"El fruto de la oración es la fe, el fruto de la fe es el amor, el fruto del amor es el servicio. El fruto del servicio es la paz". María Emilia López Fernández comparte la reflexión de la religiosa albanesa Teresa de Calculta y por eso este año de crisis, a pesar de los achaques, el catarro y el previsible aumento de la factura eléctrica, volvió a invertir varias jornadas en la compleja instalación de su premiado Belén.

"Lo más importante es el esfuerzo", explica, "y lo haces por el que está en el pesebre, aunque es cierto que en mi caso también pesa la tradición". No en vano su madre "lo hacía de soltera y, una vez casada, nos lo inculcó a los seis hijos. Hacíamos de niños un peto para las figuritas y al acercarse la Navidad cada uno compraba la suya".

En los ratos libres recogían musgo o hacían casitas con las que completar el siguiente Belén y hoy María Emilia es depositaria de una larga tradición que le permite exhibir en su nacimiento figuras únicas de más de un siglo de antigüedad que heredó de su madre. A mayores, fuentes (la más reciente, diseñada a partir de una piedra traída de Jerusalén) puentes o casas, iluminados por más de 100 puntos de luz.

La gran instalación (que contempla cada año un grupo de privilegiados, familiares y compañeros de la parroquia) ha merecido varios premios, aunque a su propietaria le satisface especialmente "el saber que continúo una tradición y lo que ésta significa de muestra de fe".

También incide en este aspecto Luis Durán, cabeza de otra de las familias de Pontevedra que desde hace décadas instala un Belén que cree año a año.

"Queremos que sea sencillo, porque en todas las casas va faltando espacio, pero lo cierto es que siempre aparecen figuras nuevas o piensas en mejorar su calidad", indica Luis Durán.

En su caso también fue una tradición heredada de sus padres: "Con ellos hacía el nacimiento ya de soltero y, una vez casado, hemos seguido poniendo el Belén y también el árbol, una labor que hace pacientemente mi mujer, Celia, que es la que también guarda y conserva cuidadosamente las figuritas para la siguiente Navidad".

Para este matrimonio el nacimiento representa valores "que van más allá de la fe", como la familia, la amistad o el consuelo y que también se recrean en los grandes belenes de las parroquias.

Dos buenos ejemplos son la parroquia de San José, la de Santa María o del Asilo, con singulares instalaciones que han contemplado en los últimos días numerosos niños.

Porque son los más pequeños los grandes protagonistas (todos los belenistas se felicitan especialmente por la ilusión que les hace a sus hijos y/o nietos cada nueva edición del nacimiento) y los que más disfrutan de esta tradición. Lo explica Luis Durán: "Observar la cara de un niño viendo un nacimiento es algo indescriptible. Creo que tenemos la obligación de conservar esa magia".