Ayer por la mañana dejaba este mundo José Teijeira Martínez (para los amigos que éramos todos, "Pucho Teijeira" ) en la ciudad alemana de Passau donde residía y en cuyo ambiente universitario era toda una autoridad, aunque tuvo siempre corazón y mente en su Marín del alma, cuna de su nacimiento a donde venía cada vez que tenía oportunidad o haciendo valer cualquier motivo por simple que fuese.

Pucho Teijeira se trasladó a Alemania hace ya muchos años y trabajó en la Universidad de Passau estando siempre relacionada su docencia con el idioma español. Sus alumnos, que fueron miles a lo largo de tantos años y, en general, la Universidad de aquel distrito le tenía una gran admiración y respeto ganado por su tesón y por su trabajo docente y amigable de lo que hizo siempre gala.

Creó aquellos cursos estivales que los universitarios de Passau venían a hacer a Marín y consiguió con ello, además de su objetivo de favorecer el aprendizaje de nuestro idioma a los alumnos que año tras año fueron pasando cada verano por aquel famoso curso, dar a conocer a los alemanes por boca de sus propios jóvenes la realidad de nuestro país donde muchos pensaban que andaban los toros por la calle y las mujeres vestidas de bailarinas andaluzas. Doy fe, porque he cubierto muchos años la información en este periódico de aquel curso, de la auténtica perplejidad de los alemanes participantes cuando se les preguntaba qué les parecía España y en concreto Galicia y Marín tras la experiencia del verano vivido aquí gracias al esfuerzo y la dedicación de su profesor Teijeira al que siempre agradecían la oportunidad de conocernos más de cerca.

Pucho Teijeira era un amante sin límites de su tierra natal. Siempre se emocionaba cuando recordaba a Marín desde la distancia y nunca olvidaré aquel día, fiesta de la cerveza en Munich, cuando nuestro grupo folclórico "Beiramar" finalizó el gran desfile por las calles de aquella magna ciudad y antes de dejar sonar nuestros instrumentos le vimos en una acera , inesperadamente, con lágrimas en lo ojos, le rodeamos y nos emocionamos con él y tampoco pudimos reprimir aquella sensación de compartir su nostalgia.

Descanse en paz el amigo Pucho que a sus más de ochenta años rindió su vida lejos, allí donde pasó muchos años de su existencia, pero seguramente con el vivo recuerdo de su tierra natal a la que sus restos mortales llegarán en los próximos días para recibir cristiana sepultura al lado de los suyos. Entonces podrá, desde donde se encuentre, comprobar el mucho afecto que los marinenses y otras muchas personas de este entorno le tenían que, además, guardaremos un inolvidable recuerdo de su persona y un gran agradecimiento por su labor como verdadero embajador de este pueblo nuestro.