Sanxenxo rindió ayer un sentido homenaje a Germán Sánchez Ruipérez, fallecido en febrero de este año. Fue creador del grupo editorial Anaya y de Edicións Xerais, entre otras muchas editoriales, pero ante todo, en Sanxenxo, era Don Germán.

Así lo conocían todos. Era un empresario de éxito, pero en Sanxenxo, donde veraneaba desde al año 1970, era un vecino más. Por eso, ayer el salón de actos del Concello se quedó pequeño para acoger a todos los vecinos y amigos que no quisieron perderse el homenaje.

La alcaldesa, Catalina González, destacó sólo una palabra "gracias". Y le agradeció "querer al pueblo como lo quiso y formar parte de nuestra historia". Para Xesús Vázquez, conselleiro de Educación, Sánchez Ruipérez fue "un hombre que ha dejado marca allí por donde pasó. Ha generado cariño, respeto y admiración" y destacó que "sus ideas aún nos siguen inspirando".

El editor Manuel Bragado, recalcó que la vida de Germán Sánchez fueron "siete décadas de pasión desbordada por el libro y por el fomento de la lectura" y destacó de él su "inequívoco compromiso" con los proyecto editoriales. Por su parte, el escritor y miembro de la Real Academia Galega, Victor Freixanes, apuntó la discreción de Sánchez Ruipérez, "quien siempre tuvo ansia por construir un futuro. Era un hombre con intuición" y que destacaba por su "generosidad y apoyo a las nuevas iniciativas".

"Tenía un incondicional aprecio a esta tierra. Era la sensibilidad hecha palabra. Ponía cariño en todo lo que hacía", indicaba Jaime Corral, de la Librería Nós, donde compartieron tertulias.

"Desde ese verano nunca faltó a su cita"

Llegó a Sanxenxo atraído por su luces. Las veía desde Marín, donde comenzó a veranear, pero fue pasar un verano en Silgar y don Germán ya no quiso marcharse.

Así relataba su sobrina, Ofelia Grande, la llegada de Germán Sánchez Ruipérez a Sanxenxo. La joven explicó como el editor llegó a la localidad acompañado de su mujer, sus suegros y sus cuñados y pasó el primer verano en la casa de Luis el zapatero. Ese mismo año se compró un bote de remos, la Veleiriña, con el que iban hasta Ons. "Desde ese verano nunca faltó a su cita", recuerda Grande.

En el 77 compraron una casa en el paseo de Silgar y, entonces, los veranos se fueron alargando: desde junio hasta septiembre. Es por eso por lo que "nuestra vida, nuestra infancia y nuestros mejores recuerdos están aquí". "Era normal verlo escuchando los conciertos de las bandas, tomando las sardinas y los cachelos o compartiendo charlas con Jaime y Victor", indica su sobrina.

Grande recuerda como su tío comenzaba todos los días con una misma frase "empieza la batalla. Ese era uno de los lemas de su vida. Cada día era una batalla que había que luchar y ganar". Su sobrina destaca que Sanxenxo era el punto de unión de toda la familia y señala que su tío "leía el periódico sentado en el alpendre" y "salía a navegar todos los días", en el barco que tienen atracado en el puerto.

Pero la historia que une a Sánchez Ruipérez y a su amado Sanxenxo no se acabó con su fallecimiento en el mes de febrero. Su familia se encargó de que "una botella con agua de la ría y arena de la playa de Silgar" descansen junto a sus cenizas.