Julio Santos Pena / MARÍN

Sesenta años en la carrera sacerdotal son toda una vida de trabajo. Y si de esos sesenta años, treinta y ocho se pasan en una parroquia como la de Santa Marín del Puerto de Marín, el momento de la despedida tiene que ser duro o, cuando menos, emotivo porque tras el adiós queda la vida misma entregada como en este caso a la comunidad. Es el caso de Ángel Saavedra, cura párroco de Marín que ha decidido, con casi 85 años de edad, que ya es hora de traspasar responsabilidades y el peso de una colectividad religiosa como ésta a otras personas, aún consciente de que no sobran en la diócesis sacerdotes. Ayer hacía pública la noticia que además vino reflejada en el boletín oficial de la diócesis como confirmación

- ¿Puede matizar su decisión?

-Hace ya tres años le comuniqué al arzobispo de Santiago mi decisión de ir dejando esta responsabilidad porque mis fuerzas no respondían ya a la necesidades de la parroquia y no me refiero sólo a la parte física sino al cansancio propio de la tarea tan repetida año tras año y que requiere un gran esfuerzo y nuevas ilusiones. Yo soy consciente de que ya no estoy para eso y mirando el respeto que merece la feligresía creo llegado el momento adecuado. Mucha gente piensa que el cura de la parroquia sólo tiene que decir una misa, enterrar a los que mueren o casar a los matrimonios pero lejos de ello, conlleva un desgaste muy importante que no se nota desde fuera pero que es real. Además la necesidad de renovación es evidente. El caso es que pasaron tres años y seguí en el puesto consciente de la necesidad que hay de echar una mano a la diócesis pero ahora he convenido con el arzobispo que es el momento de dejarlo y por eso he presentado mi renuncia oficial que se cumplirá en efecto cuando se decida el párroco que ocupará mi puesto en adelante.

Lo mejor, la colaboración

-Tendrá usted recuerdos buenos y malos luego de 38 años como párroco en Marín

-Algo agradable para mí ha sido ver, a lo largo de los años cómo se van sucediendo personas nuevas que se percatan de lo que es la parroquia y su importancia y van tomando puesto en ella, colaborando en todas las áreas de la misma por grupos de acción cada uno donde su conciencia le llama. También he vivido algunos momentos dolorosos que no quiero precisar porque no hace falta aunque puedo decir que la alegría de ver cómo las aguas vuelven a su cauce, compensa con creces lo que uno pueda sufrir.

-¿Qué le recomendará a su sustituto?

-En general no hace falta que se le recomiende nada a un sacerdote que pida esta parroquia y se considere apto para ocuparla porque cada uno sabe cómo ha de actuar cuando llega. Yo espero que quien venga para aquí sepa valorar lo que hay que es el trabajo de muchos años y de mucha gente y espero que sepa añadir su ilusión y su nueva fuerza para alcanzar otras metas.

--¿Qué considera usted que se podría haber hecho más o mejor?

-Siempre tiene uno esa sensación de que hay cosas que se pueden hacer mejor. Desde luego a lo largo de tantos años y en una comunidad como ésta es difícil hacerlo todo bien pero yo creo que con la labor de mucha gente hemos conseguido llevar adelante un buen nivel de trabajo. Creo que se necesitaría una infraestructura de locales para desarrollar actividades propias de la parroquia conectadas con la cultura o con cuestiones sociales.

38 años dedicados a Marín

Ángel Saavedra (don Ángel como lo conocen los feligreses) llegó a Marín a principios de los años setenta tras la muerte de José Sáez Pichel y un corto período intermedio en que la parroquia estuvo regentada por Luis Otero Outes.

Su nombramiento fue polémico no porque se conociese aquí ni personal ni profesionalmente sino por esas frecuentes posturas de los pueblos cuando la autoridad eclesiástica les cambia el cura con el que están a gusto, tal era el caso. Treinta y ocho años después, Saavedra deja la feligresía en la que ha desarrollado una gran labor de mantenimiento e impulso de la colectividad católica del centro de Marín. Dentro de unos días cumplirá 59 años como cura. Toda una vida.