Cada quince días a partir de hoy el Colegio de Arquitectos celebrará un "triálogo" en el que profesionales de distintas generaciones hablarán de sus trabajos. Mostrarán las viviendas que han proyectado, resolverán las dudas de los asistentes y también incidirán en la importancia del binomio arquitecto-promotor "que puede suponer el éxito o el fracaso de una obra".

—¿Qué temas abordará el ciclo que organiza el Colegio de Arquitectos?

—El Colegio es consciente de lo difícil de la situación actual y su delegación de Pontevedra impulsa estos Triálogos de Arquitectura como un modo de poner en escena como se aborda un proyecto de una vivienda unifamiliar desde la óptica de tres generaciones distintas de arquitectos, de forma que se acerque al público en general la importancia de la figura del arquitecto para resolver todas las obras, desde las más pequeñas a las más complejas.

—¿Las reformas y rehabilitaciones centran, en un escenario de crisis, la mayor parte de la labor de los arquitectos?

—Efectivamente, se está dando una mayor importancia tras la crisis a la recuperación y revalorización de viviendas, en el sentido de que ahora hay más trabajo de ese tipo, pero la realidad es que el arquitecto está abierto siempre a realizar cualquier tipo de trabajo relacionado con la mutación del espacio. Dentro del campo de las artes la arquitectura es una especialidad que exige contar con un promotor, ahí es donde radica la importancia o la diferencia con las otras artes, que para desarrollar cualquier proyecto necesitamos contar con un promotor y encontrar una complicidad necesaria con él para llevar a buen término un trabajo. Entre el propietario o promotor de la vivienda y el arquitecto es importantísima esa complicidad porque condiciona el punto de salida, impone los puntos de salida y el arquitecto tiene que ser capaz de resolverle esas necesidades, porque hacer una casa es también diseñar un proyecto de vida para sus ocupantes y el arquitecto necesita la complicidad del dueño sin renunciar a la capacidad de la arquitectura para ser también arte, un arte que satisface a las dos partes.

—¿El gran reto que le plantean ahora los promotores es que las viviendas sean cada vez más sostenibles y ahorradoras?

—Es que ahora no es un tiempo para gastos superfluos y el esfuerzo se concentra más en las necesidades, se atiende más a esas necesidades básicas, también se busca un aprovechamiento mayor del espacio y de las energías renovables, en el sentido de que hay que ahorrar en en el mantenimiento de las obras.

—¿Cómo serán las casas del futuro? ¿Seguiremos derrochando metros y construyendo al margen de la cultura paisajística?

—Creo que tenderán a ser más eficientes, también más aproximadas a las necesidades reales de sus moradores y atenderán o me imagino que en el futuro las casas recuperarán la cordura, en el sentido de que en todos los sitios la vivienda atendía a unas necesidades básicas de vida, lo que sucede es que una vez superado ese umbral y en una época de esplendor todo el mundo quiso darles un valor añadido desmesurado, entonces realmente creo que tenemos a volver a la época del movimiento moderno en el sentido de que una casa es como una máquina para vivir y en ese sentido ha de ser plenamente eficiente, por eso creo que volverá el sentido común. Todo se ha globalizado y no es malo, por ejemplo desde la óptica de los avances tecnológicos, pero después no hay que olvidar los matices de cada lugar, su cultura constructiva, su clima y su tradición. Lo que hay es que desarrollar proyectos que sin desarrollar a los avances técnicos en todos los sentidos sean coherentes con las características de su entorno y con la forma de vida de cada cultura.