Una obra de arte puede medirse también por la cantidad de pasado que lleva consigo. En el caso del retablo de Belvís, no sólo es un raro testimonio de la pintura gótica medieval (de hecho, la única pieza de su estilo que ha llegado hasta nuestros días) sino también un buen ejemplo de cómo se ha perdido y se recupera el patrimonio gallego tras años de olvido.

La última vez que los gallegos pudieron ver públicamente esta pintura sobre tabla datada en el siglo XIV fue en la Exposición regional Gallega celebrada en 1909. Después volvió al convento dominico de Belvís y fue vendida (en circunstancias aún por aclarar) en 1944, momento en el que los expertos en arte le pierden la pista.

Hasta hace cinco años sólo se conservaban imágenes en blanco y negro de esta obra de estructura pentagonal que mide 1,96 por 1,62 metros, aunque inicialmente sus dimensiones fueron mayores. Incluye tres piezas horizontales superpuestas y un ático que las remata. En ella se narra al detalle la leyenda de San Acacio y los diez mil mártires del monte Ararat.

En 2005 entra en escena el matrimonio de coleccionistas Ruiz-Moya Decoster. Adquirieron la tabla en un anticuario madrileño y por una fotografía antigua en la que el retablo aparecía repintado se fechó inicialmente en el siglo XVI.

Lola Decoster explicó en la presentación de la obra que cuando decidieron incorporar la pieza a su colección "el anticuario la había llevado a restaurar y cuando fuimos al taller del restaurador ya nos encontramos la pieza como está y la ubicamos en el gótico lineal".

El siguiente paso fue contactar con un experto, en este caso el profesor Fernando Gutiérrez Baños, que investigó el retablo y gracias a él "tomamos conciencia de que era una pieza relevante y de interés para el patrimonio histórico artístico de Galicia", indican los propietarios de la colección.

Éstos pensaron inicialmente en que el retablo volviese al convento dominico de donde salió hace 66 años, pero desconfiaban de las medidas de seguridad "y de que no sería muy accesible al público", indica Lola Decoster, que insiste en que este tipo de obras "deben estar al alcance" de todos los aficionados al arte.

Aún faltaba un nuevo paso para la vuelta a Galicia: contactar con el Museo de Pontevedra, al que llega la obra gracias a la mediación de la sala Christhie´s. Los coleccionistas visitaron la institución a finales del pasado año y tras recorrerla decidieron que el retablo se convertiría "en la primera obra que cedemos a un museo español".

Al verla colgada en la sala de tablas, el matrimonio (cuya colección se reparte entre distintos espacios de España y Francia) expresó su satisfacción: "constituye un gran honor", señalan, "que el retablo pueda exhibirse en este magnífico museo, reflejo de la historia y la cultura de Galicia".

Insisten en la importancia de que este tipo de expresiones artísticas estén al alcance del público, una convicción que, aseguran, deriva de que "no somos comerciantes ni especuladores sino coleccionistas".

El presidente de la Diputación Provincial, de la que depende el Museo de Pontevedra, y los propietarios de la colección firmaron inicialmente un acuerdo de cesión por diez años. No obstante, ambas partes manifestaron su confianza en que una vez superado el plazo el convenio podría ampliarse e, incluso, no se descartan otras colaboraciones para exhibir más obras de la colección Ruiz-Moya Decoster.