El inolvidable hombre de la camelia en la solapa, Antonio Odriozola Pietas, fue en su tiempo un gran divulgador cultural. Entre las muchas y variadas actividades que promovió y en las que se implicó siempre de forma incansable, más allá de su labor profesional como reputado bibliógrafo, tuvo una querencia especial por los cursillos de setas.

Galicia en general y Pontevedra en particular le deben, en buena medida, la popularización del gusto por la micología. Las conferencias y los cursos, que empiezan a anunciarse estos días por parte de distintas asociaciones y entidades, son herederos directos de aquellos otros que promovió Odriozola hace nada menos que medio siglo.

El "I Cursillo de divulgación sobre setas comestibles y venenosas" se celebró a partir del 22 de octubre de 1961 y se prolongó durante nueve días: siete laborables de clases y dos festivos de excursiones. La organización corrió a cargo del Centro Forestal de Lourizán y su Escuela de Capataces Forestales, y dispuso de una subvención de la Dirección General de Capacitación Agraria del Ministerio de Agricultura.

Mientras escribo esta página, tengo delante un programa mecanografiado original de aquel cursillo que fue pionero en España, y sorprende por su rigor y meticulosidad.

El enunciado y contenido de cada clase estaba perfectamente estructurado, a caballo entre la parte teórica y la práctica. Lo mismo ocurría con el desarrollo de cada excursión, y el cierre del curso incluía una comida de confraternidad con un menú íntegramente compuesto por las setas recogidas por los propios cursillistas y condimentadas de diversas formas. Hasta el proceso de inscripción era muy puntilloso, porque reclamaba la aportación de diversos datos personales, y previo pago de 50 pesetas se daba opción a elegir horario de mañana o de tarde. Ningún detalle adicional se dejaba a la improvisación o a la discrecionalidad del momento.

La personalidad irrepetible de Antonio Odriozola impregnó por completo aquella iniciativa singular, que alcanzó un éxito inmediato. Cuando se repitió la convocatoria al año siguiente, la demanda fue tan grande que, finalizados los cursos en las aulas de Lourizán, se organizaron otros en Vigo con las dependencias de la Asociación de la Prensa como base para las clases teóricas.

Pese a tratarse de unos cursillos de iniciación, sus objetivos eran bastante exigentes. Cada participante tenía que acabar conociendo al menos 24 especies, incluidas las cinco más venenosas. Don Antonio ponía un acento especial en la distinción de las setas buenas de las malas, y negaba toda validez a las reglas populares, que tantos envenenamientos ocasionaron y aún provocan.

A partir de entonces, los aficionados primero, y las asociaciones, entidades y agrupaciones centradas en el mundo de la micología después, proliferaron como las propias setas en Galicia.

Aquellos cursillos de setas, que nunca faltaron a sus citas anuales, dieron paso a la "I Semana Micolóxica de Galicia", que también organizó el Centro Forestal de Lourizán en 1979. Este nuevo evento surgió como una respuesta necesaria a una legión de micólogos, que reclamaban conocimientos de mayor nivel por parte de los especialistas más cualificados.

Paco Magán y Antonio Rodríguez se convirtieron pronto en discípulos aventajados de Odriozola, y desde el propio Centro Forestal de Lourizán impulsaron un sinfín de actividades en torno al mundo de las setas. Incluso promovieron el I Premio Galicia de Micoloxía para estimular a los nuevos investigadores. Marisa Castro ganó aquel primer premio con un trabajo titulado "Familia cortinariaceae roce en los pinares gallegos".

Seguramente entonces fue cuando la afición por la micología alcanzó en esta ciudad su punto álgido, con aquellas charlas y exposiciones que abarrotaban todas las tardes el Auditorio de la Caja de Ahorros.

Antonio Odriozola Pietas fue un sabio sui géneris que no perdonaba la chiquita diaria en "El Chiruca", donde disfrutaba tanto con el pintor Conde Corbal y compañía. Igual de bien lo pasaba trabajando en un recóndito archivo, tratando de encontrar el último dato inédito para su historia de la imprenta en Galicia, a la que nunca puso fin, para desesperación de sus sufridos editores.

Si el bueno de Antonio siguiera vivo, estoy seguro que sus visitas serían frecuentes a Hifas da Terra, una empresa que rezuma aquel espíritu pionero de los primeros cursillos de setas de Lourizán. Paco Magán, que entretiene su jubilación ayudando a su hija como director de I + D en dicha empresa, le recibiría con los brazos abiertos.