No es la primera vez que los dos socios del gobierno municipal (BNG y PSOE) votan en sentido opuesto en un pleno de la corporación, pero nunca, hasta el pasado lunes, el objeto de las desavenencias fue tan crucial como un Plan de Urbanismo. La última sesión plenaria puso sobre la mesa las profundas discrepancias que desde hace semanas permanecían larvadas entre nacionalistas y socialistas, al aliarse el PSOE con el PP para forzar al BNG a retomar la elaboración de un PXOM guardado "en un cajón" desde hace quince meses.

Pese a esta notable grieta en el bipartito, sus dos integrantes se esforzaron ayer por defender la estabilidad del pacto de gobierno al situar la crisis del Plan "al margen" del acuerdo suscrito hace ahora dos años. El concejal que tutela la redacción del PXOM, el nacionalista César Mosquera, admitió ayer que "hay discrepancias profundas" entre los dos partidos "en política económica o en el modelo de ciudad", pero aclara que "somos mayores y podemos vivir con esas diferencias". Preguntado expresamente si corre peligro la continuidad del bipartito, Mosquera insistió en que "en principio no, por nuestra parte no", y quiso quitar algo de hierro al episodio del pasado lunes: "No tendría mayor gravedad salvo que se le quiera dar".

Por su parte, el concejal de Urbanismo, Antón Louro, que en el pleno del lunes ya dejó claro que el BNG se equivocaba al mantener en un cajón el Plan Xeral, también quiso alejar esta crisis de la estabilidad del bipartito. "El PSOE y el BNG son fuerzas políticas distintas, con planteamientos ideológicos diferentes y conceptos políticos distintos, pero tenemos algo en común: la voluntad de gobernar el Concello de Pontevedra con un pacto que, entre otras cosas, recoge el compromiso de sacar adelante el PXOM. El BNG puede estar en una coyuntura determinada en estos momentos, pero los hechos nos indican que somos capaces de gobernar todos los días".

De este modo, ambas partes muestran su confianza en seguir adelante con la gobernabilidad municipal, pese a que el Plan Xeral no ha sido el único punto de fricción entre los dos partidos en los últimos meses. Otro episodio sonado fue el relativo al futuro de la sede de Hacienda en la plaza de A Ferrería, tras el anuncio del ministerio de su intención de vender el edificio. Mientras el PSOE puso sobre la mesa la posibilidad de convertirlo en un hotel, el BNG rechazó de plano tal opción y defiende su exclusivo uso público. Louro hizo mención ayer de este asunto y lo circunscribió a los "posicionamientos normales" de dos fuerzas diferentes, sin implicar ruptura alguna "en lo básico, que es gobernar este municipio".

Las recepción obras de Pasarón (aún pendiente), el presupuesto de 2013, que nunca llegó a aprobarse, o la retirada de las cuentas de NovaGalicia Banco (defendida por el PSOE pero cuestionada por el BNG) son otros puntos de fricción, pero ninguna tan grave como el del Plan Xeral, que además surge en pleno ecuador del mandato, a dos años de las próximas elecciones municipales, una cita que a medida que se acerque provocará más distanciamientos entre los dos socios de gobierno. En esa vertiente sitúa Mosquera este asunto al decir que "todo es marcar el territorio".