Como también sucede con las exportaciones del pescado salado, en los tiempos modernos, siglos XVI-XVII, los mercaderes gallegos reducen considerablemente su marco de actuación, ciñéndose a abastecer a los puertos situados entre el cabo de Fisterra y la desembocadura del Nervión. Los envíos de partidas de vino de Viveiro o de Ribadeo cara al área franco-flamenca, documentada en el último tercio del siglo XIV, resultan impensables en el período cronológico que tratamos. Aún más, los viñedos de la cuenca del Eo desaparecen, junto con los de otras zonas, como los que poblaban los valles del Ulla y Mahía, en las proximidades de Compostela; también disminuyen, aunque sin extinguirse, los cultivos en otras regiones vitícolas: As Mariñas de Betanzos, que había destinado buena parte de su producción medieval a cubrir la demanda inglesa y bretona. Cuando la urgente necesidad de abastecer a las armadas reales obligue a echar mano de las cosechas de As Mariñas o de la cuenca del Eo el resultado no puede ser más catastrófico; su escasa graduación alcohólica les privaba de "fuerça para poderse navegar". Los despenseros de la Gran Armada recibieron orden en A Coruña de que estas botas del vino fueran consumidas preferentemente en tierra, antes de hacerse a la mar. Por el contrario, los vinos andaluces y ourensanos desembarcados tras el desastre de la Invencible, pudieron revenderse en Pontevedra a mercaderes vizcaínos a muy buen precio, al mantener intactas sus propiedades.

Igualmente, declinan las importaciones del vino foráneo, el llamado vino de sobre mar, que sólo se demanda cuando lo imponen las malas cosechas locales. El mercado gallego se orienta hacia un esquema autárquico, ajeno a las aportaciones exteriores. Obtenía de la producción autóctona el volumen de vino preciso para cubrir el consumo interno y mantener abierta la ruta comercial, que recorría el Cantábrico, con escalas en los puertos de Lastres, Laredo, Bilbao, San Sebastián?, de donde, en contrapartida, procedían artículos imprescindibles para la economía gallega: maderas, hierro, brea, lonas?

A partir del cabo de Corrubedo y hasta las inmediaciones de A Coruña se interrumpe el cultivo de la viña en la orla atlántica, por la total falta de adaptación de este cultivo al medio. Algún que otro testimonio toponímico no puede entenderse como prueba en contrario, sino pervivencia de una reliquia medieval, como Agro das Viñas, en Noia. Las poblaciones dispuestas en este frente demandaban la arribada de vinos, preferentemente baratos, destinados al consumo popular, tintos. Demanda que estimulaba el cultivo de la vid en las comarcas proveedoras: Baixo Miño , Val Miñor y entorno de Redondela, dirigido a abastecer a las poblaciones situadas al sur del cabo Vilano (Noia, Muros, Fisterra, Corcubión, Cee). En ocasiones, se refuerza este suministro con vinos portugueses.

A partir del puerto de Laxe el aporte meridional es sustituido por los vinos betanceiros y, excepcionalmente, por algún que otro contingente francés; el obtenido en las plantaciones que rodean a la ciudad de A Coruña no acostumbra a viajar, quedando reservado para el consumo local, al mediar la práctica del estanco.

La mayor conexión entre los puertos situados al norte del río Tambre y los de la ría de Vigo y curso bajo del Miño, a despecho del de Pontevedra, procede de la considerable extensión de la vid en sus distritos, que se traduce en un volumen de producción que supera el consumo local. Por el contrario, el puerto pontevedrés canaliza, casi en exclusiva, los blancos vinos del Avia, reservando la variedad del ullao para el consumo interno. Los fondeaderos más meridionales de las Rías Baixas compaginan el embarque de los vinos de Ribadavia con el de los vinos de la tierra y los ullaos cultivados en los alrededores de Redondela. Los puertos situados en zonas no productoras reciben cargamentos de vino ullao, Baixo Miño (Terra de San Martiño, Tui, Salvaterra, Porto), incluida la población fronteriza de Monçao, que aporta una variedad de tinto, y del Val Miñor ( A Ramallosa).

En alguna ocasión, la procura de vinos baratos lleva a establecer contactos, más o menos permanentes, con Aveiro, formando compañías mercantiles, en las que participa algún regidor de la villa de Noia: en noviembre de 1570, Pardo de Noguerol se concierta con Antonio Fernández Rebelo, vecino de Aveiro, en que ha de cargar todas las botas de vino blanco que pudiere en la foz do Vouga, que remitirá a Noia en el mes de enero, "e antes si pudiere". A la entrega el regidor pagará "la mitad de la costa principal y los costes del flete y otros gastos que copiere asta ser puesto y entregados en esta dicha villa. E, si benyere a salvamiento e vendiéndose, an de partir la ganancia que proçediere del dicho bino, quytado el costo y gasto y flete arriba dicho, de por medio". Estas conexiones con el puerto portugués vienen reforzadas por la carrera de la sal establecida desde las salinas del Vouga y por surtirse los buques bacaladeros gallegos, en alguna ocasión, de partidas de este vino locales dicho puerto.

Un comercio vinatero de tan reducidas ambiciones no aparece registrado en la documentación más formulista, como son las cartas de fletamento, reservadas para los contratos comerciales de mayor envergadura. Conocemos este tráfico de cabotaje por unos documentos de muy breve extensión, denominados "manifiestos" (de carga), simples declaraciones juradas realizadas por el maestre de una embarcación ante el arrendador o fiel de las rentas reales de los puertos de embarque y desembarque.

Este testimonio servía al patrón del navío para eximirle de toda responsabilidad fiscal, traspasándola a sus comitentes. Además certificaba que el cargamento en cuestión, no sólo vino, no navegaba a reinos ajenos a la soberanía de su majestad y, por lo tanto, quedaban exentos del pago de la diezma de la mar.

Los manifiestos redactados en Noia reflejan esta flota de embarcaciones de pequeño tamaño (pinazas, sobre todo; en una ocasión, un trincado), que acercan desde Redondela, vino de la tierra (ullao), de Salvaterra, San Martiño? y también botas del preciado blanco de Ribadavia. En Muros es peor conocido este tráfico por la pérdida casi total del archivo notarial de la villa. Sus manifiestos, más tardíos, son más completos y muestran cómo los cargamentos que viajan a bordo de las embarcaciones son compartidos entre varios vecinos particulares que destinan las pipas desembarcadas al consumo de sus casas.

A Ana Barbazán Iglesias.