Todos los vecinos del lugar de Portela, en Barro, insistían ayer en calificar al matrimonio que formaban Daniel Carballal y Mónica Lorenzo como "bien avenido". Algunos residentes en las casas más próximas a las de la pareja, ubicada en una zona rural del concello de Barro, insistían en que "los dos se llevaban bien" y no tenían constancia de discusiones o peleas entre ellos. Nadie quería hablar de posibles rupturas o separaciones.

Quienes conocían a Mónica y habían hablado con ella recientemente, aseguran que efectivamente ella nunca les refirió que su marido le hubiera causado ningún mal o que discutiese con él. Sin embargo, sí les llegó a referir que el matrimonio no atravesaba su mejor momento y que la pareja estaría pasando por dificultades en su relación sentimental.

Apuntan también a que Daniel pudo no asimilar esta nueva situación y que esto quizá fue el detonante de lo sucedido ayer en el número 53 del lugar de Portela, aunque el verdadero móvil de lo sucedido puede que se lo haya llevado el verdugo de Mónica a la tumba.

En lo que sí coinciden todos los vecinos consultados es que ambos eran "muy trabajadores". Daniel Carballal, de 48 años, había estado empleado durante muchos años en el sector de la construcción hasta que la empresa para la que trabajaba cerró víctima de la crisis. Él fue uno de los 80 trabajadores que quedaron en la calle tras la liquidación de la pontevedresa Construcciones Crespo. Ahora no pasaba por sus mejores momentos a nivel laboral, ya que se encontraba en paro desde el pasado 7 de agosto, lo que no impedía que siguiese trabajando intensamente en la huerta de la casa o con los animales. VecinoS de Barro de toda la vida, lo califican como un hombre de carácter reservado y "algo huraño" pero muy apreciado por todos los vecinos del lugar que ayer se acercaban a la vivienda en estado de shock al conocer lo sucedido. "Todavía no me lo creo, es como si estuviera soñando, no creo que Daniel pudiera haber hecho eso", indicaba un anciano de la zona camino a la vivienda en la que se hallaban los cadáveres.

Mónica Lorenzo había nacido en Marín pero se encontraba perfectamente integrada en Barro, a donde se había ido a vivir tras contraer matrimonio con Daniel hace ya más de 16 años, edad que tiene la hija mayor de la pareja. Desde hacía tiempo trabajaba en el servicio de acompañantes de los autobuses escolares que circulan por la zona, por lo que era muy conocida y apreciada entre los más pequeños. También realizaba trabajos cuidando a personas mayores dependientes.

Además, estaba muy vinculada en el equipo de fútbol femenino de la localidad, en el que jugaba una de sus hijas. Quien la conoce asegura que se trataba de una mujer "comprometida y que trataba de resolver los problemas que tenían los vecinos de Barro". Incluso comentó a varios amigos que estaba a punto de iniciar una campaña de recogida de firmas para que el equipo de fútbol pudiera realizar sus entrenamientos en el pabellón. En ocasiones anteriores había manifestado su malestar por el estado de algunas de las marquesinas del municipio.

Amigos de Mónica explican que, pese a que todo hace indicar que el matrimonio estaba en proceso de separación, ambos continuaban viviendo en la misma casa.