"Llevo dos años ayudando aquí en el convento y lo hago por ellas, no les negaría nada de lo buenas que son", explica Salvador Rey en alusión a las cuatro religiosas que viven en el convento de Santa Clara. La congregación espera, ya desde hace mucho, a cuatro compañeras más para los próximos años "pero por ahora seguimos así", añade el que se ha convertido en uno de los pocos varones del mundo autorizado a entrar en un convento femenino de clausura.

Se encarga de las pequeñas reparaciones, de obras de urgencia y ayuda con la finca, mientras es testigo de esas cuatro vidas de oración y trabajo: "La vida normal aquí es levantarse a las 6 de la mañana, ellas tienen sus rezos. A las 8,30 tienen misa y después atienden al torno, porque aquí viene mucha gente a buscar las partículas y también viene mucha gente a pedir. ¿Y sabe lo mejor? Que nunca se van con las manos vacías, porque eso es lo más importante, la labor callada que están haciendo".

Los rezos se suceden en distintos momentos de la jornada y, a mayores, las religiosas elaboran las hostias. Disponen para ello de unas máquinas (en las que un tiempo también hicieron dulces) y cuidan en lo que pueden, dada su avanzada edad, de la finca.

Cultivan la viña, la huerta, el jardín y las hermosas flores que cada día adornan la iglesia.

Hace apenas medio siglo eran 53 religiosas que con relativa facilidad podían abarcar los trabajos de limpieza del convento o el cultivo de la finca, pero los años han ido pasando y la congregación merma. "Yo confío en que todo esto siga", añade Salvador Rei, "porque son personas de una gran bondad, nadie se va de aquí sin un bocadillo o sin los huevos o, incluso, las he visto dar sus mantas".

En la "temporada de bodas", las docenas de huevos que reciben las monjas de Santa Clara se cuentan por pares, ya que según la tradición la santa espanta la lluvia. Salvador Rey sonríe al reconocer el exceso de ofrendas y explica que "a diario no llegan tantos huevos pero en épocas de bodas, alrededor de verano, y también en Navidades, viene mucha gente".

Las religiosas donan prácticamente todas las ofrendas que reciben y se mantienen exclusivamente gracias a las aportaciones de los fieles, porque es de hecho la suya es la única iglesia de la ciudad en la que no se pasa el cepillo, sino que se deja a criterio de los visitantes si colaborar con el convento.

Sin ayudas ni cepillo

Las religiosas de Santa Clara no reciben ayudas de Patrimonio y las de la Iglesia serán (a buen seguro aunque nadie lo reconoce) solo de subsistencia, así que la congregación sobrevive con lo mínimo y, como puede, ha ido haciendo frente a obras de mantenimiento que eviten un mayor deterioro del convento.

Ahí interviene Salvador Rey. Es un manita y tras 40 años en la mar como pescador de altura inició su colaboración: "vivimos aquí cerca y además mi mujer canta en esta iglesia desde hace unos 18 años. Yo me jubilé y antes siempre la ayudaba aquí cuando había que hacer algún trabajo, chapuzas y así, y al marcharse el señor que estaba mi preguntaron si quería sustituirlo y me quedé".

Ha ayudado el hecho de que las otrora durísimas reglas de clausura se hayan ido relajando: "Ya no es tan difícil acceder a ellas como era antes, ahora sigue habiendo rejas aquí (en alusión a la iglesia) y arriba, pero en el locutorio se puede hablar con ellas e incluso entra gente. Es cierto que siempre tienes que tener un motivo para poder entrar, como un trabajo, ser por ejemplo un albañil o un médico, pero ya no es tan estricto como era hace solo unos años".

¿Cómo es el interior del convento? Más allá de la iglesia, cuenta con un hermoso claustro, las murallas (que, paradójicamente, son más altas hacia el interior que en el perímetro) o el jardín.

"El claustro está rodeando a la iglesia, una fuente muy parecida a A Ferrería y también un crucero y un jardín en forma de cruz, además de un viñedo", explica Salvador Rei.

En esta cosecha se han recogido más de 1.000 litros de vino. Las religiosas "pobrecitas, apenas prueban nada, así que todo se da o se reparte para otras agrupaciones religiosas".

Enamorado del convento, Salvador Rei explica al detalle la crestería adornada con imágenes de jabalíes, perros, monos y cabezas humanas. También se detiene en el retablo churrigueresco, justo antes de acordarse del mártir del siglo III San Vicente.

"Aquí lo tenemos, justo debajo del altar", señala Santiago Rei, " es el único que tiene todos sus restos, lo que queda de él". Se trata de una escultura de madera con una pequeña tapa "y dentro están todas las reliquias, que vinieron en 1.817 directamente de Roma, todas están en su pecho dentro de una zona sellada, todo se conserva íntegramente".

A solo unos metros, debajo de la imagen de la Virgen del Carmen, descansa Sor María de Sor Antonio. Según la tradición, esta joven toledana quiso profesar desde niña pese a la oposición de su padre. "Se escapó de casa, se vistió de hombre y peregrinó hasta Santiago; ingresó como pinche en un convento de A Pobra do Caramiñal y el abad le recomendó hacerse fraile. Cuando ella le explicó que era una mujer se vino para aquí, y es la que construyó toda la muralla alrededor de 1.600. Tenía solo 22 años cuando ingresó aquí".

Nadie confiaba en que pudiesen encontrar piedra para completar la gran muralla, pero la joven monja-fraile no se rindió y ordenó excavar "y encontraron piedra, tanto que por fuera la muralla mide unos 6 metros y por dentro más de 8; ella era tan maravillosa que hasta predijo el día de su muerte".

Biografía

Todas las monjas que pasan por Santa Clara dejan escrita su biografía, sus enseñanzas vitales para que guíen a sus sucesoras, una literatura testamentaria que permite a los historiadores recuperar la historia del convento.

Gracias a estos legados, conocemos que detrás del cuadro de Nuestra Señora de los Desamparados se guarda una historia: en una de las paredes aparecen dos enganches metálicos, que en su día fueron mástiles de dos banderas importantes.

Se trata de las enseñas de 1808, donadas al convento tras la batalla de Pontesampaio. "Se las donaron a la Virgen de los Desamparados, a esta imagen que nunca ha podido ser reproducida", explica Salvador Rei.

Y es que cuenta la tradición que se le encargó al pintor una réplica de la Virgen de los Desamparados "pero nunca pudo hacer una igual". Tan excepcional es esta santa, que un privilegio especial permite oficiar misa en su altar.

"El próximo año hará tres siglos que está aquí expuesta al culto, acompañada de las imágenes de los padres de la Virgen, Santa Ana y San Joaquín, con San Juan Evangelista, y aquí celebramos misa en el mes de mayo, durante la novena en honor a la Virgen de los Desamparados; es un privilegio que esta Virgen tiene concedido y que, como muchas de las cosas que pasan en este convento, muy pocos conocen en realidad".

Al finalizar la visita, una de las religiosas observa desde las alejadas rejas. Sonríe a la visitante con alegría y dulzura y la depositaria de su mirada piensa que va a ser cierto que la puerta de la felicidad se abre hacia adentro; hay que retirarse un poco, como recomendaba el filósofo, porque si uno se aproxima solo se consigue que se cierre cada vez más.