César Portela es uno de los más prestigiosos arquitectos españoles, profesor invitado en numerosas universidades y catedrático de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de A Coruña. Es también un declarado enamorado de su ciudad (y de su ría) en la que, al igual que en otros muchos puntos de Galicia, ha dejado su impronta en edificios como el que preside A Ferrería o el centro social de Novacaixagalicia.

-¿Casi la única ventaja de la crisis de la construcción es que la locura de sepultar la costa en hormigón parará o es solo un espejismo momentáneo?

-No creo que ninguna crisis arregle nada, lo que arregla las cosas es el cambio de la mentalidad de las personas, eso es lo que de verdad arregla las situaciones. Y pienso que mientras que no se mentalice todo el mundo de eso la crisis no arreglará nada.

-¿Un ejemplo de estas gigantescas pérdidas es A Moureira? ¿Pontevedra pudo haber sido, a su modo, un gran Combarro?

-Sin duda, Pontevedra no fue capaz de tener conciencia de que uno de los valores más importantes de la ciudad era ese barrio, y en general era el contacto con el Lérez, que es un río maravilloso, y con los salones del Lérez. Y eso lo perdió Pontevedra porque no fue capaz de valorar el barrio de A Moureira, el barrio marinero y no solo marinero sino de marinos, porque antes de que tuviese importancia el puerto de A Coruña, Vigo o Marín, el puerto más importante era el de Pontevedra. Todo ese barrio de As Corbaceiras y A Moureira era el entronque perfecto de la ciudad con el fondo de la ría y todo eso se destrozó, es así. Y lo único por lo que se sustituyó es por una pantalla de edificios que aísla a Pontevedra de la ría y el río.

-Poco sentido común

-Y poco sentido cultural, poca conciencia, poco sentido de lo que es una ciudad y lo que son los valores añadidos a esa ciudad. Aunque se haya iniciado un intento de recomposición, la conexión de Pontevedra con el río hace 50 años no la hay y desde luego con el mar tampoco, la gente de Pontevedra que vivió mi juventud se bañaba en el río, en As Corbaceiras, y con el paso del tiempo tuvo que desplazarse e ir a playas más allá de la ciudad porque lo que había aquí era insoportable, contaminado, con una barrera de hormigón, toda la conexión con la ría y el río se perdió. Antes desde el fondo de la Alameda se veía campo, la ría y el río, Tambo... Hoy todo eso se perdió.

-¿Si achico el Lérez 17 metros por un lado, le paso una autopista, le creo una isla artificial y sepulto las xunqueiras en basura no estoy abonando el terreno para un desastre?

-Eso por supuesto, las xunqueiras no son algo que puso ahí un artista, son una variante de la naturaleza para defenderse un poco contra, por ejemplo, una inundación. Las xunqueiras absorbían una cantidad de agua que hacía que el río tuviese un cauce y que discurriese con mucha más normalidad que ahora, ahora el Lérez está entubado y cuando haya una crecida un día ya se sabe que es lo que pasará.

-Participó recientemente en los actos conmemorativos de la declaración de Combarro como Conjunto Histórico Artístico ¿es un ejemplo del riesgo de morir de éxito?

-Hay que decir que es un éxito merecido porque es un ejemplo no diría que único pero casi casi único de encuentro del campo con el mar. La villa de Combarro era mitad marinera, mitad campesina, ese encuentro de dos factores que son los que determinan Galicia tradicionalmente determina también su aspecto, hasta el punto de que los hórreos están metidos en el mar y los barcos de Combarro están en la tierra. Y por la playa estaban metidos en el mar los carros de bueyes y por la tierra metían las redes y las barcas a reparar. Esa mezcla maravillosa y sorprendente le da su encanto, y después también esa primera linea de hórreos pegada al mar, todo eso hizo que fuese tradicionalmente una villa muy atractiva para artistas y pintores, desde todas las perspectivas de la funcionalidad y sensibilidad era muy sugerente. Hasta ahí lo que es Combarro tradicionalmente, pero después está lo del riesgo del éxito, ese boom turístico que lo inunda todo, sobre todo en la margen norte de la ría por el sol, la luz y la temperatura, que la hace tan atractiva para el turismo de sol y playa, que no es el turismo de la cultura y de la sensibilidad y le da igual casi un roto que un descosido, lo que quiere es tener un apartamento en primera linea y si puede ser dentro de la playa mejor, sin respetar esa linea roja que debería ser sagrada que es el borde litoral, y eso Combarro también lo padeció. Esa silueta y esa villita en la que se juntaban funciones se ve rodeada ahora de una densidad de edificación que le hace perder su silueta.

-¿No es cercenar sus potencialidades turísticas, matar la gallina de los huevos de oro?

-Pienso lo mismo, siempre pensé que nosotros en Galicia, y especialmente en las Rías Baixas, esos tesoros que tenemos de tener un río, una ría, el océano, el campo y todo eso, que es un poco la fuente del atractivo turístico, sumado al clima, pienso que ese turismo de sol y playa, insensible en muchos casos a esos valores, puede en un momento determinado decidir irse a una zona más barata como la costa de Marruecos etc, después de habernos destrozado este encuentro de tierra, rías y mar que eran las Rías Baixas.

-Y para redondearlo todo, el abaratamiento de la Ley de Costas. ¿Es de los que piensa que la gente no se compra casas de un millón de euros porque no están suficientemente cerca de la playa?

-Ya, ya (sonríe), es por eso. Siempre mantuve que la primera linea de playa, la primera, da igual que esté a 20 metros que a 200, no debe tocarse, es una pena tener ese capricho de querer estar encima de la playa, casi metidos en el agua, porque de hecho se está igual (o incluso mejor, porque se gana en perspectiva) si estamos a 200 metros y no tenemos nada delante.