A sus 77 años, Carlos Casalderrey reconoce que se mira al espejo y que no se identifica con su edad. "Sé que estoy en este periodo, aunque lo importante es el espíritu", Carlos recibe hoy el reconocimiento de la Asociación Sociocultural de O Burgo por representar una de esas historias anónimas de superación. Hace trece años, cuando le restaban doce meses para jubilarse, sufrió un accidente que lo dejó en coma durante más de un mes, y, hace menos de un año, sufrió la pérdida de su mujer. A pesar de todo, la vitalidad de Carlos es admirable. "¿Conoce la playa de Lapamán?", pregunta a modo de saludo, "es mi favorita, cada tarde voy a nadar unos largos", nos dice.

–Usted, como otros muchos, tuvo que salir de España para poder trabajar...

–Tanto yo como mi mujer fuimos emigrantes. Vivimos la época de los años 60 y tuvimos que viajar a Francia, a la zona de París, para trabajar. En total, estuvimos unos 22 años. Mis hijos nacieron allí.

–¿Qué etapa de su vida recuerda con mayor cariño?

–En febrero de 1963 me casé con mi mujer, luego pasamos ocho meses aquí antes de emigrar. Quizá fue la etapa más feliz de mi vida. Ahora, con la pérdida de mi esposa, lo estoy pasando mal. Gracias a mis hijos y mis nietos, que siempre están ahí, lo puedo llevar. Era el timón de la familia.

–Otro golpe que le dio la vida fue el accidente que sufrió en Santiago de Compostela.

–Un año antes de jubilarme, trabajando en la Facultad de Ciencias de la Información, me caí de una altura considerable y estuve un mes y medio en coma. Mi mujer jugó un papel importantísimo. Además de a la ciencia, le debo la vida a ella. No podía ni lavarme y poco a poco empecé a trabajar y a recuperarme.

–¿Qué le diría usted a la gente joven que se enfrenta a la actual situación económica?

–Que por encima de todo no se desanimen. Constancia, perseverancia y, sobre todo, que no se dejen caer. La posguerra que nos tocó vivir era más difícil aún.