explica Elena Taboada, guía del parque, "y a mayores de esta visita que en su mayor parte es exterior está el centro de interpretación, con una exposición permanente para gente que prefiere hacer la visita por libre".

Pueden conocer más de cómo era la sociedad que, aproximadamente dos mil años antes de Cristo, realizó los petroglifos, en una época intermedia entre el Neolítico y el mundo castrexo. Sabemos poco de esas comunidades humanas, pero si que "se empieza a marcar la desigualdad social, en los petroglifos no hay escenas de la vida cotidiana sino elementos que tienen más que ver con el mundo simbólico de los más poderosos".

Se representan armas y cazadores (la caza es una actividad simbólica central) y ciervos, pero no animales domésticos "a pesar de que viven de la ganadería y la agricultura, pero es en el mundo simbólico donde la caza se asocia al prestigio", indica Elena Taboada.

Buena prueba de todo ello son las tres estrellas, la Laxe da Forneiriña, el Outeiro dos Cogoludos y, especialmente la Laxe dos Carballos, uno de los mejores petrofliglos de Galicia: una gran escena de caza sobre una piedra de 60 metros cuadrados con un bello ciervo de grandes astas con varias lanzas clavadas.

Cuando fue grabado, hacía miles de años que el hombre dominaba la perspectiva (de hecho en esta Laxe aparecen ciervos más alejados) y era capaz de realizar mapas para explicar a sus compañeros la ubicación de las mejoras zonas de caza.

"Es único en Galicia, estuvo enterrado, una vez que cambió la sociedad y que dejó de representar algo fue tapado con tierra y no fue desenterrado hasta 1981, cuando fue encontrado por casualidad".

Su grado de conservación es muy alto (los petroglifos están muy afectados por la erosión, incendios etc. que los han ido desdibujando, mientras en la Laxe dos Carballos el grabado es muy profundo.

Otra de las conclusiones al aproximarnos a estas sociedades son sus numerosas relaciones por mar con otros pueblos, que se prueban en el comercio de metales y de diferentes objetos. "Mar y ríos siempre fueron caminos, no barreras", señala la guía.

También destaca el hecho de que la temática se repita en toda la fachada atlántica, puede que estéticamente y la técnica difieran pero se mantienen los temas: motivos geométricos, círculos concéntricos, guerreros, armas... Y si en el sur el ciervo es el arquetipo del animal de caza, más al norte es sustituido por el alce.

"Todo ello nos habla de sociedades relacionadas, comunicadas por el Atlántico y los ríos, y que viven un proceso social semejante de jerarquización".

De los poblados originales de las comunidades que grabaron estos petroglifos solo quedan algunas cimentaciones, así que el parque propone una reconstrucción para que el visitante "se haga una idea de cómo vivían y los materiales que usaban para construir, como madera o paja".

Se redondea así una visita que quiere ser una oportunidad para recrear la mirada, disfrutar del paisaje, el olor y el tiempo, el nuestro y el de nuestros antepasados que grabaron ese ciervo mágico, sin dejar de lado la enseñanza del gran Sampedro: el tiempo no es oro, el oro en realidad no vale nada, el tiempo es vida.