A. G.  Vilagarcía

El adiós a Maricarmen Barcala se convirtió ayer en una muestra de dolor y repulsa por este nuevo acto criminal de violencia doméstica; un hecho que todos los que asistieron consideran un absurdo y no alcanzaban a comprender. El tanatorio de Cea, en Vilagarcía de Arousa, fue un continuo ir y venir de personas que quisieron acompañar a la familia de la difunta en estos momentos de dolor desde primera hora de la tarde.

En el exterior todo eran conjeturas sobre el motivo de la muerte. Los más allegados reconocían que su presunto asesino, José Torrado Núñez, poseía un carácter muy autoritario pero nunca habían escuchado o visto referencias a posibles malos tratos en el interior del matrimonio. Eran muchos los que no podían contener las lágrimas, ya que Maricarmen Barcala era una persona muy conocida y a la que todo el mundo apreciaba.

A las 18 horas, el tanatorio se vació, y una enorme fila de vehículos recorrió, detrás del coche fúnebre, los poco más de dos kilómetros que separan el tanatorio de Cea de la iglesia parroquial de San Pedro de Rubiáns, donde ya esperaba al féretro una multitud. La caja con los restos mortales de Maricarmen Barcala entró en la iglesia sobre los hombros de cuatro de sus hijos, que la trasladaron después al cementerio.

El dolor y la consternación presidieron toda la ceremonia religiosa en el interior de la iglesia parroquial en la que resultaba imposible entrar.

Preocupación por los hijos de la víctima

Los hijos de la víctima fueron los que centraron la atención de la mayor parte de los que acudieron al tanatorio. De hecho, en el entorno familiar existe una gran preocupación por la custodia de los menores, que han quedado desamparados por causa del brutal asesinato presuntamente cometido por su padre. Por el momento, permanecen a cargo de su abuela materna. La noticia de que Torrado se negó a declarar y el enfrentamiento que tuvo en los juzgados con alguno de sus hijos también eran algunos de los comentarios que se escuchaban en el exterior del tanatorio de Cea. Tampoco faltaron sus compañeros de trabajo en el Restaurante San Martín 2, en Barro, que apenas podían articular palabra mientras comienzan a asimilar lo sucedido. "No hay explicación para su muerte", apuntaba a la puerta de la iglesia uno de sus compañeros. Los vecinos de Rubiáns, donde la víctima y su marido residieron hasta hace pocos meses también mostraron su desolación y quisieron estar presentes en un acto en el que el silencio fue la mayor condena hacia la persona que le segó la vida.

Una muerte "absurda y lamentable"

El cura párroco de San Pedro de Rubiáns, Juan Figueiras, no dudó en condenar la muerte de Maricarmen Barcala desde el púlpito, calificándola como "absurda y lamentable, y contraria a las leyes de Dios, que quiere que tengamos vida en abundancia".

Ante un auditorio multitudinario recordó a los asistentes al sepelio el pasaje de la Biblia en la que Dios reprende a Caín por el asesinato de su hermano Abel con un "¿Qué es lo que has hecho?" asegurando que la "vida es algo exclusivo de Dios y sólo Él tiene el poder sobre ella, algo que ningún hombre puede poseer". El trágico suceso que segó la vida a esta mujer de 42 años es un claro indicio para el párroco de que "el mundo ha perdido el norte, ahora vemos como los hombres legislan sobre la vida y la muerte, deciden quien tiene que vivir o morir, sin darse cuenta de que la vida es sagrada desde su concepción en el vientre materno hasta que Dios dispone de ella". El párroco instó a los que acudieron a la ceremonia a recuperar los valores cristianos, "a recuperar el sentido de la vida, porque sino nos acabaremos convirtiendo en la nada, como decía Jean Paul Sartre", esperando que "Maricarmen participe ahora de la ternura que ofrece la vida celestial".

La iglesia de San Pedro de Rubiáns se quedó pequeña para acoger a los cientos de personas que acudieron a dar el último adiós a Maricarmen Barcala, entre los que se encontraban políticos, como el alcalde de Portas, Roberto Vázquez, o el edil del BNG de Ribadumia, Ramón Mouriño, pariente lejano de la víctima.