Domingo 10 de mayo de 1953. Plaza de toros de Pontevedra. Cinco y media de la tarde. Gran becerrada que organiza el alumnado del último curso de la Facultad de Derecho de Santiago para recaudar fondos destinados a su viaje fin de carrera. Precios populares: 12 pesetas sombra y 8 pesetas sol. El cartel taurino tiene un doble reclamo: la despedida de "Chalala" y la presentación del "Niño de Compostela".

El festejo prometía y no defraudó. Todo el mundo conocía a Evaristo Estévez por su sobrenombre taurino y también por su profesión de "chófer de la Diputación". Igualmente era admirado por defender en su juventud la portería del Eiriña, el equipo de fútbol que dio origen al Pontevedra CF tras su fusión con el Alfonso.

"Chalala" era un personaje muy popular y taurino de pro, que hoy estaría poniendo a caldo al BNG, entre chiquita y chiquita, por solicitar la supresión de las corridas de toros en Galicia. ¡A ver quien le explicaba esa carencia de arraigo y tradición!

No hacía falta conocerlo mucho para adivinar que aquel festival taurino le pareció una ocasión que ni pintada para cortarse la coleta. Además de torear por una buena causa y despedirse de la afición del coso de san Roque, que tantas veces había aplaudido sus divertidas faenas, el veterano becerrista ejerció como maestro de ceremonias y dio paso al "Niño de Compostela", que hacía su presentación.

La becerrada se montó con cuatro ejemplares cedidos por una acreditada ganadería salmantina. Junto a "Chalala" y el "Niño de Compostela", los componentes más destacados de sus cuadrillas anunciaron la ejecución de suertes varias: Gerardo López "er doli" preparó la suerte de don Tancredo, mientras que Carlos Pelaéz "er japoné", Rogelio Fernández "Rinconete" y J. Úbeda "er biólogo" anunciaron al alimón las suertes del paraguas y del coloquio.

A decir verdad, cuando llegó el momento de la verdad, alguno que no vamos a señalar ahora para no sonrojar a sus descendientes, salió corriendo en cuanto asomó la vaquilla y no le vieron el pelo en el ruedo.

Todos los detalles se cuidaron al máximo. Hasta se nombró una reina de la fiesta con sus damas de honor, que lucieron mantilla. También hubo un delegado de la autoridad, Eliodoro Rodríguez, tal y como estaba reglado. Y el joven novillero vigués Emilio Camiña ejerció como director de la lidia.

Testimonio impagable de aquel esperpéntico festejo dejó escrito en "Litoral" un jovencísimo Emilio Álvarez Negreira, que ya era poeta de raza y empezaba a despuntar como el reputado profesional del periodismo local que fue más tarde. Sabino Torres, entonces propietario y director de aquel gran semanario pontevedrés, no tuvo mejor ocurrencia para estar a tono con tamaño acontecimiento que encargarle una crónica de la becerrada a su compañero del alma.

El quid del asunto estaba en que Negreira no tenía ni la más remota idea del arte de Cúchares y, por tanto, no entendió absolutamente nada de lo que pasó en el ruedo.

Ni la despedida de "Chalala", ni el debut del "Niño de Compostela", fueron lo más importante que vio aquella tarde. Para Negreira "lo más grande de las becerradas es lo inesperado, aquello que no figura en el cartel". De modo que dedicó la mayor parte de su crónica a contar los saltos al ruedo de los espontáneos para tratar de banderillear a la novilla más casquivana.

De "Chalala", que pertenecía de la escuela tremendista, dijo que sabía dar "unos saltitos graciosos" y admitió que puso "un par de espléndidas banderillas". Pero se mostró inmisericorde con su faena de despedida al contar que "torea con la muleta tan alta que el toro ni siquiera la roza". Esto le sentó fatal al veterano maestro viniendo de un advenedizo crítico.

La tarde que Evaristo Estévez se cortó la coleta hace sesenta años fue una fiesta protagonizada por unos precursores aventajados de las actuales peñas taurinas. Con todo merecimiento figura entre las becerradas más gloriosas que acogió nuestra centenaria plaza de toros de san Roque.

Las cosas del querer a Ence en Lourizán

"Hoy te quiero más que ayer, pero menos que mañana". Jamás habría autorizado Rosemonde Gerard un uso tan prosaico de su célebre verso para enmarcar la relación actual entre Ence y Pontevedra. Esta ha sido la apreciación que acaba de dejarnos Juan Luís Arregui. De presidente a presidente, el buen rollo mostrado por Louzán seguramente ha transmitido las mejores sensaciones a Arregui. Con el pragmatismo que le caracteriza, el presidente provincial del PP ha dado el apoyo más rotundo que se recuerda a la permanencia de Celulosas en Lourizán, en sintonía con el Gobierno de Rajoy, aunque con la Xunta de Feijóo y Rueda en contra. El meollo de la cuestión está en vislumbrar cuanto tardará Ence en lograr su ansiada prórroga más allá del 2018, tras la luz verde dada a la reforma de la Ley de Costas.