Pontevedra tributó a principios de los años 50 un gran homenaje al joven poeta Manuel Cuña Novás, en reconocimiento a los premios obtenidos de forma consecutiva en importantes certámenes literarios de ámbito nacional e internacional.

La elitista sociedad recreativa Liceo Casino, que presidía el bacteriólogo Tomás Abeigón, acogió sin remilgo una animada cena que supuso todo un acontecimiento cultural. Fue como una celebración anticipada de la revelación de Cuña como poeta de culto, puesto que todavía faltaba casi un año para la publicación de su obra cumbre, "Fabulario Novo", aunque ya estaba prácticamente compuesta.

El homenaje transcurrió en la noche del sábado 23 de septiembre de 1951. Si hubiera sido unos días antes, y dando un salto en el tiempo de sesenta años, habría coincidido con la reciente inauguración de los nuevos locales de la fundación que lleva su nombre, y que guarda su biblioteca de 12.000 volúmenes.

Cuña Novás acababa de triunfar en los Juegos Florales dedicados a la Marina Española en El Ferrol del Caudillo. Y a lo largo del último año había logrado otros premios en certámenes organizados por los centros gallegos de Barcelona y Buenos Aires, la Asociación de la Prensa de Barcelona y otros Juegos Florales de Vigo. Estos concursos eran el único camino que tenían entonces los poetas para darse a conocer y, de paso, ganar algunas pesetillas.

Manolo Cuña publicaba sus poemas desde finales de los años 40 en las revistas Sonata Gallega, Fantasía, Finisterre, Estafeta Literaria y también en el diario El Pueblo Gallego. Desde sus inicios mantenía la entrañable costumbre de distribuir sus poesías en hojas sueltas, que repartía manualmente para ampliar su círculo de lectores y llegar hasta públicos insospechados. Nunca supo como ocurrió, pero el caso fue que algunos poemas suyos acabaron por aquella época en la mismísima emisora BBC de Londres, que se hizo eco del poeta gallego desconocido.

Por este mismo camino surgió el encuentro y la amistad de por vida entre Manolo Cuña y Sabino Torres. Tímido como era, Cuña se armó de valor y un día se hizo el encontradizo en la calle con Sabino, quien ya presumía de editor y de compartir tertulia con Celso Emilio Ferreiro en el Savoy.

"Me dejó unas hojas con poemas y los cogí sin prestarle mucha atención --recordaba--, pero cuando los leí quedé prendado. Como quería estar seguro de mi apreciación, le pedí opinión a Celso Emilio y ratificó mi criterio. Enseguida publicamos en el semanario "Ciudad" uno de aquellos poemas de Cuña, que estaba dedicado a una señora muy guapa de Pontevedra, y ya nos hicimos amigos para siempre".

A partir de entonces, se integró en aquel grupo inquieto que, principalmente, quedó formado por un cuarteto de lujo: Emilio Álvarez Negreira y Sabino Torres Ferrer, el pintor Rafael Alonso y el propio Manolo Cuña. Ellos fueron quienes pusieron en marcha en 1948 la colección de poesía "Benito Soto", cuyo primer libro tendría que haber sido de Cuña. Pero declinó la deferencia de sus amigos, porque no estaba muy convencido de la obra que tenía entre manos. De modo que "Madrigal" de Negreira y "Como el río" de Sabino, abrieron la colección que se hizo famosa con el paso del tiempo, pero que entonces produjo más decepciones y problemas que satisfacciones.

Aquella cena-homenaje en el Liceo Casino, hace ahora sesenta años, tuvo un eco muy favorable en todos los ámbitos locales. Hasta tal punto creció el nombre de Manolo Cuña, que mes y medio más tarde resultó pensionado por la Diputación de Pontevedra, a cuya presidencia acababa de encaramarse Luís Rocafort Martínez. Cuña Novás fue seleccionado en el apartado de literatura y otro miembro del grupo, Rafael Alonso, fue pensionado en el apartado de pintura.

Con las 15.000 pesetas de dotación de la beca, Cuña se marchó a París para seguir un curso de extranjeros en La Sorbona. Y de la capital de Francia, que era entonces la cuna y el eje de todas las vanguardias, volvió a Pontevedra convertido al existencialismo. Aquella barba y aquella vestimenta negra ya nunca lo abandonaron. Entonces fue cuando, al fin, publicó su "Fabulario Novo" en 1952, el poemario que puso el broche final a la colección "Benito Soto".

Nada sospechoso de ofrecer un testimonio crítico sobre su gran amigo, Sabino Torres me contó en cierta ocasión su apreciación de lo ocurrido tras la edición del libro:

"Fabulario Novo no tuvo en su momento el éxito que Cuña esperaba. Esa es la verdad. No lo entendieron: unos lo minusvaloraron y otros hasta se rieron. Aquella mala acogida retrajo mucho a Cuña. Y como le costaba tanto dar a conocer lo que escribía, por eso tardó 40 años en dejarme publicar otro libro suyo, "La pasión en el tiempo"... Cuando lo hice y llegué a Pontevedra con los ejemplares recién impresos en Madrid, se había muerto unas horas antes".