Las fiestas de La Peregrina de hace un siglo se desarrollaron en medio de una huelga general de agricultores y obreros. El conflicto se inició a mediados de julio en el sector de la madera, cuyos operarios reclamaban un mayor salario y una menor jornada laboral, que entonces era de diez horas diarias. Su punto álgido se produjo el sábado 9 de agosto de 1913, cuando todos los sectores se sumaron a la protesta durante setenta y dos horas como muestra de solidaridad.

La programación festiva no resultó directamente afectada por aquel paro general. Sin embargo, la población estuvo desabastecida de productos de primera necesidad como leche, legumbres y fruta. Inevitablemente esa circunstancia provocó algún que otro perjuicio en determinadas actividades.

Las sociedades agrícolas de Marcón, Campañó, Mourente, Alba, Salcedo, Cerponzóns y Bértola advirtieron que nadie bajaría a la población con sus productos hasta el miércoles 13. Así lo hicieron. Únicamente se comprometieron a enviar leche para los tres centros benéficos: Hospicio, Asilo y Hospital.

Activos piquetes se encargaron de vigilar el estricto cumplimiento del paro general entre el sábado 9 y el martes 12, y se emplearon a fondo contra los esquiroles en algunos lugares. La Guardia Civil arrestó a dieciocho obreros en Lérez, que fueron encarcelados veinticuatro horas y pasaron luego a disposición del Juzgado Municipal.

El único detenido con nombre y apellido que reseñó la prensa local fue Secundino Esperón, por coacciones y amenazas en Poio. Este personaje bullanguero y camorrista, muy conocido en la ciudad, acabó mal algunos años después.

La misma noche del comienzo de la huelga general, una verbena en el Cuartel de San Fernando a beneficio de los soldados heridos en la Guerra de África dio el pistoletazo de salida a las Fiestas de la Peregrina de 1913, que se prolongaron ocho días. El baile contó con la participación de señoritas ataviadas con mantones de Manila al frente de los puestos de venta de productos y bebidas.

A partir del día siguiente se abrió en la Alameda una tómbola en favor de la capilla de la Peregrina con sorteos de regalos cedidos por los pontevedreses llamada La Kermesse, así como un pabellón de venta de postales a beneficio de la Cruz Roja.

Un concurso de ganado en el Campo de la Feria que atrajo hermosos ejemplares, con entrega de premios durante una romería popular en Campolongo, resultó el acto más multitudinario de aquellas fiestas. Igualmente estuvo bastante concurrida una romería marítima por el Lérez que organizó la Sociedad Gimnástica, con fuegos acuáticos incluidos.

Las clásicas corridas de toros que protagonizaron Punteret, Mazantinito y Peribañez, y Celita, Regaterín y Peribañez, respectivamente, se saldaron con sonoros fracasos. Ninguno de los seis estuvo afortunado y el mal tiempo retrajo a los aficionados.

La procesión de la Peregrina se celebró a temprana hora (seis de la tarde) del lunes 11, al día siguiente de la festividad religiosa, y la escasa concurrencia de devotos deslució su desfile por el centro de la ciudad.

Los periódicos locales también se vieron afectados por los tres días de paro general y se mostraron bastante críticos contra los huelguistas. "Nosotros nos debemos a la pública opinión --editorializó La Correspondencia Gallega-- y la opinión es esta: una censura ardiente y unánime para quienes al pueblo sacrifican injustamente".

El paro de canteros, albañiles y carpinteros se mantuvo activo hasta mediados de septiembre. La mediación de José Maeso, secretario de la Federación Nacional de Obreros de la Madera y miembro del Instituto de Reformas Sociales, resultó providencial y la vuelta al trabajo se produjo el lunes 22 de septiembre de 1913, con buena parte de las reivindicaciones satisfechas. Entonces las cosas no estaban menos revueltas en el resto de España.

Un acuerdo infructuoso

Abocado como estaba el conflicto a una radicalización en plenas fiestas, tanto el gobernador Francisco García del Valle, como el alcalde Luís Boullosa Mariño, multiplicaron sus gestiones entre patrones y obreros para encontrar un punto de encuentro que, a la postre, resultó imposible.

Las últimas veinticuatro horas anteriores al paro general anunciado para las doce del mediodía del sábado 9, víspera de La Peregrina, resultaron trepidantes. Cuestiones más o menos secundarias a un lado, el principal desacuerdo se centró en una indemnización de huelga de 5.000 pesetas que los obreros reclamaron a los patronos.

Una mediación in extremis a cargo del oficial primero del Gobierno Civil, Luciano Varela, acercó bastante las posturas de las partes. Su presencia activa en las asambleas que celebraron obreros y patronos al mediodía y por la tarde del viernes 7 ayudó mucho a encauzar sus respectivos posicionamientos.

Sin embargo, el encuentro final por la noche en la alcaldía de las comisiones formadas para evitar la huelga general no logró el objetivo buscado por la imposibilidad de nominar una comisión arbitral mixta.

La mediación decisiva

El acuerdo final para cerrar un conflicto que lastraba plomo para ambas partes llegó en la noche del 19 de septiembre durante una reunión mantenida en el Gobierno Civil. Patronos y obreros, con la mediación de José Maeso, alcanzaron un pacto que ratificaron sus respectivas asambleas.

Canteros, albañiles y carpinteros arrancaron un incremento salarial de medio real diario hasta final de año, y otro medio real a partir de enero de 1914. En cuanto al recorte del horario de trabajo que demandaban, se formó una comisión mixta para examinar el asunto y hacer una propuesta en un plazo de seis meses. En caso de no alcanzarse un acuerdo, quedó establecido que la decisión final correría a cargo del mediador José Maeso.

Los patronos sacaron en limpio la libertad de despido del operario incompetente con motivo justificado, así como la continuidad de los esquiroles en sus obras. Pero unieron la suerte de futuras contrataciones a los parados inscritos en el Centro Obrero.

Por primera vez se creó un tribunal de arbitraje para mediar en los conflictos antes de la declaración de cualquier huelga, que debería anunciarse con ocho días de anticipación.