Nos ha dejado Lope Estévez Rosales, que en su dilatada vida ejerció la profesión de cirujano, primero en Berlín y después en la villa de Marín y Pontevedra.

Con este dato biográfico fundamental se resumiría muy a grandes rasgos una vida dedicada al ejercicio de la medicina, pero creo que Lope Estévez tenía una significación de mucho más alcance, que merece ser comentada en este momento.

Lope era, en primer lugar, muy marinense, tanto que tuvo la ilusión cumplida de regresar a su Marín natal tras su experiencia como cirujano en Alemania, algo que en los tiempos que corren sería difícil de entender, y fue capaz de arrastrar consigo a su esposa, Mónika Schwarz, prestigiosa oftalmóloga, que ejerció su profesión en Marín durante largos años.

En su periplo alemán arrastró con él a varios profesionales de la medicina y del derecho, que iniciaron su andadura profesional en aquel país.

A mi lo que más me llamaba la atención de Lope Estévez era su enorme nivel intelectual y cultural. Se decía discípulo del Padre Eguren en sus años juveniles, que presumo ejerció sobre aquella generación de marinenses que se educaron en los "Paules" una muy fructífera influencia. Lope manifestaba hacia el Padre Eguren admiración y gratitud. Primaba entonces en ciertos círculos educativos un espíritu de perfección intelectual y de enriquecimiento cultural muy curioso, en medio de aquel ambiente político general, que no era precisamente el más idóneo para el desarrollo de la vida intelectual.

Lope Estévez era un hombre esencialmente culto, con una cultura tan vasta que sorprendía. Sentía una especial predilección por la historia de la Filosofía, especialmente por el mundo de los presocráticos. Llegó a ir a Elea, para conocer y pisar el mismo terreno que pisó Parménides. Era su modo de viajar. Sin duda le sorprendía como aquel grupo de hombres pensantes, que no eran otra cosa, ponían los cimientos del pensamiento occidental. Llegó a escribir un libro sorprendente, "Adonai", un libro de ensayo, en el que con una prosa, que me atrevería a llamar poética, se recrea en el mundo de aquellos primeros pensadores con una familiaridad y una pasión que daba la impresión que había vivido entre ellos en la antigua Grecia.

Otro mundo en el que Lope se recreaba era el de la música, en lo que vulgarmente llamamos música clásica. Su discoteca (entendido el término en su acepción etimológica de colección de música) es excepcionalmente extensa.

A mi me dejó una enseñanza importante este marinense admirable y es el saber disfrutar de cosas tan elevadas, ya que trataba estos temas de tanto alcance con toda naturalidad.

No le faltaba, por supuesto, un gran sentido del humor, que es siempre patrimonio de la inteligencia, y era, por ello, un conversador ameno e interesante, que hacía que la conversación con él fuera siempre gratificante.

Le dedicamos desde aquí un adiós emocionado.

*Abogado