Cuatro meses después de constituirse la nueva asociación “Cidade Vella” y tras haber mantenido algunas entrevistas con varios responsables del gobierno local, la directiva de este colectivo vecinal ha decidido “desenterrar el hacha de guerra” -explica gráficamente Xulio Martínez, tesorero de la agrupación-, para denunciar todas las actuaciones que a su entender se están haciendo mal en el centro histórico. Las obras que se acometen en el Campillo de Santa María, el acabado de la Avenida de Santa María, el pavimento que se ha instalado en todas las calles reformadas de la zona monumental, la “masiva afluencia” de tráfico en la zona peatonal, o algunas particularidades del proyecto del Museo da Historia, en la plaza de Valentín García Escudero, son algunos de los frentes que han abierto los portavoces vecinales del barrio. “Comenzamos con la mejor voluntad, pero vemos que los concejales nos dicen que sí a todo pero no nos hacen ni caso, acaban haciendo lo que les da la gana y no tienen en cuenta para nada a los vecinos”, argumenta Rafael Muiños, presidente del colectivo.

La directiva de “Cidade Vella” está manteniendo conversaciones con los residentes del entorno de Valentín García Escudero, para estudiar la presentación de alegaciones al proyecto del Museo da Historia, previsto sobre las excavaciones arqueológicas abiertas en esta plaza. Hoy mismo prevén acudir a la delegación territorial del Ministerio de Fomento y al Concello, para solicitar el plan urbanístico especial del barrio (Peprica) y comprobar si la actuación se ajusta a la norma. También quieren saber donde se ha expuesto el proyecto del edificio, cuyo inicio ya fue anunciado por la concejala del barrio, Teresa Casal.

Campillo

En cuanto al Campillo de Santa María, están en desacuerdo con la pasarela peatonal de madera prevista en la ladera de Arzobispo Malvar, que arranca en zigzag desde esta calle hasta la parte alta del Campillo, rodeando la muralla medieval. En estas obras, los vecinos son especialmente críticos con la tala de los 19 robles de más de 60 años de edad que quedaban tanto en la vieja alameda del Campillo como en el entorno de la basílica. “El arbolado de un barrio liga generacionalmente a la gente, algún vecino de la zona lloró cuando cortaron los árboles”, explica Pascuala Campos, vocal de “Cidade Vella”. Campos, además de directiva de la asociación de vecinos es arquitecta de profesión, y como tal argumenta que el plan especial de la zona monumental impone expresamente la obligación de proteger el arbolado “tanto público como privado” del centro histórico, algo que no se cumplió en este proyecto.

Apunta además que el plan nunca contempló la tala de los viejos robles, por lo que atribuyen la decisión de prescindir de los mismos al “capricho” del arquitecto municipal. En este sentido la asociación de vecinos critica que los responsables políticos del Concello descuiden este tipo de cuestiones y las dejen al arbitrio de los técnicos municipales. “No se puede arrasar con 19 árboles que representaban mucho para los vecinos porque a un señor le parezca más bonito así, eso no puede ser, no es un criterio admisible”, protesta la vocal de la asociación.

“Cidade Vella” critica también el pavimento elegido para las calles recientemente reformadas y lamenta que no se haya restaurado la vieja piedra que cubría el suelo de toda la zona monumental.