Gabriel Mosquera Pombo es hoy Gabriel del Rostro de Cristo Crucificado. Este joven originario de Cuntis (al igual que su familia), estudiante de cuarto año de Ingeniería de Telecomunicaciones, que disfrutaba de la compañía de sus amigos, del cine, de viajar, de la fotografía o de la música, decidió un día "borrar" todo lo que había sido su vida para ingresar en la polémica Orden y Mandato de San Miguel Arcángel. En una semana se dio de baja en la universidad, canceló sus cuentas bancarias y vació el piso en el que vivía con otros dos amigos en Vigo e ingresó en la orden, muy a pesar de su familia, que es quien ahora relata estos hechos. Desde entonces su madre explica que apenas lo pueden ver y que nunca más han cruzado una palabra con él a solas, sus diálogos (incluso por teléfono) son siempre en presencia de un tercer miembro de los "miguelianos".

Esto ocurrió el 18 de abril de 2009, pero antes, desde 2006, esta familia ya venía denunciando de ante la Iglesia las prácticas de la asociación vinculada a esta orden y que ellos califican de "sectarias". Todo comienza en torno al herbolario y la consulta en la que, dicen, el fundador de la Orden recientemente apartado por la Iglesia, Miguel Rosendo, supuestamente prestaba servicios de "vidente" en la calle Cruz Blanca de Vigo. En las cartas remitidas a la Iglesia, Marisol Pombo y Emilio Mosquera explicaban que ya entonces su hijo llegaba al extremo de pedirle aprobación al fundador incluso de las relaciones personales que debía mantener, es decir, sobre las chicas con las que podía salir o no.

Una vez que Gabriel ingresó en la orden en 2009, intentaron entender como era la vida de su hijo allí, pero solo recibían "vaguedades a modo de respuesta". "Eso sí, la persona que le acompañaba se encargó de dejarnos bien claro que ya no éramos parte de su familia y que el alejamiento era necesario para que pudiera vivir plenamente su vocación", explicó Marisol Pombo. "Nos decían que no debía estar a solas con nosotros para que no infectásemos su fe". Tampoco le podían entregar ningún objeto a modo de recuerdo "dado que pasaría a ser posesión de la orden sin garantizar que finalmente pasara a manos de nuestro hijo", indican. Ayer esta familia aseguró que él tan solo les pidió aportaciones para la orden, la voluntad, pero dicen tener constancia de otras familias que han perdido un gran patrimonio por su relación con esta organización.

Desde que ingresó en la Orden y Mandato de San Miguel Arcángel, los contactos con la familia se reducen al máximo. Una conversación telefónica de 20 minutos con todos los miembros de la familia al mes y una visita cada cuatro meses, siempre bajo supervisión de la orden y que no siempre se cumple, es todo lo que pueden relacionarse con Gabriel. Ni siquiera ante la muerte de su abuelo o de un primo suyo muy cercano las visitas son más pausadas. Llegó acompañado de miembros de la orden para el funeral y se despidió a la salida del cementerio. "Nadie pudo disfrutar de unas palabras a solas con él" .

Cuatro meses después de ingresar en la orden, cuando lo visitan en la casa de Oia, se sienten desolados, "parecíamos extraños para Gabriel", "nada de lo que pudiéramos decir o hacer parecía tener importancia para él", insiste su madre.

Llegaron a renunciar a la lucha e intentaron seguir adelante con sus vidas, "intentando convencernos de que Gabriel era tan feliz como nos decía y que debíamos respetar su decisión", pero todo esto resultó "lógicamente imposible". A día de hoy desconocen la dirección exacta en la que vive su hijo en Madrid. Dicen que Gabriel sigue convencido de que es su familia la que está equivocada y de hecho "se tomó muy mal" esta comparecencia ante los medios. "Sabemos que después de esto te van a transmitir que tu familia quiere arruinarte la vida, apartándote de lo que amas y te hace feliz", le dicen. "Sabemos que a partir de hoy vamos a ser como el mismo demonio para ti, pero también necesitamos estar en paz con nuestra conciencia, dejar de fingir que estamos de acuerdo con tu forma de vida, dejar de aparentar que esas conversaciones telefónicas vacías de todo contenido nos llenan realmente, dejar de callar cuando nos dices que no sabes cómo se llama la universidad en la que estudias actualmente o que no te acuerdas de la dirección en la que vives", añaden. "Nos sabemos si estamos preparados para la tormenta emocional que se nos viene encima a partir de hoy, pero sí sabemos que necesitamos dar este paso y transmitirte que todo lo hacemos por ti (por difícil que te resulte entenderlo)", dicen, mientras lo esperan con los "brazos abiertos".

Soledad Pombo, su marido Emilio Mosquera y el hermano de Gabriel, David, comparecieron ayer y explicaron que forman parte de una plataforma con otras 14 familias que están en su misma situación y que padecen un "calvario" similar. Sin embargo, explican que hablan a título particular, ya que muchos de los afectados no quieren salir a la luz pública "por miedo".

A raíz de las averiguaciones realizadas por el sacerdote que estaba a cargo de la Orden y que decidió alertar de las supuestas irregularidades por él observadas, estas familias decidieron contratar a una empresa privada, Investigación Zentral, que presentó un informe de conclusiones indicando que "cabe la posibilidad" de que la orden se trate "de una secta destructiva, detectando indicios de posible fraude fiscal y posibles abusos sexuales" entre otros. También se quejan de la falta de "amparo" por parte de la Iglesia y les pide que le "devuelvan" a su hijo. Creen que debe ser la Iglesia, así como profesionales psicólogos, los únicos que le pueden "devolver" a su hijo. Para ellos es la propia Iglesia "la única que puede convencerle de que está equivocado".