Algo huele a chamusquina en la clausura del matadero. Un mes después de su cierre fulminante por parte de la Consellería de Sanidade, el asunto dista mucho de parecer resuelto. Todo lo contrario. Cada día que pasa se pudre un poco más.

Hasta el momento solo los trabajadores han asomado la cabeza entre la espesa niebla que rodea esos graves incumplimientos sanitarios. Obviamente su principal preocupación se centra en el mantenimiento de los puestos de trabajo ante un futuro cada vez más incierto. Pero están muy solos, o eso se vislumbra al menos. Ni siquiera disponen del apoyo decidido de un sindicato afín que, en otras circunstancias, ya habría puesto el grito en el cielo.

Más que incomprensible resulta la postura de Carnifex, la empresa concesionaria de este servicio municipal. Un mes después de la clausura de sus instalaciones se ignora si ha puesto o no manos a la obra para subsanar esos problemas denunciados. Me temo que está en otra cosa.

Tampoco se entiende muy bien la pasividad mostrada por el equipo de gobierno de Lores. Parece como si todo lo que está pasando con el matadero no fuera cosa suya, pero también lo es. Porque algo tendrá que ver con una concesión municipal. De tratarse otra cuestión menos pestilente ya habría metido baza.

El meollo de la cuestión está en saber a qué espera Carnifex para acondicionar el matadero como es debido y le exige la Consellería de Sanidade, y que es lo que tiene que ocurrir para que el equipo de gobierno de Lores tome de una vez cartas en este asunto que apesta a podrido.