El próximo día 24 de este mes todo el pueblo de Marín tiene una cita ineludible en sus propias calles. Se trata de hacer llegar a Bruselas el grito desesperado de protesta, cabreo y rechazo a la pérdida de trabajo de una veintena de barcos en el caladero mauritano que deja en la mismísima calle a más de cuatrocientos marineros, si contamos los puestos de trabajo directos, y a unos miles de trabajadores de empresas que viven de esa flota desde talleres a suministradores pasando por cualquier otra actividad que se relaciona con la pesca de los barcos afectados. El grito tiene que ser unánime, sin colores políticos ni servilismo a quien nos gobierna desde la Xunta a Bruselas pasando por Madrid porque, si de forma definitiva se impide la vuelta al caladero de estos barcos, por un lado se facilitará la pesca a los de otras nacionalidades y por otro, se permitirá que la Unión Europea, con la señora Damanaki al frente, pisotee una vez más la economía pesquera gallega que, sin solución de continuidad, acabará en cero patatero. .. ¿y después?