Un año y nueve meses de prisión, más 4 años de alejamiento a un mínimo de 300 metros, es la condena que impone la magistrada del Penal 2 de Ourense, Susana Pazos, a una madre y una hija que humillaron y pegaron a otra hija declarada incapacitada total desde 1994. Son autoras de un delito de maltrato habitual. La progenitora, T. R. G., de 70 años, que además pierde la patria potestad de su hija víctima durante 4 años, llegó a agredirla con el palo de una escoba y a decirle frases como "tenías que morirte" o "estás de más en el mundo". La otra acusada, P. P. R., de 39 años, también la golpeaba y humillaba durante las temporadas que pasaba en la casa familiar, puesto que su residencia era Alemania. La sentencia, dictada con fecha 25 de abril, todavía admite revisión en recurso de apelación a la Audiencia Provincial.

La causa empezó a investigarse tras una denuncia presentada por una vecina en el juzgado de guardia de Xinzo, en octubre de 2016. La sentencia considera probado que, desde que la víctima puede recordar, su madre y su hermana desarrollaron hacia ella un trato claramente vejatorio para menoscabar su integridad física y psíquica, pese a que no han podido acreditarse lesiones de tipo físico. Los episodios tenían lugar en le interior del domicilio familiar, situado en una localidad del municipio ourensano de Sarreaus, donde la víctima -declarada incapaz total en sentencia del juzgado 1 de Xinzo, de julio de 1994- convivía con sus padres, y en el que la hermana encausada, residente en Alemania, pasaba unos meses al año.

Según los hechos probados de la sentencia, la progenitora golpeaba a la víctima en la cara y en los brazos, llegando a agredirla en ocasiones con el palo de una escoba. Asimismo, "con claro ánimo de atentar contra su integridad psíquica", tal y como concluye la magistrada del Penal 2, T. R. G. profería frases contra su hija incapaz en las que aseguraba que tenía que morirse o que estaba de más en el mundo.

Por su parte, la otra acusada, P. P. R., durante las temporadas que pasaba en el domicilio familiar, se comportaba con su hermana con un trato humillante, riñéndole, chillándole y golpeándola mediante empujones, patadas, tirones de pelos o golpes en los brazos.

Dice la juez que probar el maltrato que sufrió la mujer fue "de una extraordinaria complejidad", porque al tratarse de una persona con las capacidades mentales limitadas permaneció "bajo el control absoluto" de sus agresoras, lo que limitó sus posibilidades de contarlo.

Además de la denuncia de la vecina, que en el juicio aseguró haber visto cómo la madre pegó a la víctima con unos palos, y cómo la hermana la insultaba, una trabajadora social corroboró que la víctima le relató las agresiones que sufría, en una ocasión en que se presentó en el domicilio, junto a la Guardia Civil, tras recibir una denuncia anónima.

El padre de la víctima, que llegó a ser imputado pero no acusado, negó que su mujer y su hija hubieran maltratado a su otra familiar. Las acusadas, que negaron las agresiones, culpaban a la vecina de manipular a la víctima por una animadversión desde que, en 1994, denunciaron al hermano de una cuñada suya por abusos sexuales a la incapaz. Dice la juez que "cuesta concebir" una venganza 20 años después de una denuncia contra una persona "que no tiene el más mínimo parentesco". Las acusadas también aseguraron que la trabajadora social les tenía manía a raíz de la denuncia por violación.

También lo descarta la juez, que además reprocha al juzgado de instrucción que no se indagara en más posibles testigos pese a ser este tipo de casos difíciles de probar. La víctima tenía una extrema delgadez cuando intervinieron los servicios sociales. "No se concibe cómo no se interesó un informe médico del estado de salud", reprocha la magistrada, cuando la Fundación Galega para a Tutela de Adultos (Funga) pasó a ser su tutor.

El maltrato "era constante"

La magistrada considera que, incluso sin los testimonios incriminatorios de la vecina y la trabajadora social, la declaración de la víctima hubiera bastado para condenar. Su relato "ha sido totalmente persistente, siendo clara y rotunda a la hora de focalizar en su hermana y su madre ese maltrato, que describe en forma de agresiones pero también con vejaciones e insultos". El maltrato "era una constante". La psicóloga del Imelga dijo sin "ninguna duda" que el discurso de la víctima "no es fabulado".