El comercio de los vinos de Ribadavia es totalmente diferente al de la sardina No es un trato de menudeo controlado por los propios cosecheros, sino que está profesionalizado. En raras ocasiones un vecino del Ribeiro de Avia participa en este tráfico, contratando los servicios de una embarcación para transportarlo a los puertos cantábricos. Como excepción, en agosto 1571, Diego González, vecino del puerto de Figueras (Asturias) y maestre del volante Santiago, surto en la puente de Pontevedra, fleta a Juan Ribero, vecino de Lebosende, para cargar catorce botas de vino blanco de Ribadavia, que llevarán a Ribadeo (seis pipas) y Luarca (ocho pipas); flete: 9 reales/bota. Otra rara carta de fletamento testifica la participación de un tratante de San Paio de Castrelo en 1583.

Los grandes cosecheros eran instituciones monásticas, lo que facilitaba que los mercaderes pudieran contratar directamente con los proveedores: el bilbaíno Domingo de Aresti, residente en Redondela, se compromete a satisfacer a Juan Bandín, vecino del coto de Gomariz, jurisdicción del abad de Sobrado, seiscientos ducados en el día de navidad por cien moyos de vino, que compró al fiado a seis ducados el moyo. En enero de 1575 dos arrieros de San Martiño de Salcedo se obligan a traer desde la feligresía de Rioboo, jurisdicción del monasterio de San Clodio, a Vigo con su recua a Alonso Borrajo, mercader, veinticinco moyos de vino. En febrero de 1651, en Pontevedra, el mercader Antonio Méndez de Valdés, vecino de Gijón, firma una obligación a favor del abad del monasterio cisterciense de San Clodio, por valor de 10.125,5 reales, "de resto de partida de binos blancos de Ribadabia que le dio fiado antes de ahora", que hará efectiva en el convento que la orden tienen en Valladolid. También los miembros de la nobleza disponían de considerables partidas de vino, procedentes de la renta feudal, y que ponían a disposición de los mercaderes, como se documenta, en 1527, en las incautaciones realizadas para las armadas reales a los mayordomos del conde de Ribadavia; en 1560, Juan da Cruz, vecino de Vigo, se obliga a pagar al señor don García Sarmiento de Sotomayor, conde de Salvaterra, 427 ducados por 61 pipas de vino blanco y tinto, que recibió fiado a siete ducados, "uno por otro".

En estos manejos se introducirán los mercaderes judeo-conversos, desparramados entre Ribadavia y las poblaciones costeras de las Rías Baixas: en diciembre de 1594, Antonia Enríquez, viuda de Duarte Coronel, regidor de Baiona, expone cómo su marido había tomado en arriendo junto con el vecino de Ribadavia y mercader Jerónimo de Morais los frutos de la encomienda de Avia y sus partidos de 1590-91 en 32.100 reales anuales. Este arriendo quedó muy accidentado por los acontecimientos posteriores: muerte de Duarte Coronel y secuestro de los bienes de su socio. Jerónimo Morais también era regidor de Ribadavia y estaba casado con Blanca Coronel. Fue encausado en la actuación inquisitorial contra la comunidad judeo-conversa de la villa del Avia, en 1606; para entonces poseía un hacienda considerable valorada en unos 16.500 reales, compuesta por 220 cavaduras de viña, seis heredades de cuatro fanegas de sembradura, una casa de morada con bodega, tienda, caballerizas y huerta y dos casas con lagar y bodega.

La imposición del servicio de los millones, cobrado mediante el sistema de sisas, permitirá a los arrendatarios hacerse con unas voluminosas partidas de vino; algunas y no pequeñas del vino de la tierra, el denominado ullao, despreciado por los estamentos acomodados, pero que era aceptado por las clases populares. En 1610, coincidiendo con el arriendo de la sisa del vino de la villa de Pontevedra a favor del mercader local Juan Dinís, de clara ascendencia conversa, se registran las únicas cartas de fletamento de esta variedad de vino, destinadas al puerto de Bilbao.

Era frecuente la participación de toneleros en el tráfico del vino al igual que en el de la sardina arencada, como si de una extensión de su negocio se tratara. Aprovechaban esta carrera para surtirse de madera en los viajes de retorno Esta actividad alcanzó la suficiente envergadura para que fuera recogida por el cosmógrafo P. Teixeira, en el puerto de Ribadeo: Acuden muchos navíos con mercancías a este puerto y a cargar en él maderas y vinos que a esta villa de Ribadeo traen de la de Rivadavia. Pero lo usual es que sean mercaderes profesionales los que copen este negocio, con capacidad suficiente para llenar uno sólo las bodegas de un navío. Entre los mercaderes locales más activos en la década de los 90 se encuentra Juan Trigo, que, en 5 junio 1593, fleta el navío de Antonio de Avilés para transportar ochenta y cinco botas de vino blanco del Ribeiro; en la misma fecha, contrata el navío de Domingos González, que llevará otras cincuenta y cuatro botas. Junto a los tratantes locales hay que situar a la numerosa colonia de mercaderes asturianos y algún que otro cántabro o vasco.

Las regiones vitícolas por excelencia eran y continúan siendo, con la excepción de Ourense, con sus viñedos anegados por la expansión urbana, las situadas en el curso medio del Miño (ribeiros de Ourense y Ribadavia) y las centradas en torno a Chantada y Monforte de Lemos. El cultivo de la vid continuaba por el curso bajo a ambos lados de la frontera galaico-portuguesa, aunque perdiendo intensidad (Terra de San Martiño, Salvaterra, Monçao, Tui?) y extendiéndose por las regiones costeras, en especial en el Salnés. Los vinos orensanos y avienses, en especial los blancos, eran los más valorados, a juzgar por las altas cotizaciones que alcanzaban; los del Baixo Miño, por la misma razón, deben considerarse de calidad mediana, como acontece con los del Val Miñor (A Ramallosa). El escalón inferior está ocupado por el vino de la tierra, las cosechas que se desenvuelven en torno a las villas y ciudades, en especial, las situadas en la costa, pero también en el rural compostelano (Val do Ulla y Mahía). Encontramos plantaciones de viñas suburbanas en Vigo, Redondela, Pontevedra, Padrón, A Coruña, As Mariñas de Betanzos e inmediaciones de Viveiro?Los centros urbanos demandan un vino barato y próximo.

San Salvador de Lérez

En el arzobispado de Santiago el vino de la tierra era denominado vino ullao, en posible alusión al Val do Ulla. Son producciones de calidad mediocre y despreciados por los estamentos acomodados: los benedictinos de San Salvador de Lérez, que disponían de una considerable cantidad de vino de la tierra, fruto de los foros y diezmos cobrados en su coto inmediato a Pontevedra, para acompañar a las viandas servidas en el refectorio preferían hacerlo con vino blanco de Ribadavia, en concreto del coto de Gomariz. Esta predilección la comparten los funcionarios de la Real Audiencia, instalados en Pontevedra, en el verano de 1563, huyendo de la peste, que solicitan al concejo que no les someta al tormento de tener que consumir vino ullao, obligatorio para el común durante los meses veraniegos, "atento que de beber bino de la tierra se le podrya suçeder mucho daño y enfermedad", solicitud que es atendida por los regidores, señalando a dos mercaderes a los que pueden acudir los oidores a hacerse con partidas de vino blanco de Ribadavia y rosete. Los funcionarios del tribunal real ensayan en Pontevedra lo que, al año siguiente, se instituye como norma habitual en su sede permanente en A Coruña. Esta medida se completa, ese mismo año, con la delimitación realizada por el concejo coruñés de lo que hoy llamaríamos denominación de origen, al señalar la zona geográfica en la que se obtiene el vino de Ribadavia de máxima calidad. En alguna ocasión, se llega a vetar el vino procedente de alguna feligresía no comprendida en esos límites. Por su parte, el concejo de Ribadavia aprueba unas ordenanzas, en 1579, con las que trata de evitar la venta fraudulenta de vinos foráneos mezclados con los de las vendimias de sus vecinos.

*Al personal del Archivo Histórico Provincial de Pontevedra.