Buena materia prima, leña de roble y, sobre todo, mucha paciencia para aguantar al pie de las brasas las diez horas que tarda en estar listo el porquiño, son los ingredientes que hacen de la cita de Amil, en Moraña, una de las más visitadas por los amantes de la buena mesa.

El entorno de la capilla de los Milagros recibió ayer a más de 1.300 comensales, que dieron buena cuenta de los 113 porquiños cocinados por la Asociación Gastronómica Cultural de Amil desde las 04.30 horas de la madrugada del domingo. Según la cuadrilla de cocineros que hizo noche vigilando las piezas, el secreto es, además de la leña, "la calidad del producto y el darle la vuelta cuando lo va necesitando".

La fórmula del éxito es la acertada ya que a la XXII edición celebrada ayer se sumaron grupos de amigos y familias llegados desde Redondela, A Coruña, Asturias o Gerona. "Solo el treinta por ciento de los que están ahí son de la zona, de Moraña y Caldas", explican los organizadores.

El colectivo ofertó 55 lotes -compuestos por un porquiño de unos 15 kilos, dos empanadas, una caja de vino tinto de Barrantes, seis botellas de agua, dos bollos de pan y dos bicas, café y aguardiente- que hicieron las delicias de los cientos de comensales que esperaban en las mesas la llegada del manjar, troceado por los más expertos del grupo a solo unos metros.

La fiesta comenzó el sábado "con una comida para 150 vecinos" que participaron en el 25 aniversario de la Banda de Música de Moraña, donde se asaron otros quince animales.

La reserva de los lotes, con un precio de 300 euros -"sale a 15 por comensal", apuntan- fue a un ritmo más lento que en otras ediciones por la crisis "aunque el precio es el mismo desde hace cuatro años".

Los que no pudieron reservar su pieza a tiempo tuvieron que conformarse con pasar por los restaurantes instalados en el recinto, a donde fueron a parar más de medio centenar de porquiños.

Después de la sobremesa, la finca se convirtió en el escenario de una competición de juegos tradicionales, desde el pañuelo a la cuerda, con los que los invitados pudieron bajar la comida.