No resulta nada fácil saber en la tesitura actual si el conocimiento público de la declaración de la renta y patrimonio de Lores despierta más morbo que la declaración de la renta y patrimonio de Louzán o viceversa. Tampoco está claro adivinar a quien de los dos produce más alergia o repelús esta práctica cada vez más extendida entre todos los ámbitos de la política española. En suma, un ejercicio de transparencia que pasa por encima del derecho a la intimidad de cada cual, y que no entiende ni respeta un pudor más que comprensible. En el pecado de unos pocos sufren los más su penitencia.

El alcalde de Pontevedra ha soslayado hasta el momento una exhibición de su declaración de bienes en la página web del Ayuntamiento. Al presidente de la Diputación ni siquiera ha convencido el llamamiento público y expreso del presidente de la Xunta a través de FARO, y hasta ahora Louzán nunca había tardado más de veinticuatro horas en acatar cualquier sugerencia de Feijóo.

A caballo entre la convicción moral y la exigencia legal discurre esta cuestión tan peliaguda. De momento solo cuenta la primera, pero la segunda parece cada día más cercana. Sin ir más lejos, el presidente de la Xunta también acaba de plantearla en el Parlamento de Galicia.

De momento, este striptease político no es obligatorio, pero resulta conveniente. De modo que Louzán y Lores ya pueden ir preparando al alimón sus declaraciones de la renta y patrimonio, aunque no les guste nada esta peliaguda cuestión. No estaría bien que lo hiciera uno y no el otro, y nadie entendería una resistencia numantina de sus corporaciones provincial y municipal a una medida que luce la etiqueta de higiénica, aunque sea tan incómoda. El meollo de la cuestión está en adivinar quien será el primero en dar este paso, si Lores o Louzán, y cual de las dos declaraciones de sus bienes respectivos tendrá mayor intríngulis.