A mediados de junio el 40% de los restos arqueológicos de García Escudero estará cubierto por una capa geotextil y un manto vegetal que protegerá buena parte del principal yacimiento del casco urbano. Esta cubierta, para la que es necesario cortar un carril de Beiramar, comienza a instalarse hoy martes, tras mes y medio de trabajos previos. Cuando se finalice esta tarea se cumplirán 25 años de uno de las menos afortunadas intervenciones de las administraciones en el patrimonio histórico: la inesperada y poco explicada interrupción de las excavaciones que en junio de 1988 se realizaban en esa cabecera del puente de O Burgo, con motivo de las obras que el entonces Ministerio de Obras Públicas (MOPU) realizaba en la denominada "ronda sur" de la Avenida de Beiramar.

Prácticamente de un día para otro, el trabajo de los arqueólogos fue paralizado cuando comenzada a dar sus mejores frutos y el asfalto y el adoquín acabó anulando las expectativas que albergaban los expertos. Aún así, sirvió para descubrir parte de los arcos del puente medieval y varios miliarios romanos, algo muy parecido a lo que se encontró en 2006, cuando el proyecto de remodelación de la plaza llevó a excavar de nuevo todo el ámbito. Sin embargo, si en 1988 todo se interrumpió a toda prisa y se cubrió la plaza a gran velocidad, en el segundo proceso arqueológico el proceso fue muy diferente. No hubo paralizaciones improvisadas pero la recuperación de la zona se ha demorado mucho más de lo deseable.

Pese a la premura con la que se trabajó en 1988, el arqueólogo Antonio de la Peña Santos pudo obtener datos suficientes para rebautizar la Pontevedra romana (hasta entonces identificada como Ad Duos Pontes) como Turoqua, una teoría que aún se mantiene firme si bien han surgido recientes voces que vuelven a cuestionarla.

No dio tiempo a mucho más. El libro "Pontevedra, villa amurallada" escrito por el propio De la Peña, con Juan Juega Puig y Enrique Sotelo Resurrección, describe con gran detalle los avatares de aquella histórica excavación y su abrupta interrupción, contra la que no ahorraron críticas: "En 1988 fue descubierto en el arranque Sur del puente de O Burgo el más complejo e interesante yacimiento arqueológico pontevedrés, cuyo estudio habría proporcionado datos fundamentales para la historia de la ciudad, sin poder aprovecharlo más que circunstancialmente. Los responsables del Patrimonio Cultural de Galicia permitieron su destrucción".

Pese a estas "tremendas dificultades", la "ocasión miserablemente perdida" en incluso el "boicot", el trabajo de aquellos entusiastas permitió "poner al descubierto un tramo de quince metros de la parte superior del puente" de O Burgo, así como un miliario romano, entre otros hallazgos. El libro deja claro que "los arcos localizados (en 1988 y redescubiertos en 2006) pertenecen al arranque meridional del mismo puente todavía hoy en servicio, y que sus características técnicos son plenamente medievales".