En 2004 tomó posesión el primer gobierno español paritario, un gesto simbólico que decía mucho de los avances de la mujer en los últimos años y también de los peajes que paga: los 9 ministros varones eran en ese año padres de 23 hijos, mientras que sus compañeras mujeres sólo tenían 3. “Cuidado con estas trampas de la igualdad”, advirtió Carlos Lomas durante la conferencia que pronunció ayer en las VII Xornada de Convivencia Escolar que organiza Cruz Roja, dedicada a la coeducación como herramienta de prevención de la violencia.

—Resulta que la igualdad está llena de espejismos.

—No siempre pero puede serlo, es decir hoy la igualdad forma parte de lo políticamente correcto, en el ámbito público es muy difícil sostener afirmaciones como que los hombres son mejores que las mujeres, casi seguro que incluso en un plató de televisión van a abuchearla, pero lo que pasa es que hay datos que parecen reflejar que ya estamos en un sistema de igualdad y que no son ciertos, y para ello no sólo hay que asomarse a las reuniones de los más importantes banqueros, a una conferencia de rectores o a una reunión de la Academia de la Lengua en donde hay una abrumadora mayoría masculina que no se justifica dado que hay muchas mujeres en el ámbito de la banca, de la enseñanza o de la lengua muy valiosas, sino que también pasa incluso en el ámbito de la política, de modo que incluso los partidos más conservadores tienen a gala situar en puestos de salida a mujeres. Pero después hay que ver la situación familiar de esas mujeres, que en realidad es mucho menos comprometida que la de sus compañeros varones, la situación familiar parece ser un condicionante para las mujeres hasta el punto de que para muchas dedicarse a la política significa dejar a un lado la familia mientras que para los varones no supone diferencia alguna, a eso me refiero cuando aludo a los espejismos de la igualdad.

—¿Qué errores estratégicos han cometido las mujeres en la búsqueda de la igualdad?

—Percibo de manera minoritaria y eso quiero subrayarlo en el mundo feminista y en algunas instituciones una cierta actitud de prejuicio indiscriminado hacia los hombres y creo que la cautela es absolutamente obligada. Las mujeres tienen muy pocos motivos para estar orgullosas de los hombres pero también deberían tener la apertura y el acierto estratégico de contar con esos poquitos hombres que se creen la igualdad, porque entre otras razones para los chicos, los futuros hombres, una mujer nunca va a ser un referente. Le cuento una anécdota: fui a dar una conferencia a un instituto de Avilés en el Día de la Mujer y los chicos entraban al salón de actos muertos de risa diciendo que ya estaba aquí otra vez la feminista aburrida que va a decir tonterías, y de repente vieron que les hablaba un hombre, que defendía la igualdad y que no era homosexual, sólo con eso se le cayeron muchos esquemas (y no digo que dejasen de ser machistas) porque de repente ya no podían manejar sus habituales coartadas y prejuicios contra las mujeres porque quien defendía ese discurso era un hombre. Hacer de la igualdad un discurso no sólo femenino sino masculino me parece ahora lo más urgente.

—¿Emerge una nueva masculinidad y otra feminidad?

—Está emergiendo una nueva masculinidad y desde luego ha emergido una nueva feminidad más igualitaria de la mano del feminismo, pero evidentemente si uno mira alrededor y deja de concentrarse en su ombligo se dará cuenta de que las cosas van muy despacio y lo que si se observa son algunas estrategias de los hombres para acomodarse a la nueva situación, para limar las asperezas de las conductas más machistas, pero eso no significa que se impliquen en el ámbito doméstico en pie de igualdad de las mujeres, eso no significa que cuando en una pareja uno tiene que hacer una renuncia sea el hombre quien la haga y no la mujer, al observar esos aspectos vemos que en las distancias cortas las cosas van más despacio.

—Planteó en su conferencia que los hombres deberían de plantearse ser algo menos hombres y algo más personas.

—Sí, en el sentido de dejar de ejercer esa masculinidad violenta, obsesionada por la virilidad a cualquier precio, tan machista, y ser más humanos en el sentido de estar más atentos a las emociones, a los sentimientos y al afán de justicia entre los pueblos y las personas; en ese sentido creo que los hombres deberían ser menos puros machos y algo más humanos.

—¿Educar es una tarea ingrata?

—Puede tener momentos ingratos pero educar es una de las tareas más hermosas y por eso el oficio de maestro es uno de los más hermosos, aunque no esté bien remunerado, aunque esté bajo sospecha o a menudo no tenga el reconocimiento social que tienen los futbolistas, pero es una tarea hermosa a veces ingrata porque es un trabajo agotador, que exige mucho esfuerzo y en el que no siempre se obtienen los resultados que se desean porque lo que sea un alumno no sólo depende de lo que sea su profesor sino que tiene mucho que ver con su familia, su grupo de iguales, la clase social a la que pertenece y, por tanto, es frustrante a veces ver que uno ha puesto todo el cariño y esfuerzo en obtener unos resultados que no se obtienen y eso sucede porque la diferencia cultural también es determinante en el éxito escolar.

—Aparece una cierta mirada nostálgica a otros momentos históricos de la educación, ¿de verdad que cualquier tiempo pasado fue mejor?

—No, en absoluto, en absoluto: Ningún tiempo pasado fue mejor en educación y menos en este pais. Formo parte de una generación que abandonaba la escolaridad obligatoria a los 10 años y cuando decimos “antes sí que se estudiaba y antes sí que había nivel” lo que se me ocurre es que en mi generación ha habido de todo, tenemos una tendencia a edulcorar el pasado, a mirarlo de una forma un tanto benévola cuando antes había fracaso escolar lo que sucede es que ni aparecían en las estadísticas porque ya estaban fuera de la escuela, cómo iban a aparecer si habían sido expulsados del sistema a los diez años, o cuando se dice que ahora no se lee, pues no es verdad, es cierto que nos gustaría que los chicos leyesen más o leyesen otras cosas pero nunca se ha editado tanto como ahora para jóvenes; miro mi generación de compañeros, que formábamos ya una parte seleccionada de la educación, y me encuentro con que leen cuatro, los demás siguen con la cerveza y con el fútbol. Mucho cuidado con pensar que el pasado fue mejor, es un discurso que aparte de falso puede ser peligroso, nos invita a añorar épocas en que la libertad no era precisamente lo que definía a este país.

—¿El fracaso escolar es masculino?

—Tiene que ver con la clase social, con la etnia, con el nivel económico de la familia y con factores subjetivos pero también tiene que ver con el género y por tanto en el contexto del fracaso escolar, que tiene una explicación familiar y social, hay un tercer factor que es el de género y que explica que hoy haya un mayor porcentaje de chicos que fracasan que de chicas. Tiene que ver no sólo con el origen familiar y social de esos chicos sino también con el modo como construyen su identidad masculina, que es rechazando lo que la iglesia les ofrece y por tanto oponiéndose a la cultura del esfuerzo, de la cooperación, de la solidaridad que predica la escuela, para defender el liderazgo, el individualismo, la rebeldía sin causa y tomando como referentes antes a un futbolista de éxito que a lo mejor a un maestro.