Los expertos defienden la necesidad de gravar fiscalmente las actividades humanas desencadenantes del cambio climático, como forma de mitigar el proceso y de adaptar la sociedad a esta circunstancia, que "está aquí y hay que asumirlo", como apuntó Xabier Labandeira, catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de Vigo. Labandeira participó ayer en una de las mesas redondas del "Primer Congreso Climántica, de Respostas Educativas ao Cambio Climático" que se celebra en Pontevedra. El economista defendió la necesidad de aprobar una "reforma fiscal verde", para crear "impuestos ambientales", que graven las emisiones de CO2 a la atmósfera y el uso de energías sobre explotadas como los combustibles o la electricidad.

Para compensar este esfuerzo fiscal por parte de los consumidores, la medida podría acompañarse de una reducción de impuestos sobre cuestiones que en sí no producen efectos negativos para el ecosistema, como el trabajo, el consumo, o el ahorro, que también se gravan con impuestos cuando en realidad no son actividades tan dañinas para el planeta, explicó.

Labandeira argumentó que aunque esta cuestión podría parecer una responsabilidad exclusiva de las empresas y de los políticos (los gobiernos) es en realidad una tarea de todos los ciudadanos, ya que "las empresas generan contaminación porque hay una demanda por parte de las personas, y el consumidor final tiene que ser consciente y responsable de que sus acciones son determinantes en este proceso; no nos podemos lavar las manos y pensar que es un asunto que compete a empresas y gobiernos".

Precios

El profesor relacionó el cambio climático con la Economía y defendió el papel regulador de los precios para lograr una adaptación de las necesidades de consumo a las posibilidades de resistencia del medio ambiente. "Para poder emitir (CO2) hay que pagar", propuso Labandeira, quien aseguró que el precio es el sistema más barato y que ofrece mejor resultado para regular el mercado. Y en este punto relacionó su defensa de impuestos ambientales: "Si una empresa tiene que pagar por contaminar, va a renovar su tecnología para pagar menos".

España, recordó el economista, es el país con los impuestos sobre el carburante más bajos de Europa. "Gravemos lo malo y bajemos impuestos en las cosas buenas", sintetizó Labandeira.

El catedrático considera que los gobiernos se resisten a meterse en esta cuestión porque el coste distributivo sería muy importante. Además, encuestas realizadas por el propio departamento que dirige Labandeira en la Universidad de Vigo indican que los ciudadanos consideran que son únicamente los gobiernos y las empresas quienes deben hacer frente al problema, pero no están dispuestos a pagar más por ningún concepto. "Es un problema serio de conocimiento y de educación", defiende el profesor.

Por su parte, el director de la Axencia Enerxética de Vigo, Bernardo Parajó, incidió también en los costes que supone la elección de determinados hábitos de consumo sobre el cambio climático y el efecto invernadero, del que apuntó que es "un proceso natural". Parajó recalcó la necesidad de reducir el consumo (ahorro) y mejorar el rendimiento (eficiencia), para combatir los efectos del cambio climático. Casi el 40 por ciento de la energía que consumimos se gasta en transporte, explicó. A esta vía de consumo energético le siguen la industria (30%) y el uso residencial (17%).

"El transporte es el gran derrochador de energía, casi la mitad de este consumo lo hacemos a través del vehículo privado", dijo Parajó. De ahí que el profesor defendiese la necesidad de fomentar el uso del transporte público y de optimizar las fuentes de energía e impulsar las renovables.

Energía mareamotriz

Entre éstas, destacó la mareamotriz, la producida por la fuerza de las olas, que Parajó calificó como "la gran esperanza del futuro" especialmente en costas como la gallega. Al tratarse de una energía nueva, en su generación existen tantos artefactos como ideas existen, por lo que "aún no se sabe cuál es el método más eficiente", explicó el investigador. "Las posibilidades del uso energético del mar son inmensas", indicó Parajó, tras admitir que falta aún mucho desarrollo en esta cuestión.

En cuanto a los futuros usos de la energía en la aplicación doméstica, Parajó destacó los nuevos sistemas de calefacción "de distrito", que serán explotados por empresas de servicios energéticos y que verán la luz gracias a la nueva ley de energías. Mediante este suministro de calefacción comunitaria, la empresa que la suministre tendrá en cuenta el rendimiento del sistema, algo que no ocurre a nivel doméstico. "En nuestra casa, si el rendimiento de la calefacción es de un 80 o un 85 por ciento nos da igual; para una empresa es una diferencia notable que tendrá en cuenta en su balance de resultados", explicó el técnico.