Una investigación privada realizada por los familiares de miembros de la asociación Orden y Mandato de San Miguel Arcángel detectó indicios de posible fraude fiscal y abusos sexuales y alerta de la posibilidad de que se trate de una secta destructiva.

Los familiares de un miembro de la orden, vecinos de Cuntis (Pontevedra) decidieron romper el silencio para dar a conocer el sufrimiento que han padecido durante estos años que ellos definen como una especie de "secuestro" de su hijo Gabriel por parte de esta supuesta secta. Forman parte de un colectivo de 14 familias afectadas, la mayoría de la provincia de Pontevedra, aunque destacaron que comparecieron tan solo a título particular y no en representación de todas ellas.

Confirmaron que fue la investigación realizada por una agencia privada y en la que se detectaron estos indicios de delitos la que presentó la denuncia ante los juzgados de Tui que ha permitido judicializar el caso. Encargaron esta investigación privada una vez que se detectaron irregularidades por parte del seglar vigués a cargo de la Orden, Feliciano Miguel Rosendo da Silva, además de las sospechas y testimonios que ellos tenían desde hace tiempo.

A nivel personal, Marisol Pombo, su esposo Emilio Mosquera y el hijo de ambos David relataron ante los medios su "sufrimiento, desolación, impotencia, soledad y tristeza en la que está sumida nuestra familia desde hace años", cuando su hijo Gabriel entró en contacto con esta asociación.

Gabriel, ingresó el 18 de abril de 2006 en la Orden y Mandato de San Miguel Arcángel, con el nombre de Gabriel del Rostro de Cristo Crucificado. No quiso escuchar los intentos de la familia por disuadirle de tomar esta decisión, de tal forma que un joven cuya vocación habían sido siempre las telecomunicaciones se dió de baja en la universidad de Vigo y retiró las pertenencias del piso de estudiantes que ocupaba con dos amigos para atender "la que él denominaba como llamada del señor". Explican que ya no lo volvieron a ver más hasta cuatro meses después. A partir de entonces nunca más volvieron a hablar a solas con él, siempre con alguien de la Orden presente en sus conversaciones. Pese a que intentaban entender como era la vida de su hijo en la orden, solo recibían "vaguedades a modo de respuesta".

"Eso sí, la persona que le acompañaba se encargó de dejarnos bien claro que ya no éramos parte de su familia y que el alejamiento era necesario para que pudiera vivir plenamente su vocación", explicó Marisol Pombo. Tampoco le podían entregar ningún objeto a modo de recuerdo dado que pasaría a ser posesión de la orden sin garantizar que finalmente pasara a manos de nuestro hijo", indican. "Nos decían que no debía estar a solas con nosotros para que no infectásemos su fe", "no podemos describir la desolación que sentimos al salir de allí, nos sentimos insignificantes, parecíamos extraños para Gabriel", añade su madre.

El 18 de cada mes Gabriel mantenía una conversación telefónica de 20 minutos que tenían que aprovechar todos los miembros de la familia y siempre él acompañado de un tercero. Su madre explica que "se fue alejando cada vez más y al verlo ahora, aunque él sigue diciendo que nos ama, nosotros sentimos tener enfrente a un extraño sin voluntad ni criterio propio".

Durante esos años, aunque había familias que también coincidían con ellos en que no entendían como la Iglesia podría dar su aprobación a una organización que "exige a los religiosos el alejamiento total de sus familias y que acepte como líder a un señor que ejerce como vidente", pero otros les decían que "estábamos equivocados y que dejásemos que nuestro hijo viviera libremente su vocación".

Es por ello que se acabaron por "asumir que nada podíamos hacer para esclarecer lo que a nuestros ojos era evidente, renunciamos a la lucha e intentamos seguir adelante con nuestras vidas, intentando convencernos de que Gabriel era tan feliz como nos decía y que debíamos respetar su decisión". Algo que, reconocieron, "lógicamente, era del todo imposible" dado que cualquier acontecimiento que reunía a toda la familia era para ellos motivo de dolor. Detallaron algunos episodios, como la muerte del abuelo de Gabriel o la de un primo suyo de 21 años con el que creció como si fuese su hermano. "Tanto al funeral de su abuelo como al de su primo asistió acompañado por tres miembros de la Orden. Llegaron a la hora del funeral y se despidieron de todos nosotros a la salida del cementerio. Nadie pudo disfrutar de unas palabras a solas con él", explica la madre de Gabriel.

A día de hoy explican que su hijo, del que saben que está en Madrid -destino que comparte con la exactriz galelga Olalla Oliveros- pero desconocen la dirección exacta, sigue convencido de que es su familia la que está equivocada y de hecho, conocedor de que hoy iban a dar esta conferencia de prensa, aseguran que "se lo tomó muy mal".

"Sabemos que a partir de hoy vamos a ser como el mismo demonio para ti, que vamos a ser repudiados dando sentido una vez más a tu nuevo nombre..., pero también necesitamos estar en paz con nuestra conciencia, dejar de fingir que estamos de acuerdo con tu forma de vida, dejar de aparentar que esas conversaciones telefónicas vacías de todo contenido nos llenan realmente, dejar de callar cuando nos dices que no sabes cómo se llama la universidad en la que estudias actualmente o que no te acuerdas de la dirección en la que vives", añaden.

"Nos sabemos si estamos preparados para la tormenta emocional que se nos viene encima a partir de hoy, pero sí sabemos que necesitamos dar este paso y transmitirte que todo lo hacemos por ti (por difícil que te resulte entenderlo). Nos gustaría pensar que después de esto vas a tener claro que tu familia está dispuesta a hacer cualquier cosa por ti y que en casa te esperamos con los brazos abiertos, a todos nosotros nos gustaría poder volver a disfrutar de tu compañía", finalizan.

También manifiestan que "este tema estaba en conocimiento de la Iglesia desde el año 2006" y que "en ningún momento nos hemos sentido apoyados, ni amparados ante los hechos que estábamos denunciando, que hemos sido ignorados hasta que un sacerdote decidió alertar de las irregularidades observadas, sin haber iniciado hasta entonces ningún tipo de investigación por su parte y hasta que este tema amenazó con salir a la luz pública, no se decide emitir ningún tipo de comunicado por parte de la Iglesia".

De hecho, Marisol Pombo cree que debe ser la Iglesia, así como profesionales psicólogos, los únicos quien le "devuelva" a su hijo. Creen que es la propia Iglesia "la única que puede convencerle de que están equivocados". A su hijo y a los de otras muchas familias que, asegura, están en su misma situación.