La entrevista se concreta en varios mails y días después la periodista no da crédito cuando recibe la llamada de Cristina Regojo (¿pero no es sorda?). Su teléfono está adaptado, como también su domicilio, su espacio de trabajo y, especialmente, su cerebro, capaz por ejemplo de leer con increíble rapidez las expresiones faciales. Es un brillante ejemplo de autonomía a pesar de ser sorda desde la infancia, pero ni con todo su tesón se puede luchar contra barreras (cines con películas sin subtítulos o teléfonos públicos que no están adaptados) cuyo derribo ha de ser un compromiso de todos con la justicia. Para empezar, señala que “es importante que la gente sepa que a los sordos no hay que hablarles muy alto sino despacio y vocalizando bien. Ésta y otras muchas cosas son las que la asociación CLAVE de atención a la deficiencia auditiva se encarga de difundir y que nos haría la vida mucho más fácil a las personas como yo”.

—¿Qué deficiencia auditiva le ha sido diagnosticada?

—Padezco una hipoacusia neurosensorial profunda bilateral como consecuencia de una meningitis a los cuatro años de edad. Para paliarla llevo un audífono muy potente en el oído izquierdo y un implante coclear en el oído derecho.

—¿Cómo repercutió eso en sus primeros años de vida y cómo hizo frente su entorno a esa realidad?

—Al principio, cuando volví a casa después del ingreso en el hospital, no sabían que me ocurría. Era muy pequeña y pensaban que estaba muy afectada por la enfermedad. Había perdido completamente el sentido del equilibrio, me había vuelto muy retraída y ya no jugaba con mis hermanos. Después de varios días en casa, fue mi abuela (que padece hipoacusia también), la que convenció a mis padres de que yo me había quedado completamente sorda. A partir de ahí, empezó una serie de visitas a diversos médicos y profesionales en Madrid e Inglaterra que diagnosticaron mi problema y me pusieron un audífono en el oído izquierdo.

—Sus padres han sido un factor clave en su éxito...

—Mis padres encajaron muy bien el problema. Son muy optimistas y no se dejaron vencer por la contrariedad. Se informaron y se preocuparon de que yo tuviera todo lo necesario para que pudiera llevar una vida lo más normal posible y hacer lo mismo que mis hermanos. Tengo la suerte de haber crecido en una familia numerosa. Eso me ayudó a superarme y a convivir de forma natural con mi sordera, sin complejos.

—¿Cómo fue su etapa escolar?

—Mientras estuve en el colegio fue como más fácil porque conocían mi problema y me arropaban bastante. El cambio fue radical al llegar a la universidad. Me fui a Pamplona a estudiar medicina y al principio me sentía perdida. Clases enormes, múltiples profesores que daban las lecciones demasiado rápido, me costaba seguirlas y por supuesto era incapaz de tomar apuntes…. Tuve la suerte de conocer a mi marido y hacer la carrera con él. Durante los duros años de la facultad, él fue mi motor, el que me daba los apuntes y me explicaba cuando no entendía algo, fue una ayuda fundamental.

—¿En qué medida esa discapacidad afecta a su vida cotidiana?

— Al ser una persona con una vida muy activa, afecta en mayor medida y casi siempre tengo que esforzarme. Yo leo los labios por lo que una conversación con otra persona que hable despacio y en un ambiente tranquilo, la sigo sin problemas. La dificultad está en conversaciones de varias personas y ambientes ruidosos, ahí me pierdo. Los medios audiovisuales como la televisión, la radio, cine, etc no los sigo si no son con subtítulos….Mi teléfono y móvil están adaptados y los utilizo continuamente pero muchas veces me cuestan porque me afecta mucho el ruido, interferencias, si la otra persona habla muy rápido… En casa tengo un sistema de aviso mediante vibración que me avisa si llaman a la puerta, teléfono, timbre, si llora el bebé, etc.

—¿Influyó su problema en la elección de su carrera profesional?

—Yo soy médico especialista en análisis clínicos. Elegí esta especialidad porque aunque me encanta la medicina clínica, la sordera suponía un hándicap. En la carrera y en las prácticas vi que podía hacerlo perfectamente con las adaptaciones necesarias pero eso suponía estar, no al 100% sino al 200% debido al esfuerzo que tenía que hacer para escuchar. Me dí cuenta que eso no era calidad de vida así que decidí que lo mío era una especialidad de diagnóstico que me permitiera hacer mi trabajo de forma autónoma como es el trabajo del laboratorio. Trabajo con microscopios y aparatos y la gente que está a mí alrededor intenta hablarme despacio. Tengo adaptaciones para el teléfono del trabajo y para el móvil de la guardia. Si a pesar de eso, a veces no entiendo, voy a hablar personalmente con ellos o le pido a un compañero que me ayude; siempre me aseguro que entiendo correctamente. Por supuesto que los sms y los mails son mi medio de comunicación preferido.

—Le resultará extraño (o impropio) que me sorprenda de su gran autonomía: un interlocutor telefónico, por ejemplo, jamás se daría cuenta de su sordera...

— Dificultades tengo, pero la gente me dice que no se me nota porque intento adaptarme para llevar una vida lo más normal posible…, aún así, todos los días, siempre le digo a alguien que soy sorda para que me repita y me hable más despacio…, estoy acostumbrada. Quizá lo que más me entristece es no poder escuchar algunas de las primeras palabras de mi hija pequeña, al tener la voz muy dulce y suave no la oigo y me entero por otra persona que ha dicho tal cosa,…También me fastidia no poder tener una conversación con mi marido en la oscuridad y no poder aprovechar bien las conferencias, congresos, etc. Además, sé que hay sonidos de la naturaleza que nunca he escuchado y que no soy capaz de cantar canciones de moda con mi hijo mayor porque no entiendo la letra.

—¿Está adaptada la ciudad para personas con diagnósticos semejantes de discapacidad auditiva?

—Definitivamente no. Hay mucho que hacer y para eso hay diversas asociaciones cómo “CLAVE, Atención a la deficiencia auditiva” cuyo principal objetivo es la mejora de las condiciones de vida de las personas con deficiencia auditiva en los distintos entornos. Informa sobre aquellos aspectos relevantes en la atención audiológica, logopédica y educativa de las personas con deficiencia auditiva y las condiciones que mejoran el acceso a la información en los distintos entornos (familiar, educativo, social, profesional) en que se desenvuelve.

—¿En qué medida su ocio y en general su vida personal está condicionada?

—A la hora de viajar, sólo Renfe y los aeropuertos tienen bobina inductiva en algunas ventanillas. Las cabinas telefónicas y teléfonos públicos deben estar adaptados para sordos. La megafonía no nos sirve y deberían avisarnos mediante paneles informativos .En el avión, por ejemplo, no me entero de lo que está contando el piloto y eso genera frustración.

—¿Va al cine, al teatro...?

—Yo voy al cine pero no me entero bien del hilo de la película. Aunque le eche imaginación y ganas siempre te pierdes. Un simple subtitulado me permitiría disfrutar de la película con mi familia como uno más. En el teatro debería haber sitios reservados para nosotros, con buena visibilidad y acústica; incluso que nos facilitaran un guión de la obra. En las salas de conferencias y palacios de congresos, lo mismo y además deberían estar provistos de un sistema FM que conectaría directamente con mis aparatos y me ayudaría a seguir al conferenciante.