“¿Qué puedo hacer hoy para evitar que él me pegue?”. Esta pregunta resonaba cada día en la mente de la mujer a la que supuestamente su pareja sentimental intentó quemar viva en Tomiño en marzo de 2007, cuando se encontraba embarazada de 2 meses. Ella misma lo explicó así ante los magistrados de la Sección Segunda de la Audiencia Provincial de Pontevedra, en cuyo banquillo se sienta como acusado su presunto agresor, Alfonso A.G., de 35 años de edad y para quien el fiscal solicita penas que suman casi 35 años de prisión por un delito continuado de agresión sexual, otro de asesinato en grado de tentativa y dos delitos de malos tratos.

La víctima declaró con entereza el calvario que, según su versión, pasó durante los últimos meses de convivencia con el acusado presa del miedo por las continuas palizas y violaciones que padecía, según ella misma explicó a los jueces. “Me sometí a él, me convertí en su esclava, lo único que no quería era que se pusiera agresivo y me pegase, hacia todo lo que él quisiera, como él quisiera y cuando él quisiera con tal de que no me pegara”, dijo.

La joven explicó que inició una relación sentimental con el acusado en octubre de 2006 y que durante unos meses estaba “muy contenta” con él. “Al principio se mostraba muy atento”, dijo. Ella vivía en Porriño pero como las cosas “iban bien”, ambos decidieron ir a convivir a una casa en Tomiño, en la que se produjeron los hechos. La mujer explicó que, al principio, las relaciones sexuales eran consentidas pero luego las cosas empezaron a torcerse: “se volvió agresivo y buscaba cualquier excusa para pegarme y forzarme”. Asegura que la empujaba contra la cama, la insultaba e incluso le pegaba con unos palos que él utiliza para practicar artes marciales. Ante las preguntas que realizaba la defensa, la mujer acabó espetando: “lo que él hacía era insultarme, pegarme y violarme, así hasta que llegó un momento en el que me resignaba y accedía -a mantener relaciones sexuales- sólo para ahorrarme la paliza”.

Según la versión de la víctima, la relación entre ambos se prolongó en estos términos hasta el 30 de marzo de 2007 cuando el acusado le dijo a la víctima que la dejaba. A la mañana siguiente él recogió parte de sus cosas y se fue pero a primera hora de la tarde la llamó para decirle que se había olvidado su DNI y que ella debía buscarlo. Le dijo, afirmó ella, que no lo encontraba y que entonces la amenazó: “si no me das el DNI, estás muerta”. La víctima dijo que observó al acusado entrando a hurtadillas en la finca de su casa por lo que llamó a un amigo por teléfono para pedir ayuda. Añadió que Alfonso A. G. rompió el cristal de una ventana y que el procesado se introdujo en la casa, que le arrebató el teléfono de las manos y lo pisó, también le quitó las llaves del coche y le propinó un primer empujón “que me levantó por el aire y me tiró contra la pared, entonces me empezó a dar por todos lados”. Explicó que el agresor “me agarró por la cabeza y me golpeaba contra el suelo”. Con un cuchillo, continuó, supuestamente le hizo provocó varias heridas superficiales en el cuello y luego la arrastró por el suelo cogida del pelo hasta que perdió el conocimiento. Añade que se despertó cuando estaba tendida en la cama de su habitación. “Sentí algo frío, me desperté y pude oler el queroseno de la estufa. Me dijo que abriese la boca que me lo iba a tragar y yo pensé: estoy muerta”. “Mírame a los ojos, yo voy a ser lo último que veas”, afirma que le dijo el acusado. Según el relato de la víctima, el procesado estaba haciendo el gesto de buscar un mechero en el bolsillo cuando llamaron al timbre. Era la Guardia Civil, entonces Alfonso A.G. huyó.

La víctima sufrió múltiples lesiones por las que tuvo que permanecer 11 días hospitalizada. Presentaba heridas por arma blanca en el cuello, puñetazos en los ojos y en la mandíbula, varias costillas rotas, desvío de tabique nasal y rotura de clavículas, entre otras. Los testigos que la vieron afirmaron que estaba empapada en queroseno y que tenía sobre el vestido mechones de pelo que fueron arrancados.

Sin embargo, el acusado negó ayer que él fuera el autor de las lesiones. Con total frialdad declaró que nunca la maltrató y que las relaciones sexuales siempre fueron consentidas. Añadió que el día de los hechos ella misma le abrió la puerta del domicilio y que fue a por sus cosas. “Escuché como alguien rompía el cristal de la ventana y vi que ella se iba para el salón y empezó a darse cabezazos contra la pared y el suelo”. Cuando le preguntaron que explicación daba a que la mujer apareciese cubierta de queroseno y con cortes en el cuello aseguró que “eso había que preguntárselo a ella” y que “no es tan difícil” provocarse uno mismo cortes con un cuchillo o romperse la clavícula y las costillas contra el suelo.

Retiró una denuncia por maltrato porque le tenía “miedo”

Alfonso A. G. ya había sido denunciado por la víctima en una ocasión. Ocurrió un día en el que, según el relato de la mujer, él no quería entregarle las llaves de su casa. Utilizando un engaño lo llevó hasta la comisaría de López Mora en Vigo y se vio obligado a devolverle las llaves ante un policía nacional. Presentó denuncia, pero sólo lo hizo por malos tratos psicológicos. Afirmó que no reveló las supuestas violaciones y palizas “por miedo” a la reacción de él cuando se enterase del contenido de la denuncia. Además, tenía un plan: negociar la retirada de la denuncia a cambio “de que me dejara en paz”. Retiró la denuncia pero no hubo ocasión para tal negociación, dice que el miedo la venció y que eso casi le cuesta la vida. El acusado asegura que ella “no tenía motivos para sentirse amenazada” ni para presentar denuncia.

Otra mujer lo denunció

Alfonso A. G. reconoció que otra mujer lo denunció anteriormente por maltrato pero que la denuncia se archivó al ser retirada por la presunta víctima, por lo que el procesado concluyó que es “un tipo con suerte con las mujeres”.

Ayer también declaró el amigo de la víctima a quien ella llamó por teléfono cuando observó que el acusado entraba en su finca. “Me dijo que él estaba en su casa, muy asustada. Luego escuché ruidos de cristales rotos, ella le gritaba a alguien que no le pegara y un alarido muy grande, eso no lo olvidaré. Luego se cortó la comunicación”. Asimismo, también declararon unos vecinos que vieron al acusado escapar por la finca de la víctima cuando llegó la Guardia Civil.

El juicio proseguirá hoy con la declaración de los agentes del Instituto Armado y los peritos.