Si Bernardo Martínez Bautista levantara la cabeza, se sentiría muy satisfecho al ver como el edificio que mandó construir en la plaza de San José a finales del siglo XIX sigue conservando hoy igual que ayer el carácter tan especial que adquirió y le distinguió desde su nacimiento.

Si acaso quizá le molestaría que todo el mérito de su construcción fuera atribuido a su hermano Manuel por ciertos autores indocumentados, cuyos nombres voy a soslayar para no herir susceptibilidades ajenas. Por otra parte, no estoy seguro de que opinaría sobre su denominación popular como "el edificio del Moderno" y no como "la casa de Martínez Bautista".

El Café Moderno cumple 110 años el próximo jueves, puesto que abrió sus puertas el 30 de mayo de 1903 y se convirtió en uno de los locales más lujosos de Galicia. Desde la terminación del edificio un año antes, solamente vivía allí el propietario con su familia en toda la primera planta, que gozaba de acceso directo al espléndido jardín interior.

La historia de Bernardo empezó a contar desde mediados del siglo XIX, cuando llegó a La Habana tras los pasos de Manuel, que fue el primero de los hermanos Martínez Bautista en emigrar a Cuba. Ayudándose unos a otros, todos hicieron fortuna y todos permanecieron solteros, con la excepción de Bernardo, quien ya casado con una cubana, Rufina Herrera, y con tres hijos, Antonio, Juana y María, decidió volver a su ciudad natal para pasar aquí los últimos años de su azarosa vida.

En aquella Pontevedra tan clasista había casas, casuchas y casonas, que distinguían bien a sus respectivos moradores. No hace falta decir a qué grupo pertenecía el primoroso inmueble ubicado en el número 3 de la plaza de San José. El fuerte deseo de relacionarse con la buena sociedad que tenían don Bernardo y su familia, le llevó a construir una casona para compartirla con dos familias distinguidas en la planta superior, amén de acoger en sus bajos el atractivo negocio en que se convirtió el elegantísimo Café Moderno de la mano de Valentín García Temes.

La familia de Andrés Corbal Hernández, exalcalde de la ciudad y afamado comerciante textil, se instaló en el lado derecho del segundo piso. Y más tarde se ubicó en el lado izquierdo la familia de Daniel de la Sota y Valdecilla, capitán de Ingenieros, que tiempo después se convirtió en presidente de la Diputación. Todos mantuvieron esa buena relación vecinal que tanto había deseado el promotor del inmueble.

Bernardo Martínez Bautista no disfrutó mucho de su magnífica vivienda porque murió el 30 de diciembre de 1909. El duelo fue presidido nada menos que por el gobernador civil, José Boente Sequeiros, y las notas necrológicas destacaron la "laboriosidad, honradez y constancia" de aquel "opulento capitalista". Su gesto filantrópico más conocido permitió la instalación de una sala completa del Hospital Provincial que llevó el nombre de "Sala de San Bernardo".

Su hijo Antonio, que se hizo popular en la ciudad con el apodo de "Barriguitas", fue el mecenas del Athletic de Pontevedra. Como presidente del club pagó todos los gastos del equipo y hasta compró un Chevrolet descapotable con tres acoplamientos especiales para acomodar a todos los jugadores en sus desplazamientos a los campos rivales. Su hermana María también compartió esta afición futbolera.

En la década de los años 20 el edificio pasó a manos de la sobrina del promotor, Emma Herrera y Herrera, otra cubana casada con José Díaz Sanjurjo. Allí vivió este matrimonio hasta su fallecimiento con sus hijos Antonio y José, fundadores de la célebre revista Cristal e íntimos amigos de Ramón y Alejandro, hijos mayores de De la Sota. En la casa de los Díaz Herrera compartieron la célebre velada pontevedresa de García Lorca.

Al estallar la Guerra Civil, los hermanos Díaz Herrera se fueron a Cuba y dejaron la casa del Moderno al cuidado de Daniel de la Sota, que hizo las veces de administrador: tal era la confianza existente entre ambas familias.

A la muerte de don Daniel en 1958, pasó a ocupar tal función su hijo mayor Ramón, quien con el paso del tiempo se encargó de la venta del edificio a los hermanos Pichel. A través de estos conocidos promotores el edificio del Moderno llegó finalmente a manos de la Caja Rural Provincial y Caixa Galicia.