Es uno de los hosteleros más conocidos de la ciudad. José Ramón Hernández ha estado al frente del conocido bar restaurante El Pitillo desde el año 1969, más de 40 años en los que se ha labrado una clientela fiel, que valora sus tapas de siempre.

-El Pitillo siempre fue una empresa familiar y además arrancó en un edificio emblemático: la actual Casa das Campás.

-Sí, mi padre lo tenía desde el año 1939 y en la Casa das Campás estuvimos hasta 1994, cuando pasamos para Santa María, compramos esta casita y nos montamos aquí.

-Usted, como quien dice, se crió en el bar.

-Totalmente, me crié en el bar, por ejemplo estaba estudiando y simultáneamente trabajando en él

-¿Cómo fue esa primera etapa en la Casa das Campás?

-Era, y es me parece, el edificio más antiguo de Pontevedra, del siglo XV y principios del XIV, y ahí estuvo mi padre desde el principio hasta cerca de los setenta, que me lo dejó a mi, y de allí tengo muchos recuerdos. Allí estaba la famosa peña del Pontevedra C.F., de aquellas épocas, estaba Xan das Canicas, que era el que manejaba todo, y allí se juntaban muchas personas de la época a jugar la partida.

-¿Jugaba allí la partida Antonio Odriozola?

-Sí, era uno de los asiduos, también Calleja, Fuertes, el difunto Antonio, eran personajes muy conocidos en la época, se juntaban además todos los jóvenes de ese momento y a veces había un barullo (risas), era el momento de la época famosa del Pontevedra, del Hay que Roelo.

-Los horarios también eran mucho más extensos, hasta la madrugada tengo entendido.

-Sin duda ahora vivimos bastante mejor, por ejemplo abrimos a las nueve, luego cerramos a las dos y después abrimos a las siete y media, que es cuando empieza la cocina, por la mañana hacemos bocadillos y café, pero por la tarde es cuando empezamos lo fuerte de cocina. Pero inicialmente era mucho más duro, aquello era de siete de la mañana a dos de la madrugada y así, todo seguido, así estoy yo (risas). La hostelería es hoy muy sacrificada pero aún lo fue más, que se lo pregunten a los que trabajaban aquí, que además no había domingos ni festivos ni nada, se trabajaba a diario, no había descansos ni vacaciones.

-¿Que ha sido lo mejor de estos cuarenta años dedicados a la hostelería?

-Para mí el trato con los clientes, con la gente muy bien, en aquel momento cuando empecé parecíamos una familia, la gente era en general más cercana, aunque en este momento no me puedo quejar, con la que está cayendo no me puedo quejar, es cierto que algo bajó pero la gente sigue siendo muy asidua, tenemos una clientela muy fiel, y nosotros procuramos dar un buen trato, tratar bien a la gente, y hoy somos internacionales.

-¿Cómo fue el cambio a la actual sede?

-No fue nada fácil, fue difícil, porque era un edificio muy antiguo, tenía más de cien años, y nos echaron sin pago alguno, y en ese momento nos arriesgábamos a perder clientela porque el público se habitúa a un espacio. Pero después en el año 1994-1995 nos reciclamos totalmente, pasamos de vender sobre todo cafés, la copa y la partidita, que había sido lo habitual hasta entonces, para centrarnos en las tapas, nos dedicamos a ello totalmente y gracias a Dios nos fue bien.

-¿Tienen clientes en el extranjero?

-Muchos, tengo clientes hasta en Norteamérica.

-¿Qué platos les solicitan más?

-En el verano tenemos mucho turismo, también español, y sobre todo piden los calamares, la tortilla, los pimientos de padrón, mucho los pescaditos menudos, el pulpo, mejillones, berberechos, todo lo que es cocina tradicional, y eso a la gente le gusta mucho, tenemos clientes que vienen de un año para otro, incluso desde el extranjero, para comer aquí. Tengo por ejemplo postales que me mandaron de Italia de alumnos que estuvieron aquí de Erasmus y después vinieron los padres y todo, me los presentaron y me dejaron tarjeta para cuando quisiese ir a ese país (risas).

-¿Toma ahora su hijo el relevo, la tercera generación?

-Primero quedará mi mujer, que aún le faltan unos años para la jubilación, y después seguirá él, que es la tercera generación, ahora más bien está echando una mano a la madre pero después lo llevará él.