La primera locomotora llegó a Pontevedra en mayo de 1884. Entró en la antigua estación de Campolongo procedente de Redondela y marcaría un cambio social, pero también económico, contribuyendo "de manera notable al desarrollo, transformación y a la superación del aislamiento terrestre" de la ciudad, recuerda José Antonio Quiroga de Paz, comisario de la exposición que desde hoy puede visitarse en el Edificio Sarmiento y que es toda una invitación a sumergirse en la historia ferroviaria española o, llegado el caso, a la nostalgia de los mayores.

De ese mismo 1884 data una de las piezas más antiguas de la exposición, un tren de arrastre de una pieza. Con él, se exhibe en el claustro del Edificio Sarmiento el primer tren eléctrico (hasta entonces eran de cuerda) de España, que data de 1931, la estación más grande que fabricó la mítica fábrica alicantina Payá, también de los años treinta y realizada en dos cuerpos, o el teatrillo Barral de 1916.

Destaca el conjunto de 14 juguetes de la marca Hispalina firmado por hojalateros del Barrio de Gracia de Barcelona, piezas ambicionadas por coleccionistas de todo el mundo, 11 de las cuales se exponen por primera vez.

Los espectadores también tendrán oportunidad de contemplar un tren de madera de 1918. Fue diseñado por Joaquín Torres García, considerado padre del constructivismo y que durante una etapa diseñó juguetes. Los responsables de la exposición explican que "la fábrica para la que trabajaba ardió y quedaron muy pocos ejemplares que ahora están el museos como el MOMA de Nueva York".

Son juguetes, pero como reconoce Antonio Quiroga de Paz, "lo compraban los padres para jugar ellos". No eran precisamente asequibles, sino exclusivos de niños burgueses: hay locomotoras que costaban en el año 1930 hasta 1.800 pesetas, una cifra inasequible para la gran mayoría en la época.

Otra parada obligatoria será el conjunto compuesto por las únicas 11 piezas realizadas por el alemán Enrique Keller (que rivalizó en diseño y calidad con la industria alemana) y entre las que figuran la locomotora y varios coches de pasajeros.

Entre las piezas más significativas también figura el tren Santa Fe, de 1942 y recreaciones de diferentes modelos, por ejemplo de los años sesenta, cuando se pasó a modelos más reducidos de escala en consonancia con los cambios sociales, ya que las familias ocupaban pisos más pequeños y los juguetes debían ocupar menos espacio.

Más modernas son las recreaciones del Talgo realizadas por Ibertrén en los setenta o el Electrotren con su locomotora diesel Renfe de 1980.

"Aquí podemos decir que hay un siglo de historia del juguete ferroviario y sus accesorios", señala el comisario a propósito de la que considera "la exposición más completa que se pueda visitar ahora mismo en España".

La idea con la que seleccionó las piezas era presentar una evolución el tiempo hasta los años ochenta del pasado siglo, del tren pero también de la juguetería y de los materiales utilizados en la misma, "empezando por la hojalata, pasando por la madera, el celuloide y terminando en los años sesenta y setenta en el plástico".

Así, además de trenes hay andenes, depósitos de locomotoras, de agua, despachos de billetes y también estaciones de tren de principios del siglo XX, representativas de un tipo de arquitectura industrial que también definió a la desaparecida estación de Campolongo.

La colección Quiroga-Monte arrancó hace dos décadas. "En un desván familiar casualmente vimos una locomotora, que además está aquí en esta exposición", recuerda José Antonio Quiroga. Ese primer juguete, herencia de un tío, los invitó a él y a su mujer, Covadonga Monte, a iniciar sucesivas investigaciones y compras hasta contar actualmente con 1.500 piezas que hablan de infancia, de historia y también de la vida, esa que tanto se parece a un viaje en tren, con sus paradas, sus sorpresas, algunos pasajeros que un día llamaremos amigos, túneles oscuros, abrazos y despedidas.